Setenta años después y la novela Pedro Páramo nos sigue sorprendiendo. Juan Rulfo no solamente recrea la realidad a través de su imaginario, sino que crea una nueva realidad: paisaje en que lo desconocido está configurado desde la mirada del poeta. El autor de El llano en llamas trasciende los límites del realismo mágico y de la literatura fantástica para imbuirse en el misterio y dejar a los lectores deslumbrados.
Pedro Páramo o el espacio pavoroso y desamparado que germina en los preludios del sueño. Páginas que se nutren del habla popular hasta alcanzar el fragor del poema. Temor a la muerte en diálogo con sus resonancias. Exploración profunda en los márgenes mágicos de la alucinación. Leemos y nos damos cuenta que estamos leyendo muchas novelas: murmullos entrecruzados con expresivos silencios. Los personajes están muertos y están vivos: transitan de un plano al otro: de la realidad aparente a la zona sagrada de la orfandad.
“Pero no pensé cumplir mi promesa. Hasta que ahora pronto comencé a llenarme de sueños, a darle vuelo a las ilusiones. Y de este modo se me fue formando un mundo alrededor de la esperanza que era aquel señor llamado Pedro Páramo”: nos dice Juan Preciado. Una bandada de cuervo pasa atajando el cielo: cuar, cuar, cuar... Juan Preciado ve una gota de confianza en el arriero y pregunta: ¿quién es Pedro Páramo? “Un rencor vivo”, eso es Pedro Páramo. Tiempo anegado por una música espectral que desprende susurros de ánimas envueltas en los meandros del polvo. Preciado se consuela con su desconsuelo. El hechizo eterniza a la desolada región de Comala, espejo de la muerte.
Visión del inclemente transcurrir: el hombre y sus tragedias, sus temores, el aislamiento ancestral y el desgarrado intento por encontrar significado a la existencia. “Me di cuenta que su voz estaba hecha de hebras humanas, que su boca tenía dientes y una lengua que se trababa y destrababa al hablar, y que sus ojos eran como todos los ojos de la gente que vive sobre la tierra”. Un sugestivo tejido de símbolos va acompañando a Preciado, quien distingue representaciones de anhelo en el vuelo de los pájaros, el deslizamiento de las nubes y las estrellas: cifras de que el diálogo con Dios es posible.
Novela interpolada con situaciones sociopolíticas: el cacique que desea a todas las mujeres del pueblo y se aprovecha de la ignorancia de los campesinos. La religión con sus dogmas y el hombre de campo con sus monomanías y ternuras. Criaturas ensimismadas en búsqueda de la clemencia: “Lo único que le hace mover los pies es la esperanza de que al morir lo lleven a uno de un lugar a otro; pero cuando a uno le cierran una puerta y la que queda abierta es no más la del infierno, más vale no haber nacido”.
Rulfo es un maestro de la contención: apela a la estructura del fragmento en viñetas de vigoroso aliento poético. Pedro Páramo es la biografía de una villa fantasmal vista a través de la conciencia de sus pobladores. Remembranzas de la Revolución Mexicana y la Guerra de los cristeros enclavadas en la zona bendita de la infancia en la recuperación de los recuerdos en las fantasías obsesivas de Susana San Juan, una mujer “que ya no era de este mundo”. Rulfo aborda el tema histórico desde una perspectiva mítica, elemento clave de la proyección universal que ha alcanzado la novela que trasciende los límites de la literatura para convertirse en una fábula de México.
Pedro Páramo, libro elegíaco inagotable, excursión en que el lector es llevado de la mano por el alma de Juan Preciado a lo más profundo de los instintos. Cada lector configura su Comala, cada quien descubre los rincones que colindan con sus obcecaciones. Estamos frente a un texto donde los personajes del drama han muerto y, gobernados por otros estatutos, viven en sus tumbas: sólo queda arrimar el oído a las piedras para escuchar sus sollozos, sus murmullos, sus historias de amor y de odio, pero sobre todo, el clamor de sus sueños.
- El Dato: Para la portada de la edición de aniversario se usó una foto que Juan Rulfo captó entre los años 40 y 50. Es el acceso al atrio de un templo. Para la primera edición se utilizó un dibujo de Ricardo Martínez
Siete décadas de la aparición de Pedro Páramo, una obra maestra escrita en los recodos de la soledad, el encantamiento verbal y los estribillos punzantes y obstinados del silencio.