DESPEDIDA

DESPEDIDA
Por:
  • raul_sales

Revuelvo el pelo de mi hijo cariñosamente. Es un gesto que he hecho desde que le salieron los primeros tres pelos siendo bebé. La mayoría de las veces lo hago de manera inconsciente, en una caricia automática, es mi forma de sentirlo cerca. Él no se inmuta, lo acepta como siempre lo ha hecho, nunca le he preguntado si le molesta que le despeine la, ahora, abundante cabellera rizada, tampoco lo haré, a veces es preferible no hacer preguntas, además, no creo que importe mucho, tampoco pretendo dejar de hacerlo.

Esperamos en la fila, la interminable procesión de seres cabizbajos que no tiene otro lugar a donde ir, al menos ya no. Nuevamente acaricio el cabello de mi niño, espero que todo salga bien.

-Arruinamos el planeta, de manera irreversible y ahora estamos aquí, buscando tapar el pozo una vez que ya se ahogó el niño.-

-No queda opción.-

-¡Tuvimos miles!-

-Y no seguimos ninguna. Nadie esperaba que pasara en nuestra generación. Y por cierto, tampoco sirve de nada que te lamentes por lo que no se hizo. Ya eso es irremediable.-

-¿Qué sigue?-

-Rescatar lo que queda.-

-Si queda algo.-

Todas las pláticas versaban sobre lo mismo, sobre como habíamos permitido que sucediera, sobre nuestra culpa, sobre nuestra inacción, omisión, desidia y apatía ante lo que se nos presentaba cada día, todos los días. No hay defensa ni justificación que valga aunque no esperábamos que se acelerara el deterioro de manera exponencial hasta que no hubo forma de salvarnos, al menos ninguna... que nos salvara a todos.

Conforme avanza la fila el silencio se apodera de los que en ella nos encontramos y no es por otra cuestión que porque a lo lejos, se empiezan a escuchar el desgarrador llanto y los gritos furiosos de reclamo, aún están lejos pero, escucharlos hace que caigamos en el silencio incómodo de la incertidumbre. Ato se detiene, lo agarro del hombro y le doy un ligero empujón hacia adelante, me mira con el miedo en su mirada apenas contenido, lo veo hacerse el fuerte. Le doy un apretón y le revuelvo, una vez más, el pelo mientras sonrío “Todo estará bien”. Me alegro de que mi voz no saliera entrecortada por la angustia. No sé cuál será nuestro destino al llegar al inicio, ni siquiera sé que espero y, no obstante, estoy seguro de que no deseo que lo que puedan ser los últimos minutos de esperanza que tenemos, los pasemos temerosos de lo que puede suceder.

Ato me aprieta la mano, en su inocencia sabe que no es normal escuchar los lamentos hacia los que nos dirigimos, sabe que el llanto que escucha no es el de los berrinches o los de los golpes accidentales, es el llanto interno y profundo de un dolor intolerable.

Cada paso nos acerca al lamento y empezamos a escuchar otra cosa aún más perturbadora, el zumbido de cientos de gargantas en sollozo provenientes de personas derrumbadas que empiezan a aparecer a la vera de la fila y, como si fuera una manda, todos evitamos verlos, los hacemos invisibles por cordura, no queremos ser ellos, no queremos quedarnos sin derecho al futuro.

Ato llora en silencio, no lo puede evitar, siempre fue sensible al dolor de los demás y yo, lloro junto con él, por mí, por él. Es terrible sentir esa mezcla de sensaciones, el orgullo y el amor irrestricto que siento por mi hijo, el pánico que me da la posibilidad de que le suceda algo y la paralizante impotencia de no poder protegerlo, que no está en mis manos, que es, en la parte que me corresponda... culpa mía.

Al fin llegamos, la fila cruza por unos arcos metálicos y luego unos hombres armados hasta los dientes, empiezan a separar sin violencia pero firmemente a unos de otros. No veo niños, eso me provoca un ataque de pánico, preguntas sin respuesta se agolpan en mi cabeza, me falta el aire y... Ato me ve, me sonríe y aprieta mi mano... le sonrío de vuelta.

Una mujer joven con una bata de impoluto blanco que le llega justo a donde termina su minifalda se acerca a nosotros flanqueada por dos enormes hombres encapuchados con el rifle de asalto apuntando hacia el suelo pero con una mano dispuesta a levantarlo en milésimas de segundo y el dedo, en el gatillo.

-Buena tarde ¿señor?...-

Su voz es melodiosa pero fría, tardo instantes en comprender que se dirige a mí y solo lo hago cuando prosigue.

-No importa, tiene derecho a no darme su nombre, de hecho, lo prefiero así. No le haré muy largo el asunto. Los escáners por los cuales atravesaron demuestra que usted fuma o fumó y eso automáticamente lo descarta para la siguiente fase. Nos tomamos la molestia de decírselo porque nos damos cuenta de que viene acompañado por un infante, que, por el parecido asumimos que es su hijo. No, no interrumpa. El asunto va así. Los niños fueron prioridad y así lo hicimos saber en su momento, por las condiciones de salud y nutrición de su hijo, este puede continuar con el proceso, usted, por otro lado, debe despedirse aquí y en este momento de él. Entendemos que es apresurado pero al menos le estamos brindando esa oportunidad. Gracias.-

Todo el tiempo permanecí con la boca abierta y nada salió de mis cuerdas bucales. No es qu hubiera servido de algo hacerlo, sin embargo, tenía preguntas, quería saber que pasaría con Ato, cuál era la siguiente etapa, si lo vería, si estaría bien.

Ato lo vio con semblante atribulado, siempre había sido un chico inteligente, había entendido a la perfección lo que la joven había dicho. Se abrazó a mi cintura sollozante.

Vamos, que podría decirle, no hay palabras que valgan, tampoco me saldrían. Le revuelvo el pelo mientras me agacho para abrazarlo y darle un beso en la frente.

Se aferra a mi camisa, me aferro a él, quiero sentir su aroma, ver su pálida tez, sus pecas, lo abrazo mientras que al fin, logro que las palabras salgan de mis labios... “Te amo bebé”.

Lo arrancan de mis brazos entre súplicas de quedarse, de decirme que se portará bien, que no me molestará, que me ama, que me quiere, que me necesita y es entonces cuando me derrumbo mientras mi lamento se eleva por lo aires. Nadie sabe lo que es amar hasta que no tienes que dejar ir lo más importante de ti, hasta que entiendes que aunque te arranquen el alma, es mejor que viva enojado contigo para siempre pero que... viva.

No sé que pasará, conmigo no importa, ya no, soy un recipiente vacío, sin propósito, un ente que no pudo salvaguardar el futuro de su hijo, que no pudo protegerlo, que no pudo seguir con él. Fallarle fue lo peor...no despedirme... no decirle que todo estaría bien... ser padre no es fácil... serlo y no tenerlo... es la muerte.