La extraña y fascinante portada del libro de un escritor llamado Hanif Abdurraqib, al que no conocía, comenzó a obsesionarme hace algunos meses debido a dos elementos básicos: el zorro plateado con una chaqueta deportiva roja y una cadena de oro en el cuello que mira fijamente al lector en un desplante de actitud y coolness (con un fondo azul que contrasta correctamente) y, más que nada, la cita que presume en la parte superior de la portada. Se trata de las palabras de, ni más ni menos, Greil Marcus, quien asegura que “Ni un solo día ha sonado igual desde que lo leí”. Había que ver.
They Can’t Kill Us Until They Kill Us (No nos pueden matar hasta que nos matan), libro de Abdurraqib publicado por la editorial independiente Two Dollar Radio, es una recopilación de ensayos del autor aparecidos en medios como MTV News, Pitchfork y The New York Times. Ensayos que van de un lado del espectro musical —como la cantante pop canadiense Carly Rae Jepsen— al otro —como el afropunk, pasando por la música emo. Sí, justamente ese subgénero del punk que dominó la escena en los dosmiles y que nos hizo sentir a muchos que, ahora sí, el rock estaba bien muerto y enterrado. Y sobre todo, que apestaba.
Había que ver, porque si el respaldo viene de una mente lúcida como la de Greil Marcus es porque, seguramente, algo dejamos pasar por alto en su momento. En Rastros de carmín, Greil Marcus —quien encontró las interconexiones entre el dadaísmo y las chaquetas roídas de los punks setenteros— nos explica el punk como “un cargamento de viejas ideas que al convertirse de un modo sensacional en nuevas percepciones, casi instantáneamente devenían nuevos clichés, pero lanzadas con tanta energía que día a día la totalidad ampliaba sus ecuaciones”. Y eso mismo parece decirnos Abdurraqib cuando expresa lo siguiente: “Toda emoción, cuando se actúa de manera genuina y frente a un público, puede ser una moneda de cambio”.
ABDURRAQIB NACIÓ en 1983, lo cual lo coloca en ese limbo generacional al que le han dado el nombre de Xgennials, es decir, aquellas personas nacidas entre 1977 y 1985 y que tienen un pie en la Generación X y la Milenial. Pero más allá de esas odiosas etiquetas mercadológicas, esto significa que a sus veintitantos años le tocó desgarrarse las entrañas con bandas como My Chemical Romance, Fall Out Boy o Dashboard Confessional. Todo un emo kid que creció en los suburbios de Ohio:
—Muchos de nosotros, especialmente los que éramos adolescentes —se refiere a los chicos que vivían en esos suburbios y que asistían a conciertos de punk o emo o que iban a canchas de basquetbol o futbol soccer a jugar— nos esforzamos por ser algo que no somos. Escapar es vital, en algunos casos como una herramienta de sobrevivencia.
"En Rastros de carmín, Greil Marcus nos explica el punk como un cargamento de viejas ideas que al convertirse de un modo sensacional en nuevas percepciones, casi instantáneamente devenían nuevos clichés".
¿Qué tiene que ofrecerte la música para que la disfrutes y la hagas parte de tu vida?
Para mí articula aquello que en ocasiones no puedo articular a través de otro lenguaje. Ayuda a refinar el enfoque en cualquier emoción que tenga en mi interior y que requiera más precisión. Siempre he usado la música como una herramienta para explicarme lo que me digo a mí mismo y que va más allá de toda explicación.
En tu opinión, ¿cuál es el mensaje que se debe enviar a través de las artes cuando los tiempos se tornan violentos, obtusos, absurdos?
No sé si me gustaría atribuirle al arte la obligación de tener un mensaje para darle una vuelta a los tiempos, pero lo que sí creo es que las artes pueden funcionar en tándem con estos, ya sea a manera de protesta, en pequeños recordatorios de alegría o como un alivio temporal del mundo. Un poco como “Alright” de Kendrick Lamar, que fue un canto de sirenas para los jóvenes activistas de Estados Unidos. La música y las artes deberían responder a los tiempos, de la mano de la gente que más las necesite.
ABDURRAQIB SE REFIERE al tiempo en que el movimiento Black Lives Matter (Las vidas de los negros importan) adoptó el coro de Lamar. Recordemos: Black Lives Matter nació tras el asesinato en 2014, a manos de un oficial de policía, de Tamir Rice, un niño de raza negra de doce años. Aparentemente, Rice apuntaba con un arma a la gente que se encontraba en el Cudell Recreation Center, un gimnasio de Cleveland, Ohio. El arma resultó ser de juguete, pero uno de los oficiales a cargo le disparó al niño en un par de ocasiones, provocando su muerte al día siguiente. En 2016, se llevó a cabo en la Universidad de Columbia, en Ohio, la primera conferencia oficial de Black Lives Matter, llamada Movement for Black Lives (Movimiento por las vidas de los negros). Al término, un policía arrestó a un niño de catorce años bajo el argumento de que llevaba consigo un contenedor abierto de alcohol y que con él abordó un autobús. Lo que siguió es brutalmente conmovedor: las protestas dieron inicio y ya traían canción oficial, “Alright” de Lamar. “We gon’ be alright” (Vamos a estar bien), reza el coro cantado por Pharrell Williams.
Continúa la charla:
Tengo la impresión de que hemos atestiguado el ascenso de la cultura del hip hop, el rap y la música negra como una explosión que muchos deseábamos que sucediera. Pero una vez que los artistas negros se volvieron ricos, poderosos y presumidos, perdieron gran parte de lo que los hacía interesantes. ¿Es eso lo que sucede con las revoluciones?
Bueno, yo aún creo que hay un montón de artistas negros interesantes, en todos los medios. Para mí, la revolución también es la oportunidad de tener a muchos artistas que comparten tu identidad particular hablándole a cada ámbito posible de tu existencia. Todavía no llegamos a ese punto, pero ciertamente nos encontramos más cerca de lo que estábamos hace una década, y yo pienso que vale la pena hacer esa búsqueda.
¿La llegada de Donald Trump al poder es una oportunidad de crear un arte más interesante y político, o se trata de una idea romántica?
No creo que Trump sea una señal más interesante para el arte, pues vale la pena mencionar que muchos artistas marginados ya vivían bajo temor y ansiedad incluso antes de que Trump llegara a la presidencia. Es cierto que, para muchos, esos temores y ansiedades han aumentado, pero no creo que eso signifique que recaiga en ellos la carga de hacer un trabajo más interesante o que responda más a ello. Los artistas marginales le han estado diciendo por años al público que esto ya se veía venir. No sé si hay muchas otras maneras de expresarlo aparte de como ya lo han hecho.
EL LIBRO INCLUYE un capítulo en el que el autor revisa el paso de Barack Obama por la Casa Blanca, cuando le abrió las puertas a figuras de la música negra como Busta Rhymes, Chance The Rapper, Alicia Keys, Janelle Monáe, Pusha T y Common, entre otros. “La historia del pueblo negro en la Casa Blanca se ha ponderado principalmente en posiciones de servidumbre o espectáculo”, nos recuerda Hanif, a diferencia de ese momento inédito en el que había raperos con tenis Nike o Adidas retratándose con el presidente.
—Lo que más me pega —afirma— es que tal vez nunca vuelva a ser así. Cuando me preguntan qué es lo que más voy a extrañar de Barack Obama, sobre todo al enfrentarnos a los años por venir, estoy seguro de que pensaré en algo más grande que el hecho de que dejara entrar a raperos a la Casa Blanca... Pero recordaré que la puerta se mantuvo abierta para el rap y su estética.
En tu libro preguntas: “¿Qué te hace pensar que las actitudes de racismo y exclusión en la escena punk son muy diferentes de las del resto del mundo?”, y explicas cómo es que el punk nació de una necesidad de escapismo para los blancos. Y luego, tenemos a John Lydon usando playeras y gorras con la frase “Make America Great Again”. Pero también tenemos a Kanye West. ¿Qué crees que sucede ahí?
En corto, pienso que el deseo de poder no conoce fronteras. En el caso particular de Lydon y Kanye, tienes a dos personas que han construido sus carreras a partir de la provocación. Y como todos los provocadores, perdieron el interés en provocar a aquellos en el status quo y se volvieron parte de ese status quo, lo cual es, en sí, una provocación. El poder corrompe infinitamente.
El lenguaje es un arma política, y tú lo utilizas a través de la poesía. Puedo identificar algunos de tus tópicos principales, como la pertenencia a un lugar y una escena específica, el rol de los marginados... ¿qué otras cosas te impulsan a usar el lenguaje?
Creo que la idea de que, en nombre de mi propia alegría y de la continuación de mi existencia en el mundo actual, no puedo dar por hecho ningún momento de mi vida. No puedo imaginar un solo momento como algo mundano. Y entonces busco palabras, sonidos, metáforas para alargar el proceso de vivir.
¿Qué escritores te permiten “imaginar el proceso de escritura” actualmente?
Angel Nafis, Safia Elhillo, Alice Walker, Nate Marshall, Fatimah Asghar, Kaveh Akbar, Franny Choi, Jessica Hopper.
"No conozco a estos autores que menciona Hanif Abdurraqib. Pero lo que sí provocaron en mí sus textos fue abrirme a escuchar a esas bandas que desprecié profundamente durante la década pasada".
NO CONOZCO a estos autores que menciona Hanif Abdurraqib, y no sé si empiece una búsqueda de su trabajo en este mismo momento. Pero lo que sí provocaron en mí sus textos fue abrirme a escuchar a esas bandas que desprecié profundamente durante la década pasada. Hanif escuchó esas canciones dramáticas y desgarradoras de la misma manera en que cualquiera de nosotros se clavó con la música que escuchamos: en mi caso, mi ritual consistía en llenar la mochila que llevaba a la secundaria con casets de The Cure (que, por supuesto, tiene un vínculo estético directo con el emo) y los tocaba todo el tiempo en mi Walkman. Entre más depresivos, mejor: Faith, Seventeen Seconds, Pornography, Disintegration. Los escuchaba para sentirme mejor y funcionaba. En la página 78 del libro They Can’t Kill Us... Hanif me lo explica —sí, a mí— de la siguiente manera: “La vida es demasiado larga, a pesar de lo que diga el cliché. Demasiado larga y, a veces, demasiado dolorosa. Pero imagino que he llegado demasiado lejos. Imagino que, en algún lugar, a la vuelta de la esquina, lo mejor está por venir”.
POSTDATA Si el emo no es una razón por la que leerían este libro, en su interior hay otros textos por los que vale la pena: aquellos sobre Marvin Gaye, Prince, Michael Jackson y Whitney Houston. Son oro puro.

