No sé si soy poeta, pero sé que mi geografía está al borde de la muerte: Balam Rodrigo

No sé si soy poeta, pero sé que mi geografía está al borde de la muerte: Balam Rodrigo
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  • carlos_olivares_baro

Balam Rodrigo (Chiapas, 1974) camina por el mundo envuelto en un halo de rogativa perpetua: habla y la invocación desmorona los montículos. Balam marcha por el atajo en trote urgente, con el verbo como estandarte y la comunión del canto en los párpados. La poesía es una perpetuidad: ahí está desafiante y provocativa en los anhelos de los hombres, en los acasos del tiempo. Veo a Balam Rodrigo venir con los brazos alzados: llega del bosque de alquitranes. Pasó por la aldea Tacaná y se detuvo un rato cerca de Ayutla, a la orilla del rio Suchiate.

Libro centroamericano de los muertos (FCE, INBA, Secretaria de Cultura, 2018): poemario con el que Balam Rodrigo ganó el Premio de Poesía Aguascalientes 2018.  El jurado (Óscar Oliva, Mariana Bernárdez, Jorge Fernandez Granados) decidió otorgarlo por unanimidad a este obra “por las altas cualidades poéticas que alcanzan tal intensidad en su lenguaje que abre diversos registros literarios; atributos que permiten ahondar en la comprensión de la condición humana  y dar testimonio de una experiencia vital que refleja el presente”.

De raíz chiapaneca, del linaje de la Villa de Comaltitlán, Balam leyó, cuando tenía 6 años de edad, La Biblia bajo el cielo desnudo de la noche: confiesa que lloró. Revela que una herida verbal lo acosa desde esa vez que la voz de Dios desolló con ternura rabiosa el espejo seco en el que escribían su nombre. “Soy predicador. No sé si soy poeta. Lo único que sé es que mi geografía está al borde de la muerte. Estos ojos míos conocen bien esos meridianos salobres, esas huellas que deja La Bestia con su parvada de guadaña. Despliego esta voz mía insurgente y provocativa para que el mundo sepa de los cuerpos tajados de Centroamérica”, precisó Balam Rodrigo a La Razón.

[caption id="attachment_773636" align="alignnone" width="735"] Gráfico: La Razón de México[/caption]

¿Por qué este cuaderno lleno muertos? Quise resolver en término de escritura cuestiones pendientes, obsesiones mías: me di cuenta que  sólo eran posibles exponerlas por medio de la poesía. Quería unir con un río de muertos el río Suchiate con el río  Bravo: sendero de muertos contando y hablando de sus historias por vía de la poesía.

¿’Poema-novela-crónica’ que recurre al discurso bíblico: la oración, el salmo...? La Biblia es mi libro de cabecera. Soy predicador, tengo ese discurso en mi cabeza. Lo que yo quería decir, me di cuenta que sólo era posible en la tonalidad de la plegaria, del cántico. De ahí esa fonología presente en todo el cuaderno.

Ernesto Cardenal y Cesar Vallejo se saludan en este libro que es un collage de imágenes y también una suerte de palimpsesto, de artefacto literario...  Son muchas las convergencias de lecturas. Cardenal y Vallejo están en mi formación. me cobija.  Hay una intención de conjuntar muchos elementos. Fue doloroso escribir todo eso.

El Dato: El escritor estudió la maestría en ciencias biológicas y un diplomado en teología pastoral y se ha desempeñado como docente.

¿Centroamérica como una geografía con coordenadas de muertos por donde quiera?  Centroamérica, un lugar mítico en alegoría con Comala, Macondo, Ítaca. Develo mi forma de ver el drama de la migración. Refiero el viaje más universal en este ir y venir de los migrantes. Rulfo se asoma por ahí cuando en un verso se dice: “Vine a este lugar porque me dijeron que acá murió mi padre en su camino hacia Estados unidos”.  Los poemas no tienen títulos, están encabezados por coordenadas geográficas: el lugar donde descansan los muertos.

¿Prosodia cercana al jazz y al barroco? Sí, la tonalidad es muy cercana al bebop y por supuesto a la música barroca, sobre todo Bach. Ciertas atonalidades y rompimientos estructurales de las estrofas tienen que ver con la improvisación azarosa del jazz.

Fragmento del libro

El libro centroamericano de los muertos

Balam Rodrigo

“…y vi claro cómo sus costillas eran atravesadas por la lanza circular de los coyotes, por las culatas de los policías, por la bayoneta de los militares, por la lengua en extorsión de los narcos, y era su sufrimiento tan grande como el de todos los migrantes juntos, es decir, el dolor de cualquiera; antes, mientras estaba Él en Centroamérica, esa pequeña Belén hundida en la esquina rota del mundo, nos decía en su sermón del domingo, mientras bautizaba a los desterrados, a los expatriados, a los sin tierra, a los pobres, en las aguas del agonizante río Lempa: “El que quiera seguirme a Estados Unidos, que deje su familia y abandone las maras, la violencia, el hombre, la miseria, que olvide a los infames caciques y oligarcas de Centroamérica, y sígame”:

y aún mientras caía, antes de las mutilaciones, antes de que lo llevaran al forense hecho pedazos para ser enterrado en una fosa común como a cualquier otro centroamericano, como a los cientos de inmigrantes [...]