Argentina despide a su héroe

Diego Armando Maradona: la leyenda en un poema de Benedetti

A los 60 años un paro cardiorrespiratorio apaga la vida de uno de los más grandes genios

Diego Armando Maradona en un partido con el Napoli
Diego Armando Maradona en un partido con el NapoliFoto: Especial
Por:

Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa / Y aunque otros olviden tus festejos / Las noches sin amos quedaron lejos / Y lejos el pesar que desalienta”: versos de Mario Benedetti dedicados al mito Diego Armando Maradona. El arte se nutre de lo que fue grandioso, incluso también de las miserias más admirables. Maradona sobrepasó la instantánea de las pausas del tiempo: leyenda que revive en el texto del poeta uruguayo que admiraba al astro, quien para mucho es el jugador de futbol más grande de todos los tiempos. La vida, convicta de las limitaciones mancha los espejos: los mitos están más allá del azogue: el 10 es un guarismo que se adueñó del vértigo de millones de aficionados Tu edad de otras edades se alimenta / No importa lo que digan los espejos / Tus ojos todavía no están viejos / Y miran, sin mirar, más de la cuenta, subraya el autor de La tregua. / El arte hace posible que el milagro perdure en el resguardo del ardor. Todos quisimos que los esplendores permanecieran encendidos: la imagen de Diego suplanta el abatimiento. El beso sobre el trofeo y la luz postergándolo todo: sabíamos que ya le había ganado a las sombras. Qué se le puede pedir a un hombre que entraba a la cancha con el sortilegio del prodigio, su piel sirvió de lienzo para la tinta con el dibujo del héroe legendario. Las cámaras lo consignaron en varias películas; un escultor de Etiopía quiso modularlo en cobre y la vasija del molde se desbordó de fulgores rojos. Dice otro poeta, el español García Montero, que “El fútbol es hoy porque sucede también en el pasado”: como la lluvia de Borges. Como la ventolera aquella que se llama Maradona. Como el diálogo encarnado en el definitivo suspiro en el tacto de su cuerpo entre los cuerpos de la lidia. Palpitante y amoroso llanto salobre anegado en el cáliz de los invictos. Sí, “Hoy tu tiempo es real”, ninguno de nosotros lo interrumpe, hay un rojo que abrasa el fugaz desborde de tu palpitante representación: amada ausencia que será tu estampa.