DE NOCHE TODOS LOS GATOS SON PARDOS

De noche todos los gatos son pardos
De noche todos los gatos son pardosFoto: Especial
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Gato se acomodó en el rincón soleado ignorando olímpicamente todo lo demás, era un perfecto día de verano, su humano le había servido una abundante ración de aromático atún enlatado, recordó como le había costado entrenarlo y si no lo cambió fue porque daba una rascada justo detrás de las orejas en algo rayano a lo excelso.

Entrecerró los ojos y dejó que el sol calentara su pelaje mientras entraba en estado de transición de Beta a Theta, a Gato le gustaba estirar Theta hasta casi llegar a Delta, para cualquiera de su especie era peligroso entrar en un estado de sueño profundo pues dejaría de estar consciente de las manifestaciones psíquicas de alta densidad y alguna de ellas podría impactar en algún pobre individuo incapaz de observar esos golpes de negatividad.

Eso hacía Gato y le gustaba hacerlo, aunque, hubiera preferido que no le tocara estar con el humano gordo, en su anterior vida le había tocado una humana delgada que daba tres bocados a su comida y luego se la servía, en cambio, este gordo, solo faltaba que rebañara el plato con el dedo y se lo chupara, menos mal que lo había entrenado aunque extrañaba la diversidad de sabores anteriores. En fin, había que disfrutar de lo que se tenía, nunca sabías en donde te tocaría en una de tus nueve reencarnaciones.

Estaba navegando entre alfa y theta cuando una andanada de destellos azul verdosos cruzaron frente a sus cerrados párpados, eran tantos que sus garras se proyectaron de inmediato y los pelos del lomo se erizaron, semejante carga de negatividad solo podía significar que un errante acababa de cruzar, las almas en pena eran lentas, más amargadas que violentas, las preocupaciones que traían era lo peligroso, se asentaban en un lugar entrañable y anhelaban sentir lo que ya no sentían, ver lo que ya no veían y amaban lo que ya no podía ser retribuido, se iban envenenando, agriando, amargando hasta que su anhelo derivaba en algo más funesto. Era raro que un alma en pena se les pasara aunque sucedía y siempre era catastrófico, en ese momento el alma en pena dejaba de ser lenta, se transformaba en puro odio, sin ataduras... errante.

Gato conocía su función, su ancestral función no era cazar las pequeñas motas negativas de la casa, o servir de atrapa sueños de su humano. No, su función era esta, la había sido desde que su especie desarrolló la capacidad de interactuar entre planos y de vez en vez, algún humano evolucionaba hasta servirles de algo más que de proveedores de alimentos y regazos, podían pasar las nueve vidas y no ver nunca un errante o, como en su caso, ser tan joven que se emocionara hasta la impaciencia en lugar de analizar el entorno y clasificar la amenaza. Gato sabía que cada una de sus células estaba preparada, era tan natural como respirar, la caza definitiva, el propósito de cualquier Felidae era asimilar hasta absorber a estas cosas.

Una vez al año las cosas se tornaban extrañas, las ánimas parecían errantes pero solo era la hiperactividad de sus energías en resonancia con la extraña creencia de los humanos de que ese día la muerte era reversible. Nada de que temer excepto cuando alguno veía sin ver y creía hacerlo, entonces si se podrían poner feas las cosas.

El pequeño humano entró a la habitación, casi nunca le prestaba atención a los cachorros bípedos, eran molestos y siempre lo acariciaban a contrapelo y bueno, cada quien tenía sus propias fobias. Hoy no obstante, tenía que proteger al molesto cachorro, era la víctima de mayor facilidad y siempre sería un perder-perder pues, en caso de que sobreviviera podría adquirir la visión y no hay cerebro humano que resista el temor a lo que es y el dolor de lo que fue. El zarpazo fue leve pero entre el susto y la sangre, El infante rompió en llanto y la sal también aleja ciertas cosas que no deben decirse muy seguido.

Una vez solo pues sus humanos atendían heridas acordes a su delicadez, Gato trepó a un ropero, dio un gran brinco y rasgó algo frente a él mientras que ese mismo algo rasgaba algo dentro de él.

Gato había escuchado historias de épicas batallas que duraban semanas entre ejércitos de estos seres y felidae comandando humanos con báculos que lograban conjurar rayos y fuego para enviárselo a los seres que venían en oleadas marchitando todo a su paso.

Gato sabía que él había durado solo unos segundos, que sus ancestros a lo más que llegarían sería a un levantamiento de bigotes y un aplanamiento de orejas pero, aún dentro de su fracaso, algo de éxito existía. sus garras habrían hecho lo suyo, la delicada composición molecular intraplano había sido desgarrada así que su esencia iría goteando hasta desaparecer. Esa era su función... su única función.

Stix yacía tendido sobre la alfombra, nunca dormía profundamente, parecía hacerlo pero nunca lo hacía, así que sabía que algo no estaba bien, levantó a su gordo gato y lo acarició, había ido a llamarle la atención por el rasguño a su hijo pero, ahora, con el cuerpo flácido pero aún tibio, se preguntaba si no le había dolido algo y por eso había reaccionado así cuando siempre había sido dócil y hasta indolente.

Soltó una lágrima, de ausencia y extrañamente pensó en dos cosas absurdas, en que debía tener nueve vidas y en que carajo haría con una dotación enorme de latas de atún. Pobre Stix, merecía un mejor amo.

Abrió los ojos a las dos semanas, a las cuatro sus recuerdos regresaron, estaba en un sucio callejón, sonrió ante el ascenso, estaba seguro que muy pocos habían sido ascendidos al cuidado de ciudad en una vida tan temprana. Maulló pidiendo un poco de atún antes de darse cuenta de que debía ser autosuficiente... entro en el límite entre beta y alfa y se dispuso a cazar a un distraído insecto, un mes más y cazaría ratas de su tamaño y quizá, si iba bien, una que otra entidad negativa. Gato sabía que había personas con más experiencia pero, lo suyo sería tema de leyendas contadas junto con las leyendas de grandes Felidaes de color negro que llevaban un humano a su lado al que llamaban “familiar”.

Sí, Gato tenía una nueva vida por vivir.