La vida es una sombra que pasa
un pobre actor que presumiendo,
consume su turno sobre el escenario,

Tres bajistas que ya no están / III
lleno de ruido y furia
para jamás volver a ser escuchado.
Es una historia contada por un bufón,
llena de ruido y furia,
significando nada.
—W. SHAKESPEARE, MACBETH, ACTO V, ESCENA V.
El teatro es el único arte que tan sólo es cuando ocurre. Antes o después, cuando más, es literatura, recuerdo o proyecto incierto. Depende del tiempo, de su percepción en un presente, en un momento. Antes o después significa Nada.
Para muchos Pirandello es ya un clásico, pero para serlo tiene que pasar la prueba del tiempo. Tiene que ser verificado en escena, frente a un público en el aquí, en elahora. David Olguín se dio a la tarea de aplicar el examen montando la obra Cada quien a su manera con el elenco estable de la Compañía Nacional de Teatro. Dudo que algún productor privado, al menos en nuestro país, estuviera dispuesto a correr ese riesgo; finalmente esa es una de las funciones de la CNT. Arriesgarse a difundir la dramaturgia universal más allá de una posible recuperación de lo invertido en la taquilla.
Nacido en Sicilia en 1867, Pirandello es de los pocos y muy selectos autores cuyo nombre bautiza un estilo. Para muchos, precursor de los que Martin Esslin llamó Teatro del Absurdo, pese a la inconformidad de Ionesco frente a semejante etiqueta, lo “pirandelliano” se asume como la recurrencia del teatro dentro del teatro. Y digo recurrencia porque lo hace en varias de sus obras y porque es un recurso muy efectivo, de antecedentes notables.
Su espléndida novela El difunto Matías Pascal (afortunada coincidencia con el apellido del escenógrafo del montaje que nos ocupa), Esta noche se improvisa y la más célebre de todas sus obras, Seis personajes en busca de autor, tienen diversos y muy importantes antecesores. Shakespeare sin duda: Hamlet, Sueño de una noche de verano y el soliloquio del usurpador escocés frente al cadáver de su esposa; La vida es sueño y El gran teatro del mundo obviamente, pero también la obra de su contemporáneo Unamuno: Niebla o García Lorca y su Comedia sin título.
El propio Olguín ha transitado por este camino infinito de poner un espejo frente a otro. La representación (que ahora cumple cuarenta años desde su estreno), La puerta del fondo o Bajo tierra por mencionar algunas, ahondan en esta metáfora.
Escrita en 1924, Cada quien a su manera comparte con los autores mencionados la desazón frente a la existencia y su sentido o falta de él. Los horrores de la primera Guerra Mundial en donde la “modernidad” fue experimentada y comprobada su eficacia con varios millones de muertos, hizo tambalear todos los valores y certezas del entonces todavía cercano siglo XIX. ¿Seguían siendo válidos preceptos como el Honor, la Lealtad o la Congruencia? ¿No era el mundo todo, más que una farsa? ¿Una comedia boba a la cual asistimos para aplaudir sin saber exactamente por qué?
David Olguín adapta y trae a nuestro tiempo a los personajes que están fuera de la escena. En la calle, en el propio vestíbulo del Teatro Julio Castillo donde se presenta, en el patio de butacas y hasta en el baño. Todos ellos los momentos más ágiles y divertidos de esta puesta. La cuarta pared es rota de manera inmisericorde y efectiva, al grado de subir a los espectadores al escenario, pero no se preocupe espectador, es de manera voluntaria sin riesgo alguno de ridículo.
La anécdota principal, una discusión en torno a un altercado que tuvo lugar el día anterior entre Doro Palegari y Francesco Savio acerca de una actriz, Delia Morello, por la que se ha suicidado un joven pintor, quien en la víspera de la boda fue traicionado por la mujer, que comenzó una relación sentimental con Michele Rocca. Y aquí apenas comienza el enredo.
Los personajes a los que hacen referencia los otros personajes se encuentran entre el público observando al mismo tiempo —pero desde distintas realidades—, lo que ocurre en escena. Y justamente aquí es donde cuaja el tan mentado término de “pirandelliano”, en donde pasamos de un plano de ficción a otro, quedando la realidad atrapada en el medio.
Sin duda esta es una de las producciones más cuidadas de la CNT, la escenografía de Gabriel Pascal y el vestuario de Estela Faguaga son impecables y de enorme contundencia. Un elenco sólido en donde destaca la versatilidad de Roldán Ramírez, y una mano sólida en la dirección que logra dar unidad a los muy diversos estilos y escuelas de actuación que un reparto tan grande conlleva.
Última llamada para ver este montaje, termina temporada la próxima semana, aunque probablemente pase al repertorio de la Compañía. Buena oportunidad para comprobar qué tanto ha pasado el tiempo sobre la obra de este clásico contemporáneo.
