Ana García Bergua devela la experiencia sugestiva de leer en los aviones

Ana García Bergua (Ciudad de México, 1960): cronista, narradora y ensayista con una trayectoria de 14 volúmenes publicados, entre los cuales destacan las novelas: El umbral, Isla de bobos y Rosas negras; los cuadernos de cuentos: El imaginador y La tormenta hindú; así como los libros de crónica: Postales desde el puerto y Pie de página. Ganadora del Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz 2013 de la FIL de Guadalajara por la novela La bomba de San José: García Bergua es una referencia ineludible de la literatura mexicana contemporánea.

Encontramos en las mesas de novedades de las librerías Leer en los aviones (Ediciones Era, 2021) donde García Bergua pone a consideración 18 relatos breves que abordan pasiones secretas, itinerarios que derivan en rupturas conyugales, sucesos en turbadores cuartos de pensiones, viajantes sombríos, perros extraviados en aeronaves, lectores que escrutan a los clásicos en viajes de negocio o desorientaciones en la ruta del trayecto de unos personajes imbuidos en situaciones absurdas asentadas en circunstancias extremas.

“Este libro devela la experiencia sugestiva de leer en los aviones. Estamos en el vórtice de la nada, entre las nubes. Creo que la literatura tiene puntos de contactos con esa misteriosa ligereza de andar en esa zona de tiempos muertos donde pueden suceder; sin embargo, los episodios más paradójicos a veces enclavados en situaciones extremas. Mis viajeros están acosados por lo insólito, por lo inesperado. Hay una buena dosis de humor y de azares infortunados, desde el amor furtivo en un tren, el silencio aterrador de trasponer una carretera hasta un talismán perdido en un crucero. Escribo estas cosas porque la realidad me aburre”, expresó en entrevista con La Razón, Ana García Bergua, miembro del Sistema Nacional de Creadores del Fonca.

¿Tributo al acto de leer? La lectura como una posibilidad de ‘perderse’, el personaje del primer cuento, “Crimen y castigo”, lleva esa afición por la lectura a los extremos. Sí, hago un homenaje a la lectura. Se ha dicho muchas veces, que leer es viajar y, a pesar de la obviedad de tal afirmación, es cierto: emprendemos un viaje inquietante en cada libro que ojeamos.

¿Textos escritos durante la pandemia? Es un libro pandémico porque salió este año, pero prepandémico porque fue escrito en un largo espacio de tiempo, iniciado alrededor del año 2017. Relatos concebidos con el propósito de reunirlos en un volumen. Tardaron en salir, quizás por toda esta incertidumbre de la emergencia sanitaria.

Algunos relatos, sobre todo “Crimen y castigo”, parecen el esbozo de una novela. ¿Existe la posibilidad de retomarlos para llevarlos al espacio novelístico? No lo había pensado, quizás el personaje Bermúdez, lector insaciable, da para una novela. Tal vez con “Talismán” ocurre lo mismo. Son historias breves con finales abiertos o sutiles: los hilos de las tramas pueden extenderse.

¿Por qué esa obsesión suya de llevar lo absurdo a los extremos? En la pequeñez de lo cotidiano se producen episodios absurdos, que muchas veces pasan inadvertidos. No es que mis narradores lo lleven a los extremos, sino que ahí están frente a nosotros. En las historias, por ejemplo, de “La señorita Rossini”, “Ladridos”, “Don de lenguas”, “El viento de los fantasmas” o “La litera” se hace evidente como lo cotidiano convive con lo insólito. Me valgo del humor, de la herencia del realismo mágico, de Buñuel, de Ionesco, de Beckett para configurar estas extrañezas narrativas. Frente a los momentos de más tensión, siempre encuentro un atajo irónico y desatinado.