DISPAR

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DisparFoto: Especial
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Teníamos en común el blanco de los ojos y nada más. Ni siquiera en el asombro que provocábamos había coincidencias, a ella la veían con lástima por andar con un adefesio como yo y a mi me veían con una envidia rayana en rompe hígados. Lo más curioso es que ninguno de los dos nos fijábamos en los demás, era casi como un maldito cliché de tarjeta, ya saben el clásico “cuando te veo el mundo desaparece y no hay nada más” y la ironía de que siempre me reí de ello hasta que claro, de lengua te comes un taco que se te atora en la garganta.

En fin, éramos felices, tan felices como se puede ser en una pandemia que no fue nuestra culpa como nación y una crisis que tampoco lo era aunque, nuestra salida sería infinitamente moñas lenta que la del resto de los países. Para mí había un punto a favor en la crisis, en la pobreza generalizada, nadie creería, ni siquiera yo, que el amor de tremenda y despampanante mujer fuera provocada por interés y eso, para un amor propio que apenas sabía que existía, era todo un bálsamo de seguridad.

Era grácil, yo torpe; era bella, yo un susto a media noche; era inteligente y aunque yo no era bruto, no me le acercaba ni a los talones. Si alguna vez han estado en una relación, saben que es como comer y cantar, todo parece fácil hasta que intentas hacerlo al mismo tiempo, ahora, estar en medio de una en que la gente creería con mayor facilidad en la honestidad del Congreso que en la posibilidad de la pareja, ya estamos listos y si además le sumamos esa extraña sensación de caminar en una realidad que crees soñar y que hasta volteas con delicadeza, no vaya a ser que el movimiento brusco te despierte... ya se pueden imaginar de lo que hablamos.

Perdí amigos, no porque la prefiriera sino porque ellos no podían creer que ella lo hiciera conmigo, en otras palabras, en un intento de resarcir su dañado ego, intentaron que ella los eligiera y aunque ella se reía en sus asombrados rostros, digamos que yo no lo tomé también, dicen que las inseguridades son el precursor de los celos, bueno, mi celo era tan grande que ya se pueden imaginar los precursores. No, no todo estuvo mal, no fui tan idiota de señalarla a ella, lo hice con ellos y eso hizo que ella les sonriera doblemente en sus rostros, la primera por ingenuos, la segunda por ese tufo a misoginia de quien cree que el centro del universo es masculino.

Podríamos hacer vivido en ese estado de intercambio químico llamado amor por mucho tiempo y es que sonreíamos por las virtudes y carcajeábamos por los defectos, es decir, vivíamos carcajeándonos, incluso en su perfección aparente, sus mil defectos, según ella, eran encantadores para mí, como encontrar una falla en un diamante que, por su rareza, aumenta du valor. Sí, pudimos pasar toda una vida en ese estado solo que, parece que a nuestra especie, la felicidad ajena le provoca una erupción cutánea que debe rascarse hasta eliminarse.

Desde pequeño supe que la gente es cruel, los niños de la escuela lo fueron conmigo y si bien en primaria había pasado en dirección buena parte de ella buscando protección y si tenía suerte, retribución, en cambio, en secundaria evolucioné a un estado de atacar para defenderme aunque nunca nadie entendió eso y pasé el mismo tiempo haciendo lo mismo que hacía antes pero desde el otro lado... tratar de salirme del problema.

Y cuando crees que dejaste todo atrás, la cruda realidad te jala de vuelta. Ella y yo éramos felices y no obstante, la felicidad es solo un estado transitorio, uno efímero lapso, un parpadeo ante el sol. No es posible la felicidad cuando se empeñan en agraviarte, cuando inventan rumores a tus espaldas, cuando te cuentan lo que dijo uno y otro hasta que la bilis te sube por la garganta, quemando, hiriendo, ahogándote, literalmente en corajes.

Me pidió que no le diera importancia ¿Cómo hacerlo? Se supone que uno debe proteger lo que ama ¿no? Tomas lanza y escudo y te enfrentas al dragón de mil cabezas, el rumor del rumor del rumor, el amigo del primo de un amigo se lo contó a... de que sirve que la lanza esté afilada... no se puede perforar el viento.

Mis maldigas inseguridades, del coraje a la amargura, depresión y nuevamente coraje. ¿Saben? Es ahí cuando las coincidencias ayudan, eso de los opuestos es una teoría divertida pero, en los momentos de ira, solo quien le puso el mismo nombre a su demonio interno sabrá que decirte y... ella y yo solo teníamos en común el amor... no hay amor que sea suficiente si solo proviene de uno... yo... yo, estaba ocupado con mis rencores.

Podría decir que todo se arregló y que nuestro amor superó los obstáculos... no hay forma de superarse a si mismo, no hay forma de que el amor conquiste ese coraje que al no encontrar destinatario dirigiste en contra tuya envenenándote el alma hasta que olvidaste el motivo y de la defensa pasaste a la venganza y... no... ninguna dama desea tener a un sujeto que rechina dientes y clama por sangre... al menos no ella.

No, no se arregló, no hubo final feliz, al menos para mí. De ella, lo último que supe es que era una modelo reconocida y que estaba saliendo con un cantante atractivo y famoso... las revistas decían que eran la pareja perfecta, que tenían tanto en común que embonaban a la perfección.

Lo sé... me moví muy rápido y desperté del sueño, hay personas que no estamos hechos para los cinco minutos de felicidad, y queda claro que no hay forma de armar un par con tanta disparidad. Si tan solo pudiera regresar y decidir distinto, antes de encontrarnos, antes de perderla... me perdí en ella, me perdí con ella, la perdí y me perdí... aunque, si me concentro, aún siento el roce de sus labios y el viento, a veces se compadece y trae de vuelta... su aroma.