El genio de José Clemente Orozco

El genio de José Clemente Orozco
Por:
  • miguel_angel_munoz

"Orozco es el pintor más grande que ha dado América. Las virtudes de los otros pintores mexicanos se hallan reunidas en él, gobernadas por su sinceridad y pasión. En él se suman las cualidades parciales de los demás. Su naturaleza es la más rica de todas, la más compleja y la más completa, ordenada con rigor y servida por acabada sabiduría del hombre y del artista".

Luis Cardoza y Aragón

En una conversación que tuve con el historiador Álvaro Matute, concluíamos que el México del pasado y el de hoy, sigue siendo un país de grandes contrastes históricos, sociales y culturales. Si tomamos el arte como criterio de aproximación, es sin duda, un México de radicales polarizaciones fáciles de comprender a partir de su compleja historia. El muralismo mexicano -narrativo y simbolista - es quizá, el momento de mayor tensión expresiva en el arte mexicano moderno.

La exposición José Clemente Orozco. Pintura y verdad, la más grande y completa que se haya realizado sobre este muralista mexicano, fue inaugurada hace unos años, primero en el Hospicio Cabañas de la Ciudad de Guadalajara – proeza arquitectónica de un atrevido arquitecto valenciano- y, posteriormente, en el Antiguo Colegio de San IIdefonso. La muestra estaba integrada por 358 obras, entre pintura, gouaches, tintas, gráfica y dibujos preparatorios de sus murales, y entre estos, veinte bocetos inéditos realizados entre 1948 y 1949 para la obra La gran legislación revolucionaria mexicana de Guadalajara. El gran acierto de esta muestra fue el hecho de haber elegido como núcleo central el trabajo en dibujo de Orozco, que sutilmente hilvana toda su trayectoria: pintura mural y de caballete. El guión curatorial estaba conformado por treinta y cuatro grupos temáticos, dispuestos en catorce salas de exhibición, a lo largo de los cuales el espectador puede observar una trayectoria sólida, construida a lo largo de cincuenta años de creación.

Una serie sorprendente es México en la Revolución, una veintena de tintas realizadas entre 1926 y 1928 que son un grito silencioso que denuncia el sufrimiento y el terror que vivieron los protagonistas y víctimas de las atrocidades de nuestro movimiento histórico. El cambio y la permanencia, el movimiento y la quietud, como decía Octavio Paz: a diferencia de Rivera y Siqueiros, José.

Clemente Orozco (Ciudad Guzmán, Guadalajara, 1883- Ciudad de México, 1949) no hace de la ideología un arte, sino todo lo contrario; su pintura es explosión. Xavier Villaurutia lo ha llamado el pintor del horror, un horror que inmoviliza; una realidad que pinta Orozco que va de la mano de una visión que muestra las entrañas, un artista que combatió solitario, y al mismo tiempo sus personajes son la materia, ni la materia, sino Prometeo. Bien dice Paz: “La iconografía y el bestiario de Orozco son simbólicos y pertenecen al fondo de la tradición: imágenes precolombinas entreveradas de motivos cristianos, con otros de presencia oriental y de oscura identificación”. ¿ Cómo interpretar el caballo bicéfalo montado por un jinete de hierro? Paz ve en el tema la figura de la España Guerrera, la conquista considerada como una empresa dual administrada con la espada y la cruz. También las alegorías sobre la Nueva España, que el artista hizo para el Palacio de Gobierno de Guadalajara, la llamada “serie Hidalgo”, pueden verse escenas de fuerte violencia que denotan el agudo expresionismo figurativo al que Orozco recurre para contar la historia patria: Hidalgo empuña la tea incendiaria mientras, en la parte inferior, una masa confusa de hombres se apuñalan entre sí.

En 1924, durante el ferviente periodo rojo, Orozco colaboró en El machete, pero años después evolucionó hacia ese extraño sincretismo filosófico- artístico que llena de misterio y sombra sus obras más acabadas. Un arte de exasperación, ideologizado en muchos momentos, que avanza pronto hacia la consideración trágica de la vida en un proceso de figuración brillante que recuerda a Goya y su decepción ilustrada, y ofrece una visión negro del “animal humano”. En El Carnaval de las ideologías, también en el palacio de Gobierno, el artista nos presenta la síntesis despiadada de su agresivo desencanto – estamos en 1937- y hace desfilar sobre el muro presenta diversos personajes, armados cada uno con un signo distintivo: el crucifijo, la hoz y el martillo, la esvástica nazi, “ las llaves de este mundo o las del porvenir”, como ironizaba Paz al hablar de esta obra; la descalificación feroz, en definitiva, de los doctrinarios y sus consecuencias que habían trazado el infernal siglo XX. Una visión del mundo contemporáneo a través de un muralista mexicano.

Orozco cubre con su obra un periodo de transformación en el arte y la sociedad mexicana e interpreta como ningún otro muralista, el gusto popular mexicano, por la deformación y la caricatura sarcástica, pero sometiéndolo siempre al imperio de las formas del arte. Y parece una constante en su obra la huella del expresionismo europeo que prendió vivamente en la imaginación del artista, vistió a su manera extremada las figuras de la tradición y la historia de nuestro país. Pero se trataba de una mirada de arte, embebida en la pintura de Giotto, Miguel Ángel y El Greco, que entrevé en el expresionismo artístico y literario de entreguerras su culminación contemporánea. Un arte, además, que aspira a transformar la sensibilidad del espectador. Una sensibilidad artística que repudia la pintura de caballete, de intenciones y emotividad privada. Un arte programático y populista que, sin embargo, la elevada complejidad de sus temas y la progresiva densificación de su lenguaje figurativo y formal transformarán pronto en incomprensible, su visión histórica, pero siempre dentro de una crítica compleja.

Me cuesta trabajo aceptarlo, pero nos guste o no, el muralismo mexicano tuvo su importancia no sólo en México, sino también en Estados Unidos. Pero, quizá lo más lamentable es que acabó ensombrecido por el tutelaje simplificador y dogmático del realismo socialista, cuando de hecho estimulaba una fecunda intervención en el debate artístico de las vanguardias tardías. Orozco, alcanzó una cierta influencia en Norteamérica y en los años de la Depresión colaboró en los programas artísticos federales decorando incluso diversos edificios públicos. Pero desgraciadamente, hoy la influencia de Orozco es sólo en México. Creo que al ver y revisar esta gran retrospectiva, la imagen de José Clemente Orozco crecerá; descubriremos a un muralista puro, no doctrinario, a un artista crítico, pero comprometido con su historia y su tiempo. La pintura es pintura, sin duda, pero las imágenes de Orozco son totalmente contemporáneas, que afortunadamente nos siguen desconcertando.