“El cielo, las estrellas y la luna son lo que más nos ha marcado”

“El cielo, las estrellas y la luna son lo que más nos ha marcado”
Por:
  • j._ors

Los que en su día vieron la serie de televisión Northern Exposure, recordarán que Las máscaras de Dios era el libro más citado por Chris Stevens, el erudito locutor de radio que aparecía en la serie. Pero, ¿qué sostiene Joseph Campbell, su autor?

Fascinado desde pequeño por la cultura de las tribus nativas americanas, Campbell inició una exhaustiva búsqueda para identificar los hilos invisibles que mueven el subconsciente de los hombres. Un juego de inquietudes, miedos, traumas y respuestas que únicamente pueden percibirse a través de ese conjunto de relatos presentes en nuestras culturas y que solemos denominar mitos.

Todo esto quedó reflejado en un trabajo inmenso: Las máscaras de Dios, el mayor estudio que se ha realizado sobre mitología comparada. Una obra, nunca mejor dicho, mítica, que estaba agotada durante décadas y ahora reedita Atalanta en una cuidada y revisada edición.

En ella el historiador se propuso cartografiar los distintos arquetipos que subyacen en el pensamiento mítico desde el amanecer de los tiempos y que se repiten, con diferentes variaciones, en todas las civilizaciones, desde Europa, África y Asia hasta las montañas y llanuras del Nuevo Continente.

Estudio comparativo. En una nueva traducción del texto, más exacta y mucho más rigurosa que la anterior, se actualizan los cuatro volúmenes que se publicaron de forma consecutiva entre 1959 y 1968, y que supusieron un hito en la comunidad científica y también a nivel popular.

En el primer volumen, dedicado a la mitología primitiva escribe: “El estudio comparativo de las mitologías del mundo nos hace ver la historia cultural de la humanidad como una unidad, pues encontramos que temas como el robo del fuego, el diluvio, el mundo de los muertos, el nacimiento virginal y el héroe resucitado se hallan en todas las partes del mundo apareciendo por doquier en nuevas combinaciones al tiempo que permanecen sólo unos pocos elementos, siempre los mismos, como en un caleidoscopio”.

Acudiendo a la historia, la antropología, la psicología, la filosofía, la arqueología, la literatura y los textos y las fuentes que se conservan del pasado, Campbell va entresacando ese “esquema intemporal” que hay en las mitologías o las verdaderas “máscaras de Dios”. Pero cuál es el venero primigenio de estas historias: la propia experiencia vital del hombre.

Joseph Campbell acude a las raíces, cuando los hombres empiezan a contemplar lo que les rodea. El historiador descubrió ahí la dura marca que han dejado en nuestros antepasados algunos asuntos cotidianos, a los que hoy apenas se presta atención, como es la alternancia del día y la noche.

Del dormir y el despertar, de la perpetua ascendencia y caída del sol y de la luna, nacen dos ideas primordiales que todavía permanecen latentes en todos nosotros: la muerte y la resurrección.

Pero si ha habido algo que ha dejado una profunda muesca en nuestra mente es el cielo y las estrellas y, sobre todo, la luna. “La coincidencia del ciclo menstrual con el de la luna es una realidad física que estructura la vida humana y una curiosidad que se ha observado con asombro. De hecho, es posible que la noción fundamental de una relación estructural de la vida entre el mundo celestial y el del hombre se derivara de la comprensión de la fuerza del ciclo lunar”.

La luna está vinculada a la muerte y la resurrección, es el astro que hace aullar a los lobos y que condiciona la fertilidad de la mujer. La arqueología ha rescatado pequeñas figuras de sociedades primitivas, conocidas hoy como Venus, que marcan los órganos vinculados a la reproducción, o sea a la vida, uno de los grandes misterios para los primeros pobladores de la Tierra que se organizaban en comunidades.

Más allá de este mundo. La luna vinculada a la mujer y la mujer vinculada a la vida condujo a Campbell a otro de los principales temas que impresionaron a los primeros homo: el nacimiento, que es uno de los grandes traumas para todos, desde un punto de vista biológico. En estos incipientes pasos, el hombre no tardará en relacionar a la mujer con la fecundidad y la fecundidad con la Tierra. Un hecho capital que explica el origen de abundantes rituales antiguos. “Los esqueletos de Neandertal se han hallado enterrados con provisiones (lo que sugiere la idea de otra vida), acompañados de sacrificio animal (buey salvaje, bisonte y cabra salvaje), observando un eje este-oeste (el camino del sol, que renace de la misma tierra en la que se coloca a los muertos), en posición encogida (como dentro del útero) o durmiente, y en un caso con una almohada de lascas de pedernal.