Iguala y el establishment cultural

Iguala y el establishment cultural
Por:
  • larazon

Ilustración Omar Ramirez La Razón

¿Por qué la sociedad mexicana y su gobierno tardaron tanto en reaccionar frente a los crímenes cometidos en Iguala contra los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa? Somos testigos de una crisis en cámara lenta. Por lo menos pasaron diez días para que este tema tan grave prendiera los focos rojos, tanto a nivel gubernamental como social.

Habrá que estudiar las causas de esta realidad, me imagino que el pasmo tuvo que ver mucho con el hecho de que Guerrero tuviera un gobierno emanado de un partido distinto al federal y, por tanto, que las consideraciones al federalismo le dieran en principio un enfoque local al asunto.

Que las víctimas fueran gente muy pobre, desenvuelta en el margen rural, pudo influir en la tardanza social para involucrarse en la tragedia, lo que luego se remedió, quizás por ese mismo motivo, con una ola de indignación y solidaridad, pero en el extranjero reaccionaron antes, ni modo, hay que decirlo.

En mi artículo “Iguala, el Tlatelolco de la izquierda”, publicado el 4 de octubre reprochaba a los intelectuales del establishment dominante de izquierda su silencio hasta ese momento frente a estos crímenes cometidos por un gobierno izquierdista vinculado a plenitud con el crimen organizado.

Y no mencionaba sólo al PRD porque toda esta corriente está implicada, desde este partido donde militaban los criminales de José Luis Abarca y su esposa —consejera nacional de dicho organismo cuando eran públicos sus vínculos con familiares mafiosos—, hasta Andrés Manuel López Obrador, quien sin ningún rubor mantiene la candidatura de Lázaro Mazón que inaugurara el centro comercial de Abarca con valor de cientos de millones de pesos, el cual constituía una evidencia, en el vórtice del tráfico de heroína, de que algo estaba mal con el enriquecido ex tejedor de sombreros.

El establishment de izquierda ha intentado vender la versión de que frente a estos crímenes no hay responsabilidades específicas, sino una general, la del Estado, la del Presidente, falta tan sólo que acusen a Dios. Ha sido una desvergüenza que lo marca y ha terminado por quitarle a este establishment su pizca de verdad, de decencia, de autoridad moral con un viejo romanticismo opositor ya fenecido.

Cierto que la barbarie que provocó esta tragedia está presente en distintas regiones del país y ningún partido puede excluirse de culpas, pero el crimen de Iguala contra estudiantes, siendo un hecho muy particular, sólo puede compararse al de Tlatelolco en 1968.

Pero cuando hablaron, los intelectuales del establishment de izquierda se dedicaron a promover —para no fincar responsabilidades políticas—, el absurdo del “crimen de Estado”, a pedir la renuncia del Presidente, a recordar los antecedentes del PRI de hace 40 años, etcétera. Del silencio pasaron al ruido, con tal de no hacer ninguna autocrítica y de mantener así el status quo en el que medran.

Un problema cultural en México es el de la falta de polémicas y de debates de fondo. En esta circunstancia no se difunden ideas, ni se marcan rutas, ni surgen nuevos compromisos, ni se oxigena el ambiente cerrado del mundo cultural mexicano donde imperan las simulaciones y las complacencias. El lenguaje y la ideología de lo políticamente correcto es, en gran parte, causante de ello.

Ante la vergonzosa debacle del PRD, cuyo máximo símbolo son los huevos podridos contra su fundador Cuauhtémoc Cárdenas en una manifestación, así como las caricaturescas posturas de la camarilla que lo dirige, el establishment de izquierda gira hacia Morena y su mesiánico caudillo, e incluso a favor de la izquierda radical lumpenizada, la cual parecería estar justificada en su fervor destructivo y en su simplismo ideológico.

Pero a mi parecer los estudiantes víctimas de Iguala son doblemente víctimas, pues se trata de estudiantes de nuevo ingreso enviados a la boca del león, cuando los mismos líderes de izquierda radical, como René Bejarano —cuyo hermano es líder de la CNTE— han reconocido que era pública la condición violenta y peligrosa del presidente municipal y de sus nexos con bandas criminales.

“La historia comenzó la tarde del 26 de septiembre, cuando los muchachos de primer grado se encontraban trabajando en la parcela. Nos fueron a avisar que teníamos que dejar el trabajo e ir a una comisión, cuenta uno de ellos” (La Jornada, 26/10/2014).

Ocultamientos, provocaciones, siniestras responsabilidades, manipulación. Hay mucho de fondo en esta tragedia. Cuánta verdad podamos soportar será la medida, como sociedad, de la salvación o de la pérdida.