Emperadores de Roma, los primeros populistas

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Foto: larazondemexico

Coleccionaban tantas depravaciones que lo excéntrico era encontrar una virtud. Sus nombres son conocidos por todos: Augusto, Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón. Arrastran los mitos extendidos por los rumores, las novelas, las series de televisión. Pero, en verdad ¿eran así?

El historiador Tom Holland, autor de Rubicón, regresa con Dinastía (Ático de los libros) para sumergirnos en la tragedia de la caída de la República romana.

¿Qué sucedió en esta sociedad para que el gobierno pasara del Senado a un solo hombre? La caída de la República de Roma es una tragedia. Sus virtudes la condujeron a su fin. En esos años, todas las personas relacionadas con el gobierno público trabajaban para el bien común y para la gloria de Roma. Pero esos mismos personajes fueron consagrados y acumularon más riqueza y más influencia. Consiguieron tanto poder que, al final, la república dependía de ellos. Julio César y Pompeyo acabaron siendo más poderosos que Roma. Ahí es cuando empieza a declinar todo.

¿Cómo se acabó con la influencia del Senado romano? Augusto fue como un jefe mafioso. Aunque a lo mejor tenemos que contemplarlo como un genio político. Él fue quien empezó a reforzar el poder de sus hombres y fingió respetar ciertas normas. Todo esto acabó reforzando el poder que buscaba.

Crítico de la serie Yo, Claudio por sus mentiras, como cuando Claudio le rasga el vientre a Agripina, dice: “Eso se lo inventó la BBC. Algunas de estas historias se basan en historiadores como Suetonio, que tampoco refiere este hecho y que escribe mucho después de que estos personajes hayan vivido. Las mentiras se construyen de esta forma, un rumor sobre otro”

No le resulta difícil ni tiene reservas en establecer paralelismos entre el pasado y el presente. A veces, la historia nos sirve como un espejo perfecto para ver nuestra realidad. Putin, en Rusia, y Erdogán, en Turquía, son autócratas que han vaciado el esqueleto de las democracias de sus países, pero saben que para mantenerse en el poder deben contar con la popularidad de gran parte de sus ciudadanos. Esto no es nuevo. Ya lo hacían los emperadores. Es el famoso “Pan y circo”. Todos los autócratas comparten paralelismos. Intentan evitar el rechazo público, ocurría también cuando los césares acudían a los combates de gladiadores. No les gustaban las protestas. El populismo nació con los emperadores.

Uno de los hechos capitales de este periodo es el nacimiento de Jesús. Roma no dudó en marginar a los cristianos. A Roma, al igual que hoy sucede con Nueva York, Londres o París, acudían todas las minorías que vivían dentro de las fronteras del imperio. Había una presencia clara de todos cultos y las religiones. Unas tenían más tradición que otras. El cristianismo era muy reciente y los cristianos eran menos conocidos que los judíos y les caracterizaba la falta de respeto hacia las demás confesiones. El ideario cristiano resultaba muy agresivo. Y nada era más peligroso en Roma que lo reciente, lo nuevo. A los cristianos no les gustaba el politeísmo.

En las páginas de Dinastía hay un tema que suele dejarse de lado: la influencia que ejercieron las mujeres durante este periodo. Todas ellas tienen un importante poder, ya sean la hermana, la hija, la esposa del emperador. Lo que sucede a lo largo del periodo que gobierna la familia Julio-Claudia es que la única manera de entrar en la estirpe de los emperadores es a través de una mujer. Dejando aparte a Livia, todas las de esta época fueron acusadas de todo: de prostitución, de envenenamientos, de asesinatos. Fue un ataque tan duro que cuando gobernaba Nerón ya no quedaban casi mujeres que fueran descendientes directas de la familia Julio-Claudia. Esto delata las peleas por el poder y la preocupación profunda por parte de los varones romanos, que veían con recelo a estas mujeres”.

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