Gente normal arrastrada al infierno. Entrevista con Santiago Roncagliolo

ESGRIMA

Santiago Roncagliolo
Santiago Roncagliolo Foto: Richard Hirano

El escritor peruano Santiago Roncagliolo (Lima, Perú, 1975) se ha consolidado como uno de los autores más destacados de thrillers en Latinoamérica. Su capacidad narrativa permite llevar el género fuera de su zona de confort, integrando elementos históricos, políticos y sociales en contextos que parecen desafiar las leyes del suspenso. Como creador ha experimentado distintos formatos. En el 2019 escribió el texto para audiolibro El accidente (Storytel), narrado por la actriz mexicana Vanessa Bauche (Amores Perros, 2000), una historia en la que Maritza Fontana, madre amorosa, esposa modelo y empresaria exitosa, ve iniciar ante sus ojos un caos que pondrá en juego todo por lo que ha trabajado en el transcurso de su vida. En el 2024, Seix Barral publicó la obra, logrando así algo en lo que Roncagliolo cree fielmente: el sentido híbrido de la literatura.

El accidente se publica después de dos novelas en las que abordas temas densos: los abusos sexuales de la Iglesia y la Santa Inquisición en el siglo XVII. Imagino que te requirieron mayor esfuerzo en su realización. Y aunque esta novela también toca temas complejos como lo son el narcotráfico y las disoluciones familiares, me da la impresión (por el ritmo con el que llevas al lector) que el proceso fue más fluido. ¿Cuáles fueron las diferencias respecto al proceso creativo?

Creí en que era una historia que leería Vanessa Bauche y que todo dependía de su voz para quien escuchara la historia. Pensé cómo hacer para sostener la atención de alguien que escucha una novela y no la lee. La solución fue hacerla vertiginosa, que no se pudiera soltar. Entonces entendí que mis referentes no debían ser libros, sino series como Breaking Bad, Ozark, The Sinner… series de gente normal que se ven arrastradas al infierno.

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El thriller es un género que parece darse mejor en ciertos contextos: la mafia napolitana en Italia, barrios del Bronx o Los Ángeles, en Estados Unidos, los estados de Tierra Caliente, en México. ¿Cómo construyes un thriller tan verosímil en un Perú, donde podría pensarse que los temas de la agenda política y social son otros?

No he vivido en Perú desde hace casi un cuarto de siglo y sospecho que mi Lima es una especie de Macondo en gran parte inventada, que habla de América Latina, que los mexicanos leen como México, los argentinos como Argentina, los colombianos como Colombia… y que resume muchas de las cosas que pasan. Esa es la vocación de mis historias, que se puedan leer y entender en cualquier lugar.

Nuestras ideas del bien y del mal dependen de dónde estamos y quiénes somos. He visto a mucha gente hacer cosas atroces creyendo que hacen las cosas más buenas

Conociendo tan bien Barcelona, que es donde llevas ya tantos años radicando y con la opción de ambientarla allí como hizo Juan Pablo Villalobos con su novela No voya pedirle a nadie que me crea, ¿por qué volver a Perú? ¿Hay alguna especie de nostalgia, vínculo o deuda personal con él?

Porque en España nadie creería que una mujer que quiere proteger a su hija no va a la policía. En España la gente confía en la policía. Pero también porque esta es una historia latinoamericana. En mis dos libros anteriores, aunque se habla de Perú, se tratan al mismo tiempo temas globales.

¿La obra proviene de una exploración temática o más de la condición humana?

A mí me interesa la exploración psicológica, cómo son las personas. Esta es la historia de una madre descendiendo al infierno para salvar a su hija, también la historia de una madre que por dolor arriesga y destruye a sus hijas. A final de cuentas es una tragedia griega: es Orfeo, Medea. Me interesan temas universales. El lugar donde ocurran es mero decorado.

Esculpir personajes puede ser fácil si apelamos a rasgos estereotipados. En la novela hay algunos que podrían pensarse así, pero en otros existe una dualidad impresionante de identidades, donde no sabes hasta dónde son capaces de llegar. ¿Cómo construyes esa complejidad?

Observo a la gente. Tiene que ver con mi condición de extranjero en todos lados. Lo que es bueno en un sitio es malo en otro. Nuestras ideas del bien y del mal dependen de dónde estamos y quiénes somos. He visto a mucha gente hacer cosas atroces creyendo que hacen las cosas más buenas. Los que sienten legitimidad para hacer las peores cosas son los que creen que persiguen un ideal noble. Me interesa que el lector piense qué tan monstruo habría sido de estar en las mismas circunstancias que los personajes.

Maritza es de esos personajes que generan muchas reacciones en el lector. Lo que le ocurre, la orilla al caos y a emprender acciones, lo cual hace que por momentos la admiremos, mientras que en otros la odiamos y juzgamos. ¿Qué representa Maritza en el mundo real?

Ella de alguna manera tiene que ver con la simbiosis que existe en América Latina entre el dinero y la mafia, que son cada vez más difíciles de distinguir. Si tienes mucho dinero vas a contratar gente para que haga cosas que el Estado debería hacer y probablemente vas a proteger ese dinero de manera que el Estado no lo vea. De allí a lo ilegal hay dos milímetros. Una vez que cruzas esa línea ya no hay marcha atrás. América Latina y el crimen están separados por una línea muy borrosa.

La obra es una montaña rusa. En cada página adquiere más velocidad, se complica y tiene unas vueltas de tuerca bien colocadas. ¿Cómo lograste ese efecto adictivo y emocionante que tanto están destacando los lectores en ambos formatos?

Viene de estudiar mucho la estructura de Crónica de una muerte anunciada de García Márquez, el mejor thriller del siglo XX latinoamericano. Sabes que va a ocurrir algo, todo el mundo sabe que va a ocurrir algo, pero pasan tonterías que impiden llegar a ese punto. Esa estructura me parece esencial. Lo llamaría “el thriller trágico”, el destino fatal que se va a cumplir, aunque basta un poco para que no se cumpla. El suspenso está en cómo todo va saliendo mal.

¿Qué piensas de estos tiempos donde existe un boom de formatos literarios en medios digitales: podcasts, audiolibros, series, reels de TikTok, Instagram, videos en YouTube… Todo un mundo sugiriendo qué libros leer.

Es un mundo muy interesante, lleno de formatos híbridos. Podcasts que se adaptan a libros y libros que se convierten en series. En cada formato encuentras cosas diferentes. Eso es fascinante. Son experiencias narrativas excitantes. Aunque también hay un exceso de información, vas filtrando a partir de en quién confías, quién tiene un gusto como el tuyo. En la política el exceso de información me parece un problema, en la literatura no.

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