SOLUCIONES INTEGRALES

Soluciones Integrales
Soluciones IntegralesFoto: Especial
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El día de mercado las calles se cierran, tampoco es que afecte mucho, es domingo y es el único día en que los atareados habitantes del barrio no tienen que levantarse de madrugada para recorrer horas de frío pavimento para llegar a un trabajo igual de frío y recibir un sueldo que no calentaría ni quemando los billetes.

Nadie circula a esas horas, el sol ya está alto pero, aún hay pandemia así que algunos usan ese día para descansar del sempiterno cubre bocas que llevan de arriba a abajo por todos lados, recluirse es imposible, excepto ese día. El otrora bullicioso mercadito ambulante aguarda expectante que regresen los días de vacas, ya ni siquiera gordas, sino al menos de vacas, de esas que permiten que la economía circule y todos paguen sus deudas o al menos las pospongan una quincena más con un pequeño abono.

Juan espera en su puesto mientras revisa el libro de texto de su hijo, por mucho que se esfuerce, a su bebé siempre le ha costado concentrarse en clase y ahora es prácticamente imposible, las clases televisadas son cercano a lo soporífero y si bien su abuela lo acompaña por las mañanas, no puede supervisarlo y mucho menos subir tareas, así que Juan, aprovecha los horarios muertos del mercado para hacerlo aunque, termina siempre haciendo él la tarea. Es un año perdido, lo sabe el niño, lo sabe él y lo sabe el gobierno que seguramente hará que todos pasen de grado. En ocho meses su vida se ha ido al garete, antes estaba apretado económicamente pero no tenía deuda, ahora le debe a medio Dios, 5 a uno, 25 a otro, al banco que ya lo saludan hasta con afecto los cobradores que llaman en los horarios más incómodos para que les pagues pero, no saben que a las siete que te hablan, tu ya llevas dos horas despierto y trabajando. No contesta, para que hacerlo, solo puede mentir en que pagará pronto y que no se dio cuenta de la fecha o quizá, si anda en modo creativo, cuente la trágica historia del día en que iba al banco a pagar su deuda al completo pero se resbaló con una mascarilla y... no, nunca se lo creen, hacen como que sí y luego te mandan a la encuesta de siempre.

A medio día, Juan supo que no vendería nada, ni siquiera los puestos de verduras que siempre eran los ganones hoy estaban sin que siquiera, las moscas se pararan, ya ni en quincena había movimiento, bueno, quincena para los que aún seguían trabajando, la enorme mayoría capeaba una crisis igual de virulenta que el virus que la había provocado.

A veces, en sus horas más grises, se arrepentía de no haber aceptado ese seguro de vida descontado directamente de su nómina, pensar que solo hubieran sido 3 pesos diarios. El hubiera no existe, ahora lo sabe, pero, parece que tampoco existirá el será y el ahora era una temblorosa cuerda que se cruzaba con los ojos cerrados sobre dos altos rascacielos.

La tragedia no era la falta de dinero o el cierre de oportunidades, vamos, ni siquiera era la pandemia, la tragedia era que le había pasado en el momento en que más responsabilidades tenía y en las que no contaba con la fuerza de hacía unos años. Caray, hasta sus vicios eran motivo de preocupación, solo pensar en el costo de una cajetilla en estos días le sacaba un suspiro de alivio al haber dejado de fumar y beber pero, sacar la cuenta de cuanto había gastado en ello le provocaba un dolor de estómago y por haber dejado el cigarro de golpe, ahora el azúcar se le había disparado y ya era de esa enorme porción de compatriotas que se sumaban a la muerte lenta de la diabetes... las medicinas prohibitivas, las suyas, las de su hijo, las que decían que eran para el Covid, las de la nariz, la de la alergia, la de... era imposible y a eso se le sumaban la hipoteca, la luz, los pagos a plazo, irónicamente, la falta de liquidez lo ahogaba.

Conforme subía el sol aumentaba su angustia, al bajar, daba paso a la desesperación, un día más en que llegaría a discutir con su mujer por falta de dinero, un día más en que sus hijos pequeños le pedirían que les comprara algo y él no podría hacerlo, el mayor de sus niños, se angustiaría por eso y le gritaría a sus hermanos que no había dinero y así, hasta que el nudo estomacal de angustia diera paso al gruñido de hambre y no vería nada en la alacena, de su incipiente clase media ahora con trabajo llegaba a media clase y no había futuro en el horizonte, solo una nube negra de tormenta.

En el silencio de la madrugada, lloraba en silencio y pedía una oportunidad, ya no para él, para su familia, soñaba despierto con ganarse el melate que ni siquiera jugaba, o encontrarse tirado algo valioso que le diera un respiro.

Nada pasaba excepto la misma cruel y desquiciante rutina, la falta de dinero, el exceso de deudas y por consiguiente de problemas, ya lo buscaban para cobrarle y a los tipos que les debía no eran como el banco, esos se cobraban en sangre y no en la de uno sino en la de tus inocentes seres queridos.

Esa era la desesperación que lo llevó a robar pero hasta en ello fracasó, ahora, sentado en los separos ya ni llorar podía, ni siquiera su recuerdo quedaría bien.

En el peor de los momentos se le acercó el sujeto, le sacudió el hombro y le dio una tarjeta con solo dos palabras “Soluciones Integrales” y un teléfono. Lo miró fijamente hasta que el tipo dio la media vuelta y se fue.

Antes que lo procesaran le dieron su derecho a llamar y lo hizo, no a su familia, no a su amigo abogado, lo hizo al número de la extraña tarjeta que llevaba rondando su cabeza, sin ninguna razón desde que se la habían dado.

-¿Bueno?-

No sabía que decir, así que permaneció callado y a punto de colgar cuando la voz habló de nueva cuenta.

-¿Señor Juan? No cuelgue, permítame presentarme, soy su asesor de Soluciones Integrales y usted tiene la maravillosa oportunidad de solucionar todos sus problemas de una vez.-

Era tan absurdo como inverosímil pero, ya no había nada más que perder y era la única llamada, la última vez que hablaría con alguien del exterior, así que pregunto un escueto -¿Cómo?-

-Ah, veo que está interesado, será sencillo, usted solo tiene que aceptar y todos sus deseos se harían realidad.-

-¿Cómo sabes cuales son mis deseos?-

-Porque lo estamos monitoreando Don Juan. Verá, usted tiene tres hijos pequeños, inteligentes pero enfermizos, una mujer amorosa que ya no sabe si se queda por amor o por lástima y le debe dinero a todo aquel a quien le puede deber pero, no obstante, es un hombre relativamente sano, salvo por sus pulmones dañados y su diabetes y básicamente bueno, así que, lo podemos ayudar pues tenemos mercado para... mire, no le voy a mentir ni insultaré su inteligencia. En estos momentos de crisis sanitaria, solo unos cuantos pueden darse el lujo de tener los mejores cuidados médicos y los que pueden pues, ya tienen unas cuantas décadas encima y aún no hay billete que soborne a Cronos. En fin, como le decía, estos sujetos quieren sus órganos y ahora que todo está vuelto de cabeza, ellos encuentran mucho más fácil hacer esto, además claro, que hacerlo de esta manera les quita un enorme peso de sus consciencias.-

-¿Hacerlo cómo?-

-¡Pagando claro está!-

-¿Cuánto?-

-No, no se confunda Don Juan, de usted solo nos sirven los riñones, las retinas, el hígado y su corazón está en veremos si no fue muy afectado por sus enfermedades crónicas degenerativas aunque lleva poco tiempo lleno de azúcar, además queremos hacer algunas pruebas con las vacunas en tu cerebro antes de, bueno... ¿si me entiendes?-

-Por eso, ¿Cuánto?-

-Mmmm la beca de sus hijos hasta la universidad y el tratamiento médico, un pago del “seguro de vida” a su viuda, el pago de sus deudas gracias a un “tío” y, la historia de su muerte de manera heroica tratando de rescatar a unos indefensos transeúntes de los “bad hombres”-

-¿No hay otra opción?-

-Mira Juan, si tienes opción, que tu familia se quede en la pobreza, que se cobren con ellos, que pases tu tiempo en la cárcel y cuando salgas todo siga hecho un verdadero caos y tus hijos se avergüencen de llevar tu apellido, así que sí, tienes otra opción.-

Los niños lloraban más por ver a su mamá llorando que porque entendieran que pasaba, lo único que sabían era que todos les sonreían y les decían que su papá era un héroe y esa palabra si la reconocían, además, su papá siempre había sido su superhéroe.

Estaba enojada con él, la había dejado por rescatar a dos desconocidos y eso no le parecía justo, si de por sí, estaban con el agua al cuello, ahora no sabía como le haría para subsistir y además atender a tres niños. Debió pelear menos y decirle más que lo amaba y que ella siempre estaría a su lado, en las buenas y en las malas.

-Hola señora, soy asesor de Soluciones Integrales. ¿Sabía que su marido tenia un seguro?-