“Sin libertad es difícil hacer arte verdadero” fue la frase con la que el escritor cubano Leonardo Padura se ganó los aplausos ayer en la Sala Miguel Covarrubias de la UNAM, donde habló desde su infancia hasta cómo consiguió la independencia como autor, además de su más reciente libro, Ir a La Habana, y de la manera en que la ciudad de su natal país ha vivido un proceso de deconstrucción, de empobrecimiento del espacio público y de las actitudes de quienes la habitan.
Compartió que a partir de que en 1995 ganó el Premio Café Gijón con Máscaras y de que tiempo después lo llamaron de Tusquets para publicar su novela, ganó su independencia como escritor.
“A partir de ahí comienzo realmente a tener una vida de escritor independiente. El hecho de terminar mis libros, apretar una tecla y que ese libro salga de mi computadora a la de mis editores en Barcelona me dio independencia, me dio libertad. No tiene que pasar por ningún filtro institucional cubano; los niveles de autocensura que me aplico son niveles de autocensura ética. Creo que sin libertad es muy difícil hacer arte verdadero”, expresó entre aplausos del público que llenó el recinto ubicado en el Centro Cultural Universitario de la UNAM.
- El Dato: La censura que se vivía llegaba al grado de que su primera lectura de Rebelión en la granja, de Orwell, la tuvo que hacer en una noche.
Leonardo Padura recordó que en Cuba en la década de los 90, los escritores tenían que estar vinculados a una empresa o a un centro laboral, por lo que tenían que trabajar de asesores literarios, laborar en editoriales o como periodistas. Luego tuvieron la oportunidad de ser artistas independientes, una medida que se aprobó y que posibilitaba al gobierno recaudar impuestos. Aunque dejó su empleo en la revista cultural de Cuba para estar bajo ese régimen, fue hasta que ganó el Premio Café Gijón que sintió la independencia.
A propósito de su libro Ir a La Habana (Tusquets, 2025), en el que recorre diversos barrios de la ciudad cubana y refleja los procesos de cambio que se han vivido, Leonardo Padura recordó su infancia en Mantilla, donde aprendió de su padre la fraternidad y de su madre la solidaridad.
“Intentar ver la Mantilla que vi cuando era niño fue de los ejercicios más necesarios y más complicados al escribir este libro, porque las ciudades evolucionan, cambian, no siempre para bien. La Mantilla de hoy está en el mismo lugar de hace sesenta y tantos años, pero es diferente.
“Era como una especie de microcosmos, un universo en el que había todo lo necesario para vivir, un poco como Macondo, le faltaban solamente dos cosas, una funeraria y un cementerio. Fue una infancia muy libre en el sentido de que en ese espacio podía practicar travesuras de niño mataperros, no nos dedicamos a matar perros; éramos niños callejeros que andábamos por ahí haciendo disparates”, contó y como ese niño travieso compartió que, por ejemplo, solía hurtar mangos de su vecino, porque “los mejores mangos son los robados”.
En esa época practicó beisbol, un deporte cuyas enseñanzas más tarde aplicó en la universidad cuando se impuso su idea de ser escritor.
“Jugando beisbol con mis amigos, aprendí algo que es muy importante: que solo no puedes lograr las cosas, tienes que tener otros que colaboren contigo y tener a otros para lograrlo. Me ha servido para toda la vida. También adquirí un espíritu competitivo. Cuando uno juega un deporte, juega para ganar; ese espíritu competitivo fue lo que, en un momento determinado de mi vida, cuando ingreso a la universidad a la carrera de Letras por pura casualidad y veo que hay otros colegas que escriben, por puro espíritu competitivo empecé a escribir”, compartió en la charla en la que estuvo acompañado por la escritora y coordinadora de CulturaUNAM, Rosa Beltrán.
Aunque piensa que esa época fue un poco color de rosa, porque tuvo acceso a la mejor educación, al cine y a la literatura, también habló de las contradicciones que se vivían en Cuba a raíz de la represión del régimen.
“Fue una época rosa, lo estoy diciendo mucho en esta novela que estoy escribiendo. Esos años 70 fueron también de una increíble represión cultural en Cuba, lo sabíamos y no lo sabíamos, lo sentíamos y no lo sentíamos, lo percibíamos y no lo percibíamos. Hubo compañeros que fueron expulsados de la universidad porque eran homosexuales. Imagínate a cuántos escritores e intelectuales marginaron, que murieron en esa marginación, José Lezama Lima y Virgilio Piñera. No estoy diciendo nombres cualesquiera”, dijo el autor.
Leonardo Padura compartió que a partir de los años 90, cuando empezó una crisis económica en Cuba, comenzó a sentir lo que ha llamado un proceso de “deconstrucción, de empobrecimiento del espacio físico, que ha provocado el empobrecimiento de las actitudes de las personas que habitan en ese espacio”.
Dijo que en sociedades desiguales como en las que vivimos en la actualidad, principalmente en Latinoamérica, es necesario tener una utopía; sin embargo, consideró que “ojalá, si se hace algo, no se cometan los mismos errores que se cometieron en el proceso de gestación de esta utopía (la del socialismo)”.
De Cortázar al Bebeshito
El escritor Leonardo Padura comentó que actualmente en La Habana, Cuba, “se está viviendo una agresión sonora llamada reguetón” y lamentó que hayan pasado de ver a grandes del cine como Federico Fellini y Akira Kurosawa, de leer a Julio Cortázar y a Fernando del Paso a escuchar al Bebeshito, máximo exponente del reguetón en aquel país.
“Ahora todo mundo tiene un teléfono, cualquiera se compra bocinitas de Bluetooth y van por toda la calle regalándole al mundo el reguetón que ellos quieren oír, reguetón que además dice ‘te la monto por delante, te la meto en la cocina’”, se quejó.
Criticó que ahora el artista cubano más seguido sea el Bebeshito. “De ver películas de Fellini, de Kurosawa, de leer a Cortázar, de yo emborracharme con Palinuro de México, de Fernando del Paso, (escuchemos) al Bebeshito. ¡Por Dios, el paso es tremendo!”, externó.


