Faena de Adame pesa más que la sagaz de Pizarro

Faena de Adame pesa más que la sagaz de Pizarro
Por:
  • praxedis_razo

Fría, lluviosa y desabastada tarde en La México para concluir la primera parte de la Temporada Grande, y para despedir a un Pizarro emocional y el debate entre las formas de un Rivera desganado y de un Adame engolosinado frente a un encierro disparejo de hechuras y bravuras.

Con cuatro años y medio de vida, cárdeno oscuro, Don Nacho y sus 536 kilogramos de aplausos, largo bragado, suelto caribello, rabón bien puesto, llegó para iniciar la despedida de Federico Pizarro, perla de percal, guirnaldas y uvas de oro entramadas, y pasó por la pica de un Morales con fortuna, aunque rajado.

Por banderillas acusó fijeza y en la muleta protestó a cada pase, desfondándose muy pronto para acabar mal estoqueado –tropezándose el coleta en el primer viaje–.Don René, zardo delantero, altísimo rabón, morrillazo de media tonelada y ocho de peso, fue el segundo San Mateo y fue la suerte primera para Fermín Rivera, carmesí y recamado oro, quien lo saludó con sendas verónicas caminaditas, rematando con una media de antología.

Frente a sus caballos, el astado se revolvió con feralidad, tiró al primer picador y se fue con buen puyazo en la contraquerencia de Domínguez.

Frente a sus banderilleros, Héctor y Fernando García, todo fue complicado y de valerosidad, pero con la muleta, el cornúpeta se vino abajo, yéndose a tablas, bravuconeando con arreones vacuos ante los tres pinchazos sin resultados, uno hondo final y un aviso.

El dato: 25 años de alternativa cumple en su despedida Federico Pizarro

Cornivuelto de 490 kilos de entrepelado, larguísimo enmorrillado, Don Antonio rompió en embestidas bravas para saludar la capa bregante y juguetona de Gerardo Adame, en traje de alternativa roja y cruces y corazones dorados, para zafarse de la vara de Cobos e imponerse en el tercio de plata, mejor expuesto con José María Villalobos.

Las tandas muleteriles tuvieron que ajustarse al rigor de las embestidas, sometiendo de más al rabón al principio, lidiándolo bien, por pecho, de cerca, por manoletinas al final.

Con pinchazo en hueso, un aviso del juez y el toro apencado, el joven Adame acabó aplaudido.  Calcetero, berrendo en cárdeno, salpicado rabicano y delantero, el morrillo de Don Gustavo y sus 504 de peso fue el ejemplar del rancho El Cuadrado para despedir a Pizarro de los ruedos. Mal estructurado el tercio de palos el San Mateo se adentró al brillante quite por caleserinas, muy de cerca de su matador.

De hinojos y entablado, Federico comenzaba la lidia del toro de su jubilación con mucha emoción y pundonor. Ya estaba en trincherazos, molinetes y pases de pecho sentidos cuando “Las Golondrinas” y la tupidita lluvia se dejaron caer en la arena para abrillantar una faena surtida de pases, lleno de caídas en tierra, cuando todavía llegaron el molinete invertido, la trincherilla y un ramillete de desdenes que dieron a su buena ejecución y mala colocación la última peluda de su carrera al coleta, que sería despojado ya de ésta, la primera de la mojada noche ya.

Don Diego, quasi cinchado berrendo, largo rabicano calcetero, cornivuelto apretado de 539 de peso, llegaba como quinto para un Rivera con ganas de triunfar en medio de la persistencia de un aguacerito que empezó a despedir a los maleducados espectadores.

Medio pasado por los dos primeros tercios, en la última parte de la faena, ya en pleno chubasco, el astado, probón, se desentendió del todo ante su desprendida toledana.

El cierraplaza y cierraguacero, Don Toño, astifino listón bragado, tocado del pitón siniestro, de 509 de peso, se enlodó todo en una lidia de mucha rabia de Gerardo Adame.

Con un aviso en primer tercio, el coleto empezó por lo alto con un péndulo de pundonor.

Por naturales, enrrabietado por la tormenta, animó al respetable ante el mejor embestidor del encierro sanmatense, tanto que atacaba en dobles remates y ya a punto de pasarse de lidia cobró tres manoletinas profundas entre arreones y resbalones.

Templando al toro y al lodazal pegó espadazos perpendicular y trasero, que no bastó para saltarse el descabello fallido e irse con un aviso.