Hikuri, la medicina ancestral con la que curan los mara’akáme

Hikuri, la medicina ancestral con la que curan los mara’akáme
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Por Mariangel Calderón para Notimex

Juan de la Cruz tiene 76 años de edad, es mara’akáme de la comunidad wirrárika El Chalate, en Mezquitic, Jalisco.

[caption id="attachment_855142" align="aligncenter" width="604"] Juan de la Cruz tiene 76 años de edad, es mara’akáme de la comunidad wirrárika El Chalate, en Mezquitic, Jalisco, en la mirada tiene la sabiduría y en las manos el amor a la tierra a sus raíces y a una tradición de sanador que no quiere dejar morir. Foto: NTX[/caption]

Un mara’akáme en la que la comunidad wirra es la persona que tienen la capacidad de sanar el cuerpo, la mente y corazón de quienes lo buscan, por la conexión que logra establecer entre el mundo de los dioses y de lo terreno.

Don Juan comenzó su aprendizaje desde muy pequeño. Si bien estudió en una escuela tradicional, pronto se salió para aprender a ser mara’akáme con su abuelo.

Se trata, dijo, de un conocimiento bien distinto, uno que no se imparte en las escuelas; así que aprendió a sanar a las personas con las instrucciones de su abuelo, con quien pasó más de diez años aprendiendo a curar.

“Esta medicina sirve para dos cosas, te enseña y te alivia el cuerpo, es una medicina, es un doctor y te puede ayudar a limpiar lo que tienes mal”

Las enseñanzas de su abuelo, no sólo incluían las afecciones del cuerpo que se pueden sanar, sino las del alma, para lo que emplean el peyote, conocido en esta comunidad como Hikuri.

“Nuestros ancestros lo han usado desde siempre. Hikuri te enseña mucho; si lo tomas te enseña mucho a ver, se emborracha uno de hikuri y te sale mucha, mucha sabiduría; te enseña a curar, a aliviar a la gente, todo te enseña el hikuri”

Don Juan explicó que en las ceremonias de hikuri se canta porque es una manera de escuchar a Dios.

Expuso que cualquier persona puede acceder a esta planta siempre y cuando se haga de manera ritual y con respeto. En ese sentido, explicó que se debe comer con cierta medida y bien rezado, es decir, con una especie de bendición que ofrecen los marakames a los participantes de una ceremonia.

“Se tiene que persignar bien para que no te vuelva loco (...) si lo comes así, no te pasa nada, vas a ver mucho tiempo muchas cosas... las montañas, los venados y las águilas... salen como la televisión hasta que se te quita y ya te calmas”.

Para Don Juan la medicina del hikuri es la que ayuda a sanar el corazón, “ayuda a que tengas mucha vida. Siempre la gente de aquí hemos vivido así, comiendo eso nos ayuda”.

Un peregrinar en pos del Hikuri

Para conseguir el peyote se hacen extensas caminatas a Wirikuta, en San Luis Potosí, en la región centro norte del país, y cuesta trabajo encontrarlo porque por lo general está enterrado en zonas desérticas.

Don Juan explicó que "es el abuelo venado la deidad que representa a esta planta", el que decide si las personas pueden consumirlo o no.

De poderlo consumirlo, "las personas lo encuentran fácil", en tanto que si no son aptos para el consumo es imposible encontrarlos: “se esconden. Si lo encuentras te lo tienes que comer ahí. Es encontrar uno para que te salgan más, una vez que encuentras el primero salen muchos más”.

[caption id="attachment_855143" align="alignright" width="260"] Juan de la Cruz con una pequeña integrante de su familia. Foto: NTX[/caption]

Los niños pueden comer hikuri solo hasta después de los 15 años, y una vez que se hizo la caminata a tierra sagrada, que es como le llaman a Wirikuta.

Recuerda don Juan que la primera vez que consumió esta medicina ancestral iba muy cansado, tenía como 12 años y fue su abuelo quien le dijo que lo comiera para agarrar fuerzas. De inmediato, dice, se alivió y agarró fuerzas para continuar en el camino; “no me sentía cansado, ni tenía sed. Me sentía aliviado”.

Común-unión

Refirió que a muchos años de comulgar con esta medicina ya conoce sus efectos y las cantidades que él necesita. “Es una medicina para ver, es una tradición de nuestro pueblo”.

Como marakame, que es como se le llama a las personas que curan con métodos tradicionales en la región, comenzó a sanar a niños pequeños y ya después a los adultos.

De manera tradicional, utilizan elementos de sanación como el muvieri, que son plumas de aves que ellos consideran sagradas, como el águila, y que son atadas a un palo de madera, y curan afecciones como hinchazones, dolores de cabeza y varias enfermedades del cuerpo.

Don Juan lleva más de 30 años siendo marakame y considera que esta práctica es trabajosa, y ya nadie de su familia quiere aprender

“No les gusta a mi familia ser marakame, porque ya ellos tienen su historia, ya no les gusta, les he enseñado pero no quieren y les digo que se enseñen porque yo un día me voy a acabar ¿y quién va a curar?”.

De acuerdo con la Biblioteca de la Medicina Tradicional Mexicana, de la Universidad Nacional Autónoma de México, los wirrárikas utilizan el peyote como alucinógeno en ceremonias curativas, adivinatorias y en rituales religiosos, éstas pueden ser realizadas de manera grupal en celebraciones dedicadas al maíz o bien, de manera individual para tener conocimientos sobre el futuro o evitar peligros.

En la cosmovisión wirra, el hikuri es representado por un venado, que primero aparece en su forma animal y se va transformando, con lo que cada una de sus huellas se convierte en peyote.

Para recolectar la cactácea, que no es originaria de la región donde viven los wirras, se realiza un viaje anual a Wirikúta, a hacer “la cacería del peyote”, en donde quienes acuden tienen que ir en un estado de pureza espiritual.

Lo que logran mediante la confesión de sus faltas y que además implica abstinencia sexual y alimenticia, así como reverencias y ofrendas al "abuelo fuego", conocido por los wirras como Tatéwari.

En diversas regiones del país se utiliza el peyote de manera tópica como analgésico para aliviar dolores reumáticos, artritis y otras afecciones, mientras que si se consume en ceremonia se puede ingerir fresco, entero o cortado en pedazos, o bien, en una especie de macerado con agua.

Expuso que la ingesta de esta cactácea provoca cambios en las percepciones sensoriales y el sistema nervioso central es afectado de manera significativa al provocar alucinaciones visuales, auditivas, gustativas, olfatorias y táctiles.

Ello, acompañado de una sensación de despersonalización, desdoblamiento de la personalidad, alteración o pérdida de la percepción del tiempo.

La mezcalina es el alcaloide más importante del peyote, tanto por su elevado contenido en la planta, como por su variada acción biológica en el organismo.

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