La mañana del 4 de julio, una noticia sacudió al mundo, o por lo menos a una buena parte de él. A través de las redes sociales se supo de la inminente desaparición de la revista MAD, acaso la más emblemática publicación de sátira y humor de Estados Unidos. Una historia de 67 años llegaba a su fin.
Más tarde, la noticia se matizó: para cumplir con el compromiso ante sus suscriptores, la revista seguirá publicándose, pero con contenidos viejos y en el mercado directo, es decir, en las tiendas de cómics. Eso significa, prácticamente, desaparecer. La nefasta noticia es otro síntoma de la severa crisis que padecen tanto el medio editorial impreso como el gremio de la caricatura en la actualidad. Por un lado, el hecho inexorable de que los hábitos de lectura se trasladan a plataformas digitales y que el consumo en dichas plataformas se traga poco a poco a la, ahora, arcaica costumbre de hojear un impreso. Por otro, el cierre sistemático de espacios para artistas gráficos.
Me siento profundamente triste al enterarme de que, tras 67 años, la revista MAD se dejará de publicar. No puedo describir siquiera el impacto que tuvo de niño en mí —es la razón principal por la que me volví weird. Adiós a una de las más grandes instituciones norteamericanas de todos los tiempos.
Así tuiteó ese día Weird Al Yankovic, el afamado músico y cantante de parodias y polkas, alguna vez editor invitado de la revista y quien acaso sea la encarnación musical de lo que es MAD, tanto simbólica como literalmente: locura, desparpajo, incorrección política y una desvergonzada estupidez, aunque cultivada en un fértil suelo de inteligencia y sarcasmo. MAD “fue lo primero con lo que me obsesioné en mi adolescencia. Y me llevó a otras cosas, como Monty Python y Spike Jones, Tom Lehrer o Stan Freberg, Frank Zappa, cosas de ese tipo”.
[caption id="attachment_1028480" align="alignright" width="270"] Fuente: m.comixology.com.uk[/caption]
La crisis al interior de MAD no es algo nuevo. Aparentemente, la revista no ha podido reponerse de la generación milenial, conocida por su franco desinterés y desprecio por lo viejo. Pero para ser justos, esta lucha por permanecer en el interés se ha librado en diferentes momentos de la historia de la publicación. Ya en el año 2000, el caricaturista Al Jaffee —autor del popularísimo Fold-In que aparecía en la tercera de forros— lo expresaba de la siguiente manera:
Creo que el cambio más grande sucedió tras la muerte de Bill Gaines. Y eso fue así porque los nuevos supervisores y editores en jefe se juntaron y dijeron: “La circulación de la revista se ha desplomado, debemos hacer algo para impulsar la circulación, y lo único que podemos hacer en realidad es atraer a la generación actual, más que a la generación que inició con Harvey Kurtzman”. Y quién sabe si la fórmula esté funcionando o no. En mi parecer, está funcionando en muchas áreas. Puede que no se hayan impulsado las ventas notoriamente, pero hay otras cosas que están sucediendo.
Esas otras cosas a las cuales se refiere Jaffee son, por ejemplo, la puesta en circulación de un CD-ROM con todos los números de la revista para ser leídos desde una computadora. O a la inclusión de contenidos nuevos, como el cómic Monroe, escrito por Tony Barbieri y dibujado por Bill Wray, artista que provenía de la troupe de John Kricfalusi (Ren & Stimpy). Cambios radicales para quienes crecieron leyendo las versiones clásicas de la revista.
La jugada de Alfred E. Neuman
Pero, ¿cuáles son los rasgos distintivos de la revista MAD? ¿Qué la hizo relevante para un público tan amplio que trascendió el territorio de Estados Unidos? ¿Cómo llegó a ser lo que fue?
Entre finales de los años cincuenta e inicios de los sesenta, la revista vendía 450 mil ejemplares cada dos meses, contaba con once ediciones internacionales, publicaba 250 libros de bolsillo (como The MAD reader, Utterly MAD, The Brothers MAD, esos libritos clásicos que aún se consiguen en las librerías de viejo), cuatro ediciones anuales (que en ocasiones incluían reediciones de los números de los años cincuenta bajo el título The Nostalgic MAD), editaba discos y vendía mercancía como playeras o bustos con la efigie de Alfred E. Neuman. Por cierto, si alguna vez se han preguntado qué salía en la tercera de forros antes del Fold-In, la respuesta es: anuncios de esa mercancía, precisamente.
En ese momento boyante, el editor era Al Feldstein, quien también provenía de las filas de EC Comics, donde había sido dibujante, escritor y editor de algunos títulos de la New Trend, es decir, todos esos cómics de horror y ciencia ficción que escandalizaron al público de la época. Cómics en los que el artista principal era Harvey Kurtzman, creador y, en la primera etapa, editor de MAD. Cuando Gaines decidió vender la revista, Kurtzman lo demandó, exigiéndole el 51 por ciento del valor de la revista y el control de la misma, a sabiendas de que no aceptaría el trato y, simplemente, lo dejaría marcharse con Hugh Hefner a probar nuevos caminos.
[caption id="attachment_1028479" align="alignright" width="270"] Fuente: sdcomicfest.com[/caption]
La razón por la que Gaines había vendido la revista es que, en esos años, las compañías pagaban en impuestos hasta el 89 por ciento de sus ganancias al ISR gringo, el cual intentó aplicar esa medida a un millón de dólares que poseía MAD. El contador de la revista ideó la manera de evadir esos impuestos: venderla precisamente por un millón de dólares de anticipo a una compañía que atravesara por un desastre fiscal. Y fue así como, por un momento, la revista MAD fue propiedad de una compañía que manufacturaba maquinaria textil. Luego de diversos enjuagues y truculencias financieras, Gaines terminó con varios millones de dólares más en su bolsillo, que de por sí era ya tan ancho como él.
Todo este tejemaneje monetario es relevante por una sencilla razón: Al Feldstein, tras enterarse de la gran cantidad de dinero que había acumulado Gaines, se le acercó y le dijo: “Yo no soy Harvey Kurtzman, no quiero el 51 por ciento, pero podrías haberme dado una rebanada de ese lindo pastel que he creado para ti”. Gaines accedió, Feldstein pasó de ganar 15 mil a 18 mil 500 dólares al año, y por eso comenzó a llamarlo “el editor mejor pagado del mundo”. Coincidió con la época boyante de MAD que mencioné arriba. Feldstein le dio forma a la versión que nos tocó leer a las generaciones más recientes, con la que llegó a vender hasta dos millones de ejemplares por número.
MAD, A. F. (Antes de Feldstein)
Hasta antes de Feldstein era una publicación muy diferente. Comenzó como un cómic a color que parodiaba los títulos de la mencionada New Trend de EC. Por eso, en sus comienzos aparecen historias como “Shadow!”, “Outer Sanctum!” o “Mole!”, versiones humorísticas de los cómics de género. En su primer número, el editorial afirma: “Estás sosteniendo en tus manos al hijo de nuestros sueños. Nos la hemos pasado muy bien creando MAD... y esperemos que MAD tenga una larga y exitosa existencia. ¡Pero tú, el lector, serás quien lo decida!”.
Este nuevo cómic, totalmente fuera de lo común —comparado con lo que había en los puestos de revistas estadunidenses y con lo que la misma EC editaba—, tardó en venderse bien. Pero en el número 24, la decisión de Kurtzman de dejar el formato de cómic y convertirla en revista, resultó un punto de quiebre. Por un lado, EC tenía detrás al doctor Fredric Wertham, con su libro de 1954 Seduction of the Innocent. The Influence of Comic Books on Today’s Youth, y por el otro, a la recién creada Comics Code Authority y su sello de aprobación que regulaba los cómics. Con la transformación de cómic a revista, MAD ganó en sofisticación y, se puede decir, fue un acontecimiento tan importante para la cultura popular como la creación de Playboy. Su éxito fue tan inusitado que brotaron imitaciones por todos lados. Títulos como From Here to Insanity, Snafu, Cuckoo, This Magazine is Crazy, Thimk, Frenzy, Loco, Nuts, Zany o Franctic hacían referencia al título de la revista original y trataban, no siempre dignamente, de igualarla.
Hasta allí podríamos marcar la primera etapa de MAD, aún bajo el mando de Kurtzman. Al Feldstein —quien se había retirado para editar otra revista humorística llamada Panic— regresó al regazo de Gaines y le pidió el control de la publicación. Luego afirmó: “Yo la resucité. Se había hundido hasta volverse trimestral porque Harvey no la terminaba. Y yo tenía mis propias ideas. Yo adapté a Alfred E. Neuman, lo volví la mascota de nuestra revista”.
Alfred E. Neuman es, sin lugar a dudas, la imagen por antonomasia de MAD. La gente suele confundir al personaje con la revista y piensa que el nombre del “niño idiota” —descripción de origen— es MAD. Con su diente faltante, el pelo desaliñado y su sonrisa idiota llena de un cinismo penetrante, lleva en sí el alma de la revista y del usual gang of idiots. Alfred hizo su debut como personaje principal en la portada de la revista en el número treinta, publicado en 1956. Aparece como candidato presidencial y lo acompaña el eslogan que lo ha acompañado todos estos años: What, Me Worry? En el siguiente número, el 31, es una de las caras del Monte Rushmore. En adelante, Alfred interpreta a todo tipo de personajes de la cultura popular: Darth Vader, Bart Simpson, Robin, Santa Claus, el bebé de Rosemary. Esta cualidad elástica ha sido muy conveniente para acomodar a la revista en cualquier lado del espectro político. Según Feldstein, MAD no es una revista liberal, pues tiene la capacidad de burlarse de ambos lados, tanto del conservadurismo como de su opuesto. Es tal su resonancia entre el público que el 4 de noviembre de 1959, Alfred hizo una delirante aparición en el programa Another Evening with Fred Astaire, donde el bailarín, portando una máscara del personaje, baila una pieza llamada “Who Stole the Kishka?”.
Feldstein fue también el encargado de convocar al grupo de creadores clásico. Bajo su mando estuvieron artistas y escritores como Al Jaffee, Don Martin, David Berg, George Woodbridge, Bob Clarke, Mort Drucker, Jack Davis, Larry Siegel, Frank Jacobs, Antonio Prohías y Sergio Aragonés. La plana mayor de la revista, o the usual gang of idiots. Mientras que Gaines tenía poder de veto para las portadas, todo lo que se escribía y dibujaba para la revista era, en su caso, aprobado por Feldstein, quien fue editor de 1956 a 1984:
Todo pasaba por mi máquina de escribir. Todo, desde el día en que llegué hasta el día en que me retiré, cada palabra que apareció en la revista MAD pasó por mi máquina de escribir, ya fuera tal y como había llegado o con adiciones.
Como ya anoté, Feldstein fue el editor que forjó la revista en su forma clásica. Si uno hojea un ejemplar de los años ochenta y otro de los cincuenta, encontrará que la revista no cambió mucho que digamos. Algunos artistas dejaron sus páginas o aparecieron nuevas secciones, pero es en sí un mismo concepto, repetido una y otra vez. El modelo Feldstein, que detrás tenía al gigantón de Gaines, de quien Sergio Aragonés decía que, si de él dependiera que no se infartase, se bajaría el salario a la mitad. Y por cierto...
Epílogo Aragonesiano
Puedes decir que MAD se quedó en el pasado. ¿Comparada con qué? [...] Generaciones enteras de lectores llegan y se carcajean porque tocamos los nuevos temas a la manera antigua. Si de pronto saliera una revista con un humor nuevo, mataría a MAD. ¿Pero cómo es que no ha muerto MAD? Porque no ha salido nada. Nada. [...] Claro, ahora hacemos las cosas con más lentitud y nos estamos volviendo viejos. [...] No le tenemos miedo a la competencia. ¿Crees que Mort Drucker le teme a algo? ¿Crees que Jack Davis le teme a algo?
Ése era Sergio Aragonés en 1989. Algo podemos decir: la mayoría de esos artistas ha muerto ya y MAD ha muerto también. Pero ni esos viejos y grandiosos artistas ni MAD murieron con miedo. Porque, ¿qué les preocupaba?

