En “The Motel”, canción del álbum Outside, Bowie afirma: “There is no hell like an old hell”. El viejo infierno al que alude el juego de palabras es el personaje central del libro más reciente de uno de los padres del periodismo moderno.
Gay Talese es de esos autores que no tiene que demostrarle ya nada a nadie. Sobrepasó la cima ya hace tiempo. Sin embargo, El motel del voyeur es el libro con la campaña publicitaria más escandalosa y ruidosa de los últimos años. Ningún otro título ha desencadenado el morbo editorial a tales niveles. ¿El motivo? Justo antes de su salida al mercado Talese declaró que desconfiaba de los hechos que le había revelado su informante.
Resultado: el libro se convirtió en un best seller automático. Y la reputación de Talese no se vio afectada por el ardid promocional. Lo que sí sufrió fue el texto en sí. La crítica se abalanzó a decretar que se trataba de la mejor obra de su autor. Palabras mayores si tomamos en cuenta la producción de Talese, por ejemplo Honrarás a tu padre, la Biblia de la mafia en la que se inspiraría Los Soprano, o piezas ya clásicas como “Frank Sinatra está resfriado”.
El motel del voyeur trata sobre Gerald Foos, un dueño de un motel en Colorado que espiaba a sus clientes a través de unos falsos conductos de ventilación. Hacia principios de los años ochenta invita a Talese a conocer el negocio con la esperanza de que cuente la historia de su afición. El periodista se niega, pero conforme conoce los detalles va inmiscuyéndose a tal grado que termina por volverse cómplice y partícipe de las actividades ilícitas de Foos, que culminan en un asesinato que nunca fue denunciado, lo que implica un delito.
El voyeur lleva un diario en el que ha registrado por décadas los pormenores de los encuentros sexuales de cientos de parejas. En los fragmentos citados por Talese se advierte el cambio en las prácticas sexuales a partir de la década de los sesenta: el verano del amor. Sexo interracial, tríos, lesbianismo, etc.
Pero más allá del valor documental de las citas, y unos momentos picantes, en una ocasión la corbata de Talese cuelga del ducto de ventilación mientras una pareja copula en uno de los cuartos, El motel del voyeur es el libro en el que la pluma de Talese está menos presente que nunca. El predominio de la voz narrativa es la del propietario del local. Y estas voces intercaladas de la primera persona, Talese-Foos, rompen el ritmo de la narración cada capítulo.
Más que un reportaje o una investigación, El motel del voyeur parece el argumento de una película de un Wim Wenders redneck. Por lo que no es de extrañar que los derechos para llevarla al cine ya hayan sido adquiridos por Sam Mendes y Steven Spielberg. Los hechos relatados por Foos son más veraces que los contados por Talese. Quizá porque los
del primero son literatura y los del reportero insisten en construir la realidad. Existe un alto grado de inverosimilitud en lo planteado por Talese, por ejemplo el método utilizado para espiar. Es demasiado imbricado hasta para la mente ultra fantasiosa de cualquier Peeping Tom.
A Talese ya no lo despeina nada, de acuerdo, pero El motel del voyeur es un libro aburridísimo. Pese a su primicia es demasiado conservador. Más que mostrar a un escritor en la plenitud de sus facultades, lo que arroja es una obra en la que su autor se muestra tacaño con la palabra. Pese a todo lo viejo lobo que es Talese, este libro es apenas un ejercicio, del que se pudo prescindir. Si Talese no se hubiera cuestionado su autenticidad y no se rozara la criminalidad por un asesinato no declarado, bien podría pasar desapercibido.
Una virtud de la obra es que Talese puso el ojo en ese viejo infierno al que alude Bowie. No olvidemos que fue en un motel, u hotel, donde atraparon al Chapo Guzmán. Aquí el personaje es el motel, no Talese ni Foos. Y la otra es que el tema del voyeurismo late con rabiosa presencia. Corre un rumor, en el cual creo ciegamente, de que en Tepito se venden cintas de encuentros sexuales sostenidos en distintos hoteles de la Ciudad de México.
Ahí radicaba el libro, en destapar esa cloaca que se reproduce en distintos países. Y que gracias a internet tiene una proliferación demoniaca. Porque una cosa son las sex tapes de las estrellas. Que las suben a la red para asegurarse un escándalo. Y otra que un día vayas a un puesto de películas piratas y compres un disco donde aparezcas fornicando. C

