“La expansión de la urbe hace crecer el carnaval en la CDMX”

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Foto: larazondemexico

La ciudad de México es un carnaval vivo, que los capitalinos disfrutan desde finales de febrero hasta principios de mayo. La comparsa en los más de 35 pueblos en donde se celebra esta tradición mestiza: “Es una celebración que anuncia a los cuatro vientos que el barrio está de fiesta, con múltiples pies, muy pocas cabezas y tres sexos”, así lo describe Bulmaro Villarruel Carrasco, autor de El carnaval de la capital (2017, Terrícola), uno de los investigadores más concienzudos de esta manifestación de la cultura popular, que pese a la presión urbana sigue creciendo atomizada en las principales colonias.

En en entrevista con La Razón, el investigador detalla que esta fiesta tiene sus raíces en las fiestas paganas de Europa. En la CDMX inicia antes de la cuaresma católica, es decir el miércoles de ceniza. Con la llegada de los españoles, los indígenas mestizos mezclaron en ellas sus danzas y festividades, evolucionando en distintas celebraciones hasta ahora que su algarabía sobrevive al crecimiento de la gran urbe y desborda calles y avenidas.

En El carnaval de la capital, Villarruel documentó en más de 700 páginas la historia y crónica de los periodos históricos de la fiesta en la Ciudad de México.

Una de las expresiones con mayor tradición en el carnaval chilango son “los locos”, aunque en muchos lugares se conocen con otros nombres, se trata de personajes feos, ataviados como monstruos con disfraces, máscaras o chichinas o con vestimentas estrafalarias.

Los locos son el producto más auténtico de las fiestas paganas que se realizaban desde la antigüedad. “El loco es un personaje tan antiguo como el hombre, se introdujo en la fiesta iniciatica de la Iglesia y después se liberó; el loco del carnaval es el hijo desobediente de la iglesia”, dice Villaruel.

Con el tiempo, la antigua danza de los huehuenches o locos se mezcló con otras costumbres. A principios del siglo xx se practicaba en lugares cercanos al centro de la ciudad. Los criollos y los mestizos la convirtieron en la danza de los mestizos: una especie de escuadrón integrado por varios viejos (o jóvenes disfrazados de viejos) que marchan al compás de la música local cantando y bailando por las calles.

Las tendencias carnavalescas de la capital se dividen en: chinelos, en el sur y poniente de la ciudad; los charros, en el norte; los catrines, al oriente; los locos, mezclados en todas las zonas; y las máscaras del Peñon de los Baños, al noroeste de la capital.

Los principales barrios que celebran su carnaval son los de Cuajimalpa, Milpa Alta, Xochimilco, Iztapalapa, Culhuacán, Iztacalco, San Juan de Aragón, San Pedro Izatenco, Santa Isabel Tola, El Peñón de los Baños y Santa Anita.

Contrario a lo que se piensa, la expansión de la urbe ha propagado esta festividad, dice el investigador. “Lo que ha hecho es recuperar esas tradiciones indígenas que estaban lejos de la ciudad y se habían perdido porque en el centro de la capital no había gente sino edificios de burócratas, comercios, bodegas.”

En el carnaval nada es privado, todo es público. Nadie es más, nadie es menos, nadie es viejo y nadie es joven. Nadie es mujer ni es hombre. “Todos son máscara y tras la máscara todos somos iguales”, dice Villarruel. Hay tres tipos de personas que participan: los guardianes de la tradición, quienes conservan la memoria histórica de la tradición y la propagan de generación en generación; los organizadores del carnaval, a ellos les interesa saber el por qué y cómo van a organizar los recursos; y los personajes variopintos que participan de la comparsa.

“En estos días de festejo pertinaz y desorden permitido, el pueblo se muestra tal como es, nada detiene su verdadero rostro que muestra su cultura, sus vicios, su creatividad y sus gustos reprimidos que florecen con las locuras del carnaval”.

El carnaval se mantiene vivo en la urbe porque se le considera el hijo desobediente de la iglesia, amado y venerado por los españoles, los criollos, los mestizos, los indígenas, los negros, friales, los ateos y los herejes.

“Es también una válvula de escape que la sociedad necesita, incluso cuando los gobiernos han llegado a prohibirlo, por sí mismo encuentra salida en el espíritu festivo de los mexicano, pues sobre todo es una bomba explosiva donde el hombre saca todo lo que trae”.

El carnaval, que comenzó el 28 de febrero en los barrios de las delegaciones, terminará el próximo 1 de mayo en San Francisco Tlaltenco, uno de los pueblos originairos de Tláhuac.

El carnaval de la capital, fue publicado este año por la UAM Xochimilco, en su colección Terracota. Se presentó durante la pasada Feria Internacional de Minería y está disponible en librerías.

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