En los talleres del estudio Cinema Fantasma, el tiempo se mide en cuadros y no en horas. En un día de trabajo completo, los animadores pueden lograr apenas cuatro segundos de acción. Es la cadencia del stop motion, una técnica que exige obsesión y amor por el detalle. Desde ese ritmo minucioso nació Soy Frankelda, la primera película mexicana realizada íntegramente bajo este método y dirigida por los hermanos Roy y Arturo Ambriz, dos cineastas que desafiaron la lógica de la industria para construir, literalmente, un universo con sus manos.

El filme, que llegará a cines el próximo 23 de octubre, cuenta la historia de una escritora fantasma que anhela contar sus relatos a pesar de los monstruos que la rodean. Pero la trama no sólo es una ficción gótica, es también un espejo del propio recorrido de sus creadores, quienes durante más de una década han apostado por la animación como una forma de resistencia creativa.
- El Dato: Se utilizaron seis ejemplares distintos de la marioneta Frankelda, cada uno con ligeras modificaciones.

“Hacer cine en México es complicado; hacer cine animado lo es más, y en stop motion es el nivel más alto de dificultad”, reconoce Roy Ambriz, en entrevista con La Razón. “Pero lo hacemos por pasión. No me imagino regresar al live action. El stop motion te permite tocar el arte, estar en contacto con la pintura, la escultura, la luz y la música. Te enamora”, agrega.

El origen de Soy Frankelda fue casi accidental. “Nosotros ya trabajábamos con Cartoon Network haciendo publicidad y les presentamos una serie de cuentos filosóficos. Les encantaba todo: que fuera stop motion, que fuera antología, que la hiciéramos nosotros. Pero nos dijeron: ‘La sabiduría no tiene nada que ver con Cartoon Network. ¿Podrían hacer algo de terror?’”, recuerda Arturo Ambriz.
Esa petición detonó una semana de insomnio y reinvención. “No dormimos. Rehicimos todo el concepto, escribimos 10 capítulos y creamos a una narradora nueva: una escritora fantasma inspirada en Mary Shelley pero mexicana. Así nació Frankelda”, cuenta.

- 20 tomas de forma simultánea se hicieron durante tres años
- 100 creativos trabajaron en extensas jornadas en el estudio
El piloto de un minuto se convirtió en un fenómeno. Cartoon Network aprobó la serie Los Sustos Ocultos de Frankelda para HBO Max, y su recepción fue tan entusiasta que los hermanos decidieron expandir el universo hacia el largometraje. Soy Frankelda nació de ese impulso.
“La película no fue planeada como la primera de su tipo en México; simplemente empezó así. Pero cuando nos dimos cuenta de lo que significaba, decidimos hacerlo bien, con toda la fuerza que teníamos”, comparte Roy Ambriz. “Queremos que abra la puerta para que se produzcan más historias animadas y que los distribuidores vean que este tipo de cine también puede vender”, resalta.

El proceso de producción fue titánico. Los Ambriz levantaron una fábrica de imaginación que reunió a más de 120 personas de planta y cerca de 200 colaboradores indirectos. “El corte final involucró actores, músicos, técnicos y diseñadores. Todos mexicanos o latinoamericanos. Y lo más hermoso es que 98 por ciento vivía su primera experiencia en una película”, explica Arturo Ambriz.
- El Tip: Las marionetas se crearon en distintas escalas, con el fin de adecuar la composición visual del set y la profundidad de campo.
Muchos de esos nuevos talentos fueron sus alumnos. “Dimos clases en tres universidades y reclutamos a varios. Era vital que su primer crédito fuera en cine y que sintieran el orgullo de construir algo juntos. Generar comunidad es tan importante como terminar la película”.

La producción requirió 60 escenarios, 20 unidades de animación simultáneas y más de 200 marionetas hechas a mano. Cada figura fue moldeada, pintada y articulada por artistas que pasaban horas tallando pestañas o pintando párpados.
“Un estudio de stop motion es una locura”, describe Roy. “Hay quien pasa 12 horas sentado pintando una marioneta y quien corre todo el día moviendo luces. Es un ecosistema de oficios. Cada quien vive una película distinta, pero todos empujan el mismo sueño”, agrega.
La epopeya creativa tuvo un costo emocional y económico. Soy Frankelda se realizó con un presupuesto ínfimo frente a los estándares internacionales. “Seguimos cerrando cifras, pero te puedo asegurar que es la película en stop motion más barata del mundo en los últimos 25 años”, dice Arturo. “Logramos sacarla adelante gracias a alianzas: estudios de post, de sonido, artistas que se sumaron por convicción. Más que dinero, hubo amor y cooperación”, comparte.
El estudio Polar colaboró en la posproducción, y varios técnicos ofrecieron su trabajo sin cobrar completo. “Fue más una red de favores y de fe que un esquema financiero”, añade Roy Ambriz.

IMPULSO DE MEMO DEL TORO. En ese camino, la figura de Guillermo del Toro fue decisiva. El cineasta tapatío, padrino del Taller del Chucho y ferviente defensor del stop motion, acompañó a los hermanos con consejos y aliento. “Su enseñanza más importante es que vale la pena. Hay días en los que no sabes cómo levantarte, y Guillermo te llama y te dice: ‘Aférrate, vas a salir’. Esa humanidad vale más que cualquier contacto o recomendación”, afirma Arturo.
“Más que hablar de cine, nos enseña con su ejemplo”, añade Roy. “Nos pregunta cómo estamos, nos escucha. A veces nos ha ayudado más que amigos de toda la vida. Nos dice: ‘Aférrense a mí si hace falta, pero sigan’. Eso nos mantiene de pie”, cuenta.
En su centro, Soy Frankelda es una reflexión sobre el arte y la frustración. “Cuenta la historia de una escritora que sólo quiere dedicarse a su arte, pero vive en un entorno que no se lo permite. Es lo mismo que nosotros hemos vivido”, confiesa Arturo. “Hay personajes como Procustes que encarnan a quienes intentaron detenernos. Canalizamos esa ira y esa impotencia en la película”, dice.
La cinta construye un universo paralelo, el Mundo de los Sustos, con su propio lenguaje, cultura y geografía. “Queríamos crear un mundo nuevo, no copiar lo que ya existía. Fue muy difícil porque diseñamos todo desde cero. Pero es un sueño hecho con nuestras manos. Literalmente”, explica Roy.
El rodaje se extendió durante años. “Llegó un punto en el que animábamos 20 tomas simultáneas. Si un animador se enfermaba o se rompía una marioneta, todo se desajustaba. Había gente corriendo, reparando, improvisando. Cada minuto de película es un milagro”, recuerda Arturo Ambriz.
En plena era de la Inteligencia Artificial, Soy Frankelda reivindica lo manual. “El stop motion celebra los procesos, no sólo los resultados”, explica Roy. “Mover una marioneta, ver cómo la luz toca un cabello, es casi un acto espiritual. La IA no puede reemplazar eso”, agrega.
Los hermanos consideran que la eficiencia no es su meta. “Si pudiéramos hacerlo más rápido y ganar más dinero, probablemente no lo haríamos. Nos gusta la lentitud, la textura, el error. Esto es arte físico, tangible. Es nuestra forma de decir que seguimos creyendo en lo humano”, dice Arturo Ambriz.
El estudio Cinema Fantasma se ha convertido en un referente latinoamericano. Mientras finalizaban Soy Frankelda, los hermanos produjeron para Adult Swim la serie Mujeres con hombreras, escrita por Gonzalo Córdoba. “Fue un gran reto hacerlo en paralelo. El guion no es nuestro, pero toda la producción, animación y diseño sí”, comenta Roy”.
Además, ya preparan tres guiones de filmes y dos cortometrajes originales, todos en stop motion. “Nuestro objetivo es que esto no sea un esfuerzo único”, insiste Arturo. “Queremos más películas, más series, más talleres. Que cada estado de la República tenga su propio estudio”.
El movimiento ya germina. En Guadalajara, el Taller del Chucho; en Puebla, Cráneo; en Morelos, Animatitlán y en redes, creadores como Muerte al Buen Cine, forman parte de una generación que apuesta por la animación como oficio. “Es una comunidad vibrante, y nos enorgullece ser parte de ella. Queremos que los productores vean que este cine también tiene público”, afirma Roy.
La expectación crece. El público que conoció a Frankelda en la serie ha formado una base de fans entusiasta. “Niñas que ponen las canciones de Frankelda en sus XV años”, cuenta Arturo. “Eso demuestra que ya pertenece a la gente”.
Además del estreno en salas, la Cineteca Nacional inaugurará este mes una exposición con marionetas, sets y arte conceptual del filme. “Queremos que el público vea el trabajo artesanal detrás de cada escena. Que sepa que cada segundo costó días de esfuerzo”, concluye.


