LA OBRA

LA OBRA
Por:
  • raul_sales

Tartamudeé, llevaba varias presentaciones sin que se apareciera en escena, la vi y me vio, me quedé mudo en pleno escenario, en el momento culmen de la obra. El silencio se volvió incómodo y, desde mis zapatos pegados a la duela del teatro... eterno.

No sabía que hacer excepto quedarme prendado de la vaporosa silueta que el reflector proyectaba sobre su vestido blanco y nada importó ya, todo se cerró en torno a ella y dejó de existir el resto del universo, ella, al centro, a un costado, la espiral ascendente, descendente, el inicio y el final de todo. Ella.

El murmullo de los asistentes me sacó de la parálisis de mi ensoñación... me dejé caer sobre la pulida duela y desde el diafragma exhalé mi amor.

-Dichoso el mortal que contempla el perfil del amor hecho ser.-

Ella sonrío, si algo le gustaba era jugar estos juegos y aunque lo habíamos hecho antes, nuestra esgrima verbal había sido privada y hasta cierto punto de una contención tímida, un juego de palabras que decía todo sino comprometerse a nada, el inocuo coqueteo de quien quiere no ser rechazado y de quien se sabe el centro de devoción.

-Levántate y que tu mirada se deleite en el contorno de lo inalcanzable.- Su voz resonó musicalmente en mis oídos y aplacó el murmullo de las butacas.

-Para que he de hacerlo si desde aquí se observa la inevitabilidad del límite que me impones.-

-No hay límite, es una escalera en la que debes subir. Claro, al menos que prefieras olvidar.-

-¿Olvidar? Si apareces en mis vigilias y en mis sueños, si las voces compiten infructuosamente con la musicalidad de tu timbre y te anhelo en el vacío de la ausencia, en la complejidad de la presencia, en el ínter de uno y otro.-

Su risa juguetona y cristalina rebotaba en las luces del teatro y en el alma de los asistentes que pensaban estar viendo una obra sin saber que la actuación era lo último que cruzaba por mi mente.

Es difícil declarar el amor contenido pero, hacerlo ante una audiencia era una experiencia nueva.

-¿Me amas?- Pregunta. Sabe que la respuesta no puede ser una evasiva o un escarceo, es pregunta de una respuesta, sin importar cual sea, la respuesta debe ser contundente y aún así, es difícil hacerlo.

-¿Lo dudas?-

-No respondas preguntando, es una manera muy obvia de escabullirse de la responsabilidad.-

-Sí. No hay otra respuesta que darte.-

-Si la hay, hay muchas preguntas a tu respuesta.-

-Eso es difícil de creer.-

-¿En serio? Que te parece esta ¿Cómo me amas?-

-Con todo mi ser.-

-¿Cuál de ellos? ¿El hombre, el actor? Ambos son indecisos.- La verdad siempre duele, esa es la mayor de todas las verdades.

-No puedes separar uno del otro.-

-Entonces ¿actúas el amor?-

-El amor no se actúa, es imposible.-

-Descríbeme el amor.-

-Eso es igualmente imposible.-

-¿No puedes describir lo que sientes?-

-Puedo decirte que el aire se detiene en los pulmones, que el sol se hace penumbra a tu lado, que tiemblo de ansia y de miedo, que no hay ningún otro sentido que el tuyo, que me pierdo y me encuentro en ti.-

-¿Viste lo sencillo que era?-

-La vocalización, no la sensación.-

Continuamos en ese instante de eternidad y el silencio final se quebró en aplausos, en una enorme ovación de pie.

-Otra presentación exitosa.-

No le contesté al tramoyista, ellos no sentían como se me arrancaba el alma en cada presentación. Para ellos era improvisación y ella solo un efecto especial del teatro. En un inicio se preguntaron como hacía para grabar los diálogos y cuando no obtenían respuesta, creían que era mi excentricidad. Lloré, lo hacía en cada ocasión. Muchas veces quise dejarlo pero, solo pensar en no verla más me provocaba una angustia difícil de superar. La extraño, la extraño todos los días, ella sabía de mi amor por el teatro, por nuestro teatro, uno en el que nunca se llenaban las butacas y los pocos que asistían era para prodigarse arrumacos en la penumbra apareció en medio del monólogo aburrido de una obra olvidada y los martes casuales la vieron aparecer y creyeron que ara parte del show y les seguí el juego. Cada obra era distinta, cada juego de palabras que en soledad nos decíamos ahora eran públicas y la voz se corrió y la taquilla se agotó, las reseñas hablaban de los excelentes diálogos, de la intensidad de los desconocidos actores, del amor que se palpaba y empapaba a los asistentes. Cada noche la veía aparecer y jugaba con ella, le confesaba mi amor de mil maneras distintas y ella sonreía y sentía su amor irradiando mi destrozado ser.

Nos transformamos en una obra y mientras más personas asistieran más definida era su aparición e improvisaba sin improvisar pues solo dejaba que mi corazón soltara su anhelo y mientras lloraba por no verla más que en esos breves instantes, ella era feliz, quizá más feliz de lo que nunca... fue en vida.