Sobremuriendo, bienbebido y recrasheado (autoretrato a los 47)*

Sobremuriendo, bienbebido y recrasheado (autoretrato a los 47)*
Sobremuriendo, bienbebido y recrasheado (autoretrato a los 47)* Foto: Jean-Michel Basquiat

He regresado a casa borracho. Rebotando en las paredes como pelota de pinball sin fundamento. Con la edad a cuestas como un trofeo oxidado y maltrecho. Sin un peso en la cartera y la sed sin apagar. Con los pensamientos en llamas por culpa de una promesa sin cumplir. Llevo una vida de cerveza y me inflamo por todo. Soy un bato norteño. Fui un niño lagunero y si la fatalidad no lo impide seré un viejo norestense. Me fui de putas con David Keenan a la frontera. Y lo vi perseguir gallos de pelea por las calles de Tijuana a las siete de la mañana después de salir del Hong Kong con las manos perfumadas por la entrepierna de media docena de teiboleras de distintas nacionalidades. Tengo un acervo de memes más grande que el archivo del blog del narco. Abrí una cuenta en Discogs. Mi colección de viniles supera los 800. Sesenta son de Neil Young (incluidos dos box set). He publicado diez libros, pero para el barrio siempre seré el rifado que le disparó en la cabeza al vecino indeseable con un rifle de postas. Soñé que se moría David Bowie. Lloré en la madrugada hasta empapar la almohada. Desperté con la creencia que había sido una pesadilla pero era verdad y ahogué la pena en alcohol mientras escuchaba Blackstar en repeat durante tres semanas. Alguna vez me enamoré de una pistola. Las vías del tren se interpusieron entre nosotros y tuve una fascitis plantar que me hacía renguear como Jimmy Darmody. Me tatué a Jack Kerouac en el brazo. Porque lo amo con locura. Yo también fui un adolescente beatmaniaco. Nunca he ido a terapia. Todo lo que sé del psicoanálisis lo aprendí en Los Soprano. Estoy leyendo la biografía de Mark Lanegan. Sus páginas me han despertado el deseo irrefrenable de probar todas las drogas del mundo. Mientras, escuchaba toda su discografía con los Screaming Trees y en solitario. También leí El parche caliente de Fabián Casas y adopté un perro callejero el 24 de diciembre al que bauticé Jersey en honor a la novela. Me volví adicto a los conciertos más que a la cocaína durante mis años salvajes. He asistido a más de los que puedo recordar. Mi favorito sigue siendo Sonic Youth en el Circo Volador. He perseguido a bandas por varias ciudades del país y del extranjero. Algunas lo merecían. He subido dos veces a la plancha. Una para que me extirparan un lipoma de la espalda. La otra para hacerme la vasectomía. Y aunque no quisiera volver a entrar a un quirófano sé que pronto tendré que repetir la experiencia. He comprado toda la discografía oficial de Bob Dylan en cd. Este año descubrí la obra de Bonnie Jo Campbell. Es mi nuevo héroe literario. He caído seis veces en la cárcel. Me he quedado toda la noche sin dormir para ver jugar a Novak Djokovic a las cinco de madrugada por televisión. Me estrellaron una botella en la nariz por firmarle el pecho a una lectora enfrente de su novio. A petición de ella. Sangré como los luchadores rudos en las funciones de los jueves en la Arena Olímpico Laguna. Pero al día siguiente estaba como si nada. Me recupero más rápido que Wolverine. He comprado droga en droga on line, sin meterme en líos con la ley. Llega a mi domicilio con la naturalidad con la que a alguien más le entregan paquetes embarazados de utensilios de cocina o kits de belleza. Me fui de peda con Mariana H por Tepito y La lagunilla. Discurrimos por entre un mar de sonideros con litros de cerveza en la mano y visitamos el altar de la Santa Muerte. He regresado a casa borracho. Viejo, ebrio y perdido. Con un conjunto norteño de sordomudos que tocan sus canciones sólo con los instrumentos del lenguaje de señas para que los vecinos no llamen a la policía. Pero de todos modos la llamaron cuando tocaron “El mono de alambre” y se acabó la fiesta. Este año en mi recuento de Spotify me salió que el artista que más había escuchado era Brian Jonestown Massacre. Me he aficionado a la gomita. Otro vicio más, no puede ser. Estoy en busca de ese billete de 500 que extravié en un pantalón así como otros persiguen la paz meditando dos horas diarias. Estoy en busca de un remedio definitivo para la colitis. La vejez es una tierra incógnita. Tengosed de la mala, de esa que te empuja a despertar en códigos postales desconocidos. He conducido hasta el culo de ácido. He subido cerros los domingos para aventar la cruda atroz que produce el vino tinto. He pagado mi karma con intereses demasiado altos. He perdido mis audífonos cuando más los necesitaba. He subido de peso por no tener autocontrol con los burros del Apa. Mi sueño es montar una cantina y no permitir que entre nadie. Bebérmela hasta quebrarla y después pedir limosna. Me compré un Mazda 3 para llevar a mi hija a la escuela. Una vez me paró el alcoholímetro. Me libré de ir al torito. Ese día me gradué como borracho profesional. Sé que moriré antes de publicar mi mejor libro. He bebido en los antros de Garibaldi con una tarjeta que no es mía, que me encontré tirada. Y me he quedado dormido en el Toledo en la madrugada, un after hours que no cierra nunca, mientras putas y travestis danzaban alrededor mío. Viajé ocho horas a Memphis para visitar Graceland pero no pude entrar. Estaba a tope de lsd y cuando llegué estaba cerrado. En compensación me fui a los estudios Sun Records y tuve una epifanía al contemplar la puerta en la parte de atrás del edificio, ese lugar por donde seguro Elvis salió muchas veces a tirar botellas de cerveza vacías en el contenedor de la basura. He regresado a casa borracho, después de que la fiscalía me detuviera por traer una placa colgando. Se le había zafado un tornillo, pensaron que el carro era robado, me soltaron después de comprobar quees mío. Vi a IDLES en vivo. Vi a Shame en vivo. Vi a Amyl and the Sniffers en vivo. Nunca he visto a los Viagra Boys. Pero lo haré. Soy un coleccionista de té. Soy un coleccionista de malviajes. Leo en el rostro de la sufriente humanidad cada orgasmo sin nacer. Escucho los grandes éxitos de mi vida con un trago en la mano. Ciudadano ejemplar de la ansiedeath, I’m in love with this modern world, salud Luca. Hoy es mi cumple. Continuaré regresando a casa borracho. Hasta que el fantasma de Mark Fisher me lo permita. Y como todos, conservaré mi derecho a desaparecer.