El narrador Agustín Monsreal fue recientemente galardonado con el Premio Nacional de Artes y Literatura en el campo de la Lingüística y Literatura, por “su devoto y minucioso cultivo de la lengua y la narrativa en México a lo largo de más de 50 años, la trascendencia de su aporte a la formación humana y literaria de varias generaciones de escritores y lectores, así como la necesidad de visibilizar su sólida obra”. En entrevista con La Razón conversa sobre por qué ha sido tan afín a la brevedad, cómo la condición humana ha sido la materia prima de sus historias y cómo en el acto de escribir también va descubriendo y manejando los mundos de la emoción. Además, celebra la literatura que no se deja llevar por la mercadotecnia de la industria editorial.
¿Cómo fue recibir la noticia de que ganó el Premio Nacional de Artes y Literatura? José Luis Paredes, director del Sistema de Apoyos a la Creación, me habló a las siete de la mañana y hasta le dije: “Oiga, qué manera de despertarlo a uno”. Nos reímos y, por supuesto, ya no me pude volver a dormir, me quedé con la sensación de “¿será cierto? No vaya a ser una noticia falsa o alguien que me quiere hacer la broma”. Después ya terminé por creérmelo. A estas alturas del partido ya estará entre lo último que reciba.
- El Tip: El libro Tres cuentos aproximadamente tristes ya se encuentra en librerías de México. Incluye los relatos “Bulmaro, el que se murió de amor” e “Invicto en la sombra”.
Cuando se anunció el galardón, se destacaron también sus contribuciones como maestro y tallerista. ¿Qué satisfacciones le ha dado compartir sus conocimientos? Principalmente, ser útil a los demás, porque lo que procuro es contagiar mi entusiasmo, mi pasión y mi amor por la literatura. No intento hacer Monsrealitos, sino al contrario, que cada quien encuentre su propia voz, qué es lo que trae en el buche, qué es lo que le duele, qué es lo que le entusiasma o qué es lo que tiene que decir, pero allá dentro, en el fondo, de a de veras.
Usted siempre ha apostado por el cuento y la minificción. ¿Qué le han dado estos géneros para plasmar las historias que ha encontrado en lo cotidiano? Descubrir que en el cuento se podía hacer algo creativo con el hecho cotidiano de contar. Me percaté que la mejor de las realidades es la que se encuentra en esa dupla extraordinaria que son la imaginación y la memoria. Entonces, para mí, ahí habita la realidad literaria. Cuando veo un hecho en la vida que llamamos real, es la realidad inmediata, la cotidiana, la concreta. Algo me despierta esa realidad que siento que ahí hay algo que contar. Procuro interiorizarla, memorizar internamente ese acontecimiento para hacer algo con él y empezar a escribirlo.
Siempre se me dio la brevedad; desde que empecé fue escribir primero poemas, después lo que llamaba yo en mis principios prosas esquemáticas y así publiqué muchos textos en el suplemento de El Heraldo de México con Luis Spota. Todo el tiempo ha sido, no sé si sea porque soy amante de las causas perdidas, pero me gusta la brevedad; literariamente me muevo así, aunque me he dado por ahí las escapadas hacia el cuento largo en textos como Mamá duerme sola esta noche u Hola, te sigo esperando. Acaba de salir un libro que se llama Tres cuentos aproximadamente tristes (Sb editorial, 2025), son extensos, pero los editores creen y quieren ponerle novela. Les digo: “No, es cuento largo”.
- El dato: Otros galardonados el 24 de diciembre fueron Irma Palacios Flores, Mario Humberto Ruz Rosa y Catalina Yolanda López.
¿Considera que es un acto de resistencia escribir cuento cuando hay una industria que apuesta más por la novela? Eso es mercadotecnia, una cuestión que no tiene que ver con el hecho literario. Es decir: “Esto se va a vender más y vamos a darle tal nombre”. Es como un desfile de modas, decir: “Vean ustedes este traje”. Es algo que no se puede poner cualquiera, pero se vende. Por ahí alguien decía: “Estamos viviendo a ratos la época en la que la literatura ha muerto, viva la industria del libro”. Ahora cualquiera hace un libro, tiene éxito por aquí o por allá, siente que su vida es tan importante, entonces ahora la moda es la autobiografía. Y eso vende. Por lo menos los que lo escriben compran mil ejemplares, dos mil, tres mil y, claro, los editores muy contentos. Pero la literatura, afortunadamente, sigue siendo vigente y es otra cosa.
¿Qué da a los lectores y a los escritores la imaginación y la creación de historias? La posibilidad de conocer otros mundos, pero principalmente, los mundos interiores. El gran desconocido es uno mismo, porque muchas veces no se atreve a conocerse, a ir, a profundizar en sí mismo y, uno de los aspectos que tiene la literatura es que nos descubre quiénes somos, un poco o un mucho en ocasiones. Nos ayuda a eso y a fortalecer la imaginación, la memoria y trabajar con ellas, convertirlas en algo útil para nosotros. Como lector, busco mucho la emoción estética, lo bien escrito. Hay que inventar el lenguaje también. Hay que estar inventando las palabras que usa cada uno de los personajes. Así como decimos que nosotros somos únicos e irrepetibles como seres humanos, pues nuestros personajes también tienen que ser así. Tienen que tener su propio lenguaje y su manera de expresar ese lenguaje. Sus propios conflictos. Yo le puedo decir a usted: “Me duele mucho una muela”. Me puede comentar: “Yo comparto eso, porque lo he sentido”. Le puedo transmitir ese dolor de muela que va a despertar el que usted ya conoce. Y ahí es donde empatamos. Uno busca hablar de la condición humana, es lo que hace que la literatura griega, por ejemplo, siga vigente. Porque hablaban de eso, de la naturaleza humana, de eso que todos tenemos dentro y que no siempre sabemos expresar.
Uno de los temas recurrentes o que ha estado presente en sus personajes es la soledad. ¿Por qué? Mi experiencia ha sido convivir con mucha gente que estaba rodeada de personas, pero que en el fondo estaba sola. Comenzando, porque crecí en un núcleo de mujeres, divorciadas, mi propia madre, solteras, casadas, dejadas, de todo. Veía y sentía mucho esa soledad, pero no era nada más la soledad, sino la manera de vivirla, de ocultarla, de disimularla, de soslayarla. De cuántos ropajes adquiría esa soledad y cómo una de las fórmulas familiares o sociales de maniobrar otro tipo de sentimientos que no quieren aflorar, una de las fórmulas era hacer que afloren esas cosas.
La soledad viene acompañada de otros sentimientos o de otras emociones que se callan y, entonces, la manera de expresarlas o la vía de salida es ésa, ocultar o disimular determinadas emociones, por ejemplo, la rabia o el enojo. Es estar descubriendo, manejando esos mundos de la emoción y dándoles la envoltura de la emoción estética, esto que es el trabajo literario, hacer verosímil e identificables esas emociones.
- 40 años de trayectoria tiene el narrador originario de Mérida
También varios de sus personajes están muy cerca de la miseria humana… Yo prefiero que me digan que soy un conmiserable a ser un miserable. En general, procuro tocar la condición humana lo más amplio que se pueda, tanto en los cuentos como en las minificciones o en los aforismos, en todo. Es mi materia prima la condición humana.
Al inicio me decía que usted es un amante de las causas perdidas, ¿por qué? De la felicidad se habla poco; literariamente, Dostoyevski no sería el que es si hubiera escrito en Crimen y castigo, que Raskólnikov era un hombre feliz, que estaba enamorado de Sonia y su familia era excelente, que admiraba a la vieja usurera, que ésta no era así, sino una mujer rica que era compasiva y prodigaba sus riquezas. Shakespeare no sería si Ricardo III hubiera sido un hombre erecto en lugar de un jorobado y que hubiera sido un hombre noble, honrado, honesto que quería a todo el mundo a su alrededor, en vez de ser el infeliz, desgraciado que era. Creo que es por eso. Incluso en lo personal, en mi vida he sufrido muchas desgracias terribles, pero no por eso me considero un infeliz. Al contrario, le corrijo la plana a Jorge Luis Borges, porque dijo: “He cometido el peor de los pecados, no he sido feliz”. Pero yo digo: “He cometido el mejor de los pecados, he sido feliz”, porque ésa es mi vida.
¿En qué encuentra felicidad ahora? Prácticamente en todo lo que transcurre en mi vida, porque considero que la felicidad no es estar feliz, sonriente, alegre, sino que es un estado interior. Es como la serenidad, un estado interior que le permite a uno apreciar los dones de la vida y poder equilibrarlos con los no dones de la vida. Hacer esa conjunción armoniosa que le permite a uno estar de pie en la vida y con los ojos abiertos.
Agustín Monsreal
Narrador
Nació: en 1941, Mérida, Yucatán
Otros galardones: el Nacional de Cuento de San Luis Potosí (1978), el Antonio Mediz Bolio (1987 y 1996), la Medalla Yucatán (1999) y la Medalla “Héctor Victoria Aguilar” (2009).