Miedo a envejecer

EL CORRIDO DEL ETERNO RETORNO

Anthony Bourdain y Kurt Cobain.
Anthony Bourdain y Kurt Cobain. Foto: Imagen creada con IA.

Conforme me acerco peligrosamente a los cincuenta, he comenzado a experimentar ansiedad por mi proceso de envejecimiento.

Mi crisis radica no sólo en el hecho de que nunca imaginé que viviría medio siglo. He cometido ciertas barbaridades que desafiaron a más no poder esa posibilidad. Se debe primordialmente a que nunca me he visto a mí mismo como un anciano. Y no porque vea la vejez con desprecio. Simplemente creo que no fui diseñado para serlo. Me cuesta construir en mi mente una imagen de mi cuerpo acuciado por el paso del tiempo.

Desde joven siempre preferí la compañía de los mayores. Sin embargo, nunca pensé que me convertiría en uno de ellos. Hoy los compas de mi edad se encuentran en el mismo umbral. Lidiar con algo que parecía muy lejano y ahora es inminente. Después de leer El pericazo sarniento, una lectora me preguntó cómo es que seguía vivo. Comparto su asombro. No sé cómo lo he conseguido.

Mi miedo a envejecer no está relacionado con la aproximación a la muerte. No me voy a sorrajar un tiro mañana. Ni nunca. Pero tampoco me seduce pasar más tiempo del necesario en este plano. Ojalá la vida sea benévola conmigo y me recoja a tiempo. Pero tampoco antes. Eso sería una tragedia. Pero no por lo prematuro, sino porque necesito una cantidad de tiempo específico para escribir todo lo que tengo proyectado en mi cabeza. Concluida la tarea, no tendré problemas para despedirme.

Nirvana me cambió la vida en la secundaria. Primero con su música. Y después con el suicidio de Kurt ya en la prepa. He escuchado a la banda desde entonces de manera obsesiva. Pero a partir de los cuarentas la muerte de Cobain ha ocupado cada vez más mis pensamientos. ¿Será que mi temor a envejecer se deba a que soy un miembro de la Generación X? Ser adolescente en los noventa es una de las mejores cosas que me ha pasado. Pero también una de las peores. La herencia que recibí del grunge fue el terror a la tercera edad. Fue la última gran década del rock. Sin embargo, talentosos músicos de esa época no estaban destinados a sobrevivir. Y siento que ya he robado demasiado oxígeno. No sé si se deba a una culpa inconsciente por todavía seguir aquí cuando ellos ya no están.

Kurt Cobain en particular no estaba diseñado para sumar años. Imagino lo insoportable y ridícula que le debió resultar la idea de envejecer con dignidad. ¿Se puede? Claro. Ejemplos sobran. Iggy Pop es el más sobresaliente. Pero a pesar de sus 77 y su piel arrugada que presenta la apariencia de la carne seca, Iggy luce joven. Y sin trucos. No tiene oculto en su remolque un retrato de Dorian Grey. Pero no soy el padrino del punk. Soy un ahijado que no desea acumular tanto kilometraje.

¿En qué momento se comienza a envejecer, Cuando prefieres quedarte viendo series en lugar de salir por una cerveza?

Desde el suicidio de Cobain no he dejado de preguntarme que habría ocurrido si no se hubiera quitado la vida. ¿Nos seguiría gustando su música? ¿Lo habría corrompido el mainstream? ¿Habría aparecido en el show de medio tiempo del Súper Bowl? De lo que sí estoy seguro es que habría sido amigo de Anthony Bourdain. Otro suicidado por la sociedad cuya salida abrupta me hace pensar que detrás de la pena amorosa que lo orilló a ultimarse se agazapa un profundo temor al envejecimiento. No lo juzgo. Sólo quien ha experimentado el miedo a envejecer conoce este tipo particular de la desesperación.

En julio del año pasado Neil Young concedió una entrevista para AXS TV donde se le preguntó por uno de sus versos más famosos: “It’s better to burn out than fade away”. A sus 79 años seguía pensando lo mismo. Dijo que para el rock & roll era lo mejor. Que esa es la razón por la cual recordamos a Hendrix, a Janis, etc. De hecho, ese verso fue incluido por el propio Cobain en su nota suicida. Ese tipo de sabiduría era la misma que impulsó al líder de Nirvana a crear una música que hasta el día de hoy continúa viva. Envejecer tiene sentido si puedes, como Neil, subirte al escenario con ocho décadas de vida. ¿Pero y si no lo consigues? Nada duele tanto como que lo que amas te sea arrebatado.

En qué momento se comienza a envejecer. Eso siempre es distinto en cada uno. ¿Cuando te gana la apatía y te quedas en casa en lugar de asistir a un concierto? ¿Cuando prefieres quedarte viendo series en lugar de salir por una cerveza? ¿Cuando renuncias a nuevos descubrimientos musicales? Todavía no he perdido la capacidad de asombro por bandas que han surgido en los últimos tres o cinco años. Y eso me da un respiro. Cuánto tiempo continuaré así. No lo puedo predecir. Pero el día que no me seduzca nada entonces seré como varios de mis amigos que se encierran en sus colecciones de discos de antaño y se niegan a escuchar nada que uno quiera mostrarles. Emocionarte por una nueva banda, como cuando escuchaste por primera vez a Nirvana en tu juventud, debería ser un superpoder que no nos abandonara nunca.

En la entrevista mencionada, Neil Young habla del rock como de un animal indomable. Y que se tiene que elegir entre el rock y la vida. La vida es para vivirla. Y el rock para morirlo. Y quienes lo llevan a cabo, lo hacen en su punto más alto. Quizá el miedo a envejecer es esa impotencia que sentimos de no poder preservarnos en nuestra mejor versión. Cobain lo sabía y no pudo resistirse a la idea.

La vida puede explicarse de muchas formas. Una de las que más me gusta es la analogía de verla como una gira. A propósito de la música. Con todo lo que una gira implica. Salir a darlo todo y luego volver a casa para recargar energías y al año siguiente salir a promocionar el nuevo disco. Y así sucesivamente. Pero conforme te acercas a los cincuenta, las giras se tornan más complicadas. No es que el mundo sea un lugar menos habitable ni mucho menos. Pero el maldito miedo a envejecer comienza a cobrar una importancia que antes no tenía. A tal grado de que a veces consume tus pensamientos más de lo que debería.

Entonces, a diferencia de aquellos que se consumieron rápidamente, los que aún estamos por aquí, tenemos que salir de gira. Aunque a veces se nos antoje más agotadora. Esperando ese momento en que por haber decidido la vida, y no el rock & roll, nos desvanezcamos lentamente. A veces incluso sin reconocernos a nosotros mismos. Con el temor de envejecer como copiloto inamovible.

Para esto no existe mejor compañía que la música. Aquella que nos definió en nuestra juventud. Pero también la que ya existía cuando llegamos aquí. Pero sobre todo, la música por venir. La que todavía no se compone mientras escribo esto.