El disco de rock más interesante y alucinado que he escuchado este año es South of Reality de Les Claypool y Sean Lennon. Por eso, cuando supe que jalaban pa'l rancho con música y acompañamiento, armé los boletos para el lodazal del Hipnosis. A Primus, el otro grupo de Claypool, lo enfrentamos en enero y fue como torear un mamut que nos dejó sin aliento. El Delirium en aceite nos dejó sin cabeza. Lo dijo Claypool al micro: Man, you blew my mind.
Subieron a tocar a las diez de la noche mientras nos caía una lluvia pertinaz. El dúo del bajista más innovador en los últimos años con el estupendo guitarrista de Ghost of a Saber Tooth Tiger viaja en vivo con el baterista de Cake, Paulo Baldi, y el tecladista de Stone Giant, João Nogueira. Nos bajaron las estrellas líquidas con “Astronomy Domine” de Pink Floyd, la que abre el disco de tributos Lime and Limpid Green, y con ella Huixquilucan recuperó su estatus de Pueblo E. T., donde la unión del hongo y el ovni es tradición. Fuimos abducidos por la psicodelia progresiva y espacial en la que prácticamente tocaron el bitlesco South of Reality: “Little Fishes”, “Blood and Rockets”, “The Moon”, “Boriska”, “Easily Charmed by Fools” y “Like Fleas”. El lodo bajo nuestros pies temblaba como una gelatina gigantesca en la que terminamos hundidos. Pero ellos tocaban “Cricket and The Genie” y “Breath of a Salesman” del no menos fantástico The Monolith of Phobos. Boquiabiertos como Richard Dreyfuss en Encuentros cercanos, atestiguamos otros dos covers extraterrestres: “The Court of The Crimson King” y una reinvención de “Tomorrow Never Knows” que nos hizo temblar de energía lisérgica.
"El que se reveló como un guitarrista de altura fue Sean Lennon. Tiene asimilados los géneros".
Pese al clima, la atmósfera que brotaba de aquellos altavoces como río encantado de colores convirtió el bosque en un reventón de chaneques y marcianos atraídos de las pirámides mexiquenses. Claypool es un magazo absoluto con su bajo Pachyderm, prestidigitador de cuatro cuerdas y creador de la polka psicodélica, ese licuado alucinógeno de ritmos, estilos y técnicas que no deja de sorprender. El que se reveló como un guitarrista de altura fue Lennon, la Bilt Zaftig plateada es elástica entre sus manos al sacarle sonidos voladísimos. Tiene asimilados los géneros y prefiere crear el suyo saltando de uno a otro. Fue una lástima que tuvieran los minutos contados. Al final, en un solo de guitarra fuera de serie, el hijo de John y Yoko empezó a manipular los pedales de efectos con las manos. Puso la guitarra en el piso y se acostó acariciándola, tocando los efectos hasta alcanzar un feedback perfecto y abrumador, en armonía con el zumbido del bajo de Claypool que reposaba contra el amplificador.

