"Julieta tiene la culpa" se adentra en el matrimonio, el pasado y las heridas

En una lluviosa noche, una mariposa nocturna ha sido atraída a la luz y al calor de una lámpara en el vestíbulo de un teatro. Desde su lugar, la polilla escucha, frente a la cerrada puerta de acceso a la sala del recinto, a tres mujeres conocerse, conversar, confesarse y empaparse en sus deseos. Es noche de estreno. Se presenta una de las más esperadas producciones del año: Romeo y Julieta, dirigida por uno de los mejores realizadores del mundo. La función ha comenzado y éstas tres no lograron ingresar.

La puerta ha cerrado y la historia inicia afuera de la sala. Blanca, Nora y Nina se juzgan y comprenden, se confrontan y reconfortan, discuten y se acompañan, se lastiman y abrazan, hermanarse en los deseos de ser ellas mismas.

Hasta el 26 de febrero, en el Foro Sor Juana Inés de la Cruz de la UNAM se escenificará Julieta tiene la culpa, autoría y dirección de Bárbara Colio, quien hace partir a sus personajes desde el estereotipo (la insulsa joven de provincia que quiere ser actriz, la ama de casa que está a merced del sonido del claxon del marido y la solitaria, cínica y enigmática mujer madura) para adentrarse en la complejidad de temas como el matrimonio, la profesión, el pasado y las heridas.

De la risa a la reflexión, de lo superficial a lo profundo, Colio apuesta por presentar a mujeres comunes para exponer los macrodramas que viven, los sacrificios que han hecho y dimensionar sus acciones al nivel de aquellas grandes figuras de la literatura dramática universal.

Una plataforma rectangular negra y dos bancas blancas son los elementos para que Blanca saqué de su bolso una botella de whisky y lo comparta, Nora abra y cierre todo el tiempo su alargada cartera en busca de una foto de sus hijos y Nina con gran determinación saqué de su mochila libretos del clásico shakesperiano, al que audicionó y no resultó seleccionada.

Cada una habla de su Romeo, ya sea el esposo muerto, el actual marido o el amante casado; lo revelan y se descubren como fieles Julietas a la espera de los designios de su enamorado, se acercan al foco de la cruda realidad que las alumbra pero que las quema también.

Atrapadas y agotadas en relatos que no construyeron, observan su fracaso constante y la necesidad de gritar con madurez una exigencia de defensa ante esas mentiras que esperan se vuelvan realidad… “¿dónde queda el amor a una misma?”.

La inocencia, la desesperación y el desengaño que vive Julieta en Romeo y Julieta, atraviesan a las tres mujeres, interpretadas por las actrices Verónica Merchant, Carmen Mastache y Sofía Sylwin, quienes dominan el escenario y demuestran su maestría en su profesión con la sutileza de sus acciones, con una mirada, un gesto, un cambio de voz y los exabruptos que rompen la falsa calma.

En blanco y negro, los diseños de escenografía y vestuario (de Mario Marín del Río) cubren a las actrices; la sobriedad y elegancia enmarca a las intérpretes, tanto en el espacio como en la ropa. La iluminación de Xóchitl González da forma a esta atmósfera, que se complementa con la música original de Rodrigo Castillo Filomarino.

Julieta tiene la culpa encara a la Julieta de William Shakespeare, permite un diálogo de mujeres en espera de un tranvía, un destino, de la bondad de las desconocidas, de un gritadero.

La polilla se aleja de la luz, es libre, sale del recinto al cielo abierto, su destino es incierto, puede buscar nuevos aires, encontrar otros espacios en los cuales vivir o regresar para entregarse a la luz y dejarse quemar por ella o simplemente ser aplastada por un zapato.

JVR