Continúa exhibiéndose

La luz que imaginamos: Un retrato compasivo sobre la soledad y los deseos

Es la primera película de India que se proyectará en la competencia principal de Cannes, en los últimos 30 años

Las protagonistas, en un fotograma de la película. Foto|Especial

Desde la cotidianidad del día a día de dos mujeres que comparten vivienda en la poblada ciudad de Mumbai, en India, con La luz que imaginamos la directora Payal Kapadia nos regala una historia que es precisamente luminosa, como lo sugiere su título, y también poética en muchos aspectos, mostrando la soledad que sienten sus protagonistas junto a los deseos más profundos de estas, mientras continúan con sus vidas en medio de un mundo inmenso que simplemente parece ignorarlas.

Tras recibir inesperadamente un regalo desde Alemania, enviado por alguien a quien no ve desde hace mucho tiempo, la dedicada y respetada enfermera Prabha, interpretada con sobriedad por Kani Kusruti, ve cómo su rutina es alterada y queda afectada de cierta manera, ya que, aunque sigue haciendo las mismas cosas que hace siempre, no es capaz de quitarse esa sensación que ha llegado a ella por el simple hecho de recibir algo de alguien que parecía ya no estar presente en su vida; lo que termina siendo un hecho que abre heridas del pasado.

Al mismo tiempo, la joven y audaz compañera de habitación de Prabha, llamada Anu, a la cual le da vida la carismática Divya Prabha, se encuentra en una encrucijada sentimental debido a que mantiene una relación romántica con un chico cuyo origen complica que puedan ser vistos juntos públicamente a causa de algunos prejuicios apoyados por la mayor parte de la sociedad de India. Anu y su novio deben verse a escondidas la mayoría del tiempo, buscando lugares en los que puedan tener intimidad y mostrarse el amor que sienten mutuamente.

Entre todo lo que ambas mujeres están pasando en lo individual, un viaje que realizan juntas a un pueblo costero les permite encontrar el espacio que, sin saberlo, necesitaban para que sus deseos lograran manifestarse, en lo que terminan siendo momentos oníricos y sumamente liberadores con los que el espectador logra conectar con las protagonistas, mientras puede experimentar una honesta y profunda empatía por ellas.

A través de una narrativa sencilla, pero a su vez más elaborada en ciertas escenas, la directora logra transmitirnos a la perfección los sentimientos que afectan a las dos protagonistas en lo que se convierte en un viaje de redescubrimiento para ambas. La historia se sostiene en un guion escrito también por la propia Payal Kapadia, quien cuida los pequeños detalles y regala diálogos que parecen cotidianos en primera instancia, pero contienen sutiles indicios del crecimiento por el que veremos pasar a los dos personajes principales.

Al final, lo que tenemos aquí es una película sensible que nos invita a pensar sobre nuestras propias realidades y a superar los problemas que se nos presenten, dejándonos ver que sin importar lo mal que luzcan las cosas, siempre habrá una luz de esperanza, incluso en los rincones aparentemente más oscuros.

La luz que imaginamos, que continúa exhibiéndose en diversas salas de cine a lo largo de México, es una propuesta cinematográfica diferente a lo que solemos encontrar en la cartelera comercial y vale la pena acercarse a ella para verla.