El emperador de la luna, teatro sobre colaboración y competencia

Carlos Priego escribe sobre una magnífica obra teatral de ciencia ficción que surge en el siglo XVII en una época marcada por la curiosidad científica, el desarrollo de telescopios, los avances en la astronomía, la óptica y la física, disciplinas que estuvieron vinculadas a prácticas esotéricas y alquímicas. El emperador de la Luna es una comedia satírica, ambientada en Nápoles, que refleja el deseo por conocer el imperio lunar y al mismo tiempo la incapacidad para comprender la realidad de ese tiempo.

El arlequín, emperador de la luna, J. A. Watteau, c.1712.
El arlequín, emperador de la luna, J. A. Watteau, c.1712. Foto: Especial

Cuando leí por primera vez El Emperador de la Luna (Aquelarre Ediciones, 2024) su efecto acumulativo fue demoledor. Sabía que estaba interactuando con el tipo más sofisticado de inteligencia de escritura. Qué emocionante fue descubrir la obra de una importante escritora británica. ¿Pero de qué se trataba? El núcleo de la historia está determinado por una conquista amorosa con su exaltación y situaciones de emergencia, sin embargo, también se tratade las estrategias destinadas a afrontar la posibilidad de malentendidos entre los implicados y, por tanto, sirve como pretexto para desarrollar un tratado práctico y sabroso de estrategia política.

Presentada en el teatro Dorset Garden en 1687, en pocas semanas se convirtió en un éxito. Hubo un gentío en la sala y aplausos para su joven autora, Aphra Behn. Pero la obra de teatro, que se presentó como una farsa de la Restauración, esconde en su estructura una pócima mágica muy familiar para el público que se acercó a ella: bebe directamente de la narrativa de la búsqueda del vellocino de oro que se encuentra en La Odisea y eso la asemeja a las novelas de carretera. Así que la obra de teatro en cuestión es una historia no muy diferente a La mandrágora de Nicolás Maquiavelo; El señor de los anillos de J. R. R. Tolkien; En el camino de Jack Kerouac; e incluso, la película La gran estafa de Steven Soderbergh.

El modelo de este libro depende de las alianzas que tejen sus participantes: para que la estafa funcione cada miembro del equipo debe cumplir con la tarea que le corresponde

LA CLAVE DE ESTA HIPÓTESIS de la familiaridad radica en que todos los productos culturales que existen nos recuerdan a algo que ya existió previamente. Antes de Kerouac estuvo Tolkien, y antes de ellos estuvo Aphra Behn, y cien años antes de ella Nicolás Maquiavelo, y al filósofo italiano le precedieron los mitos griegos. Al final, no es novedoso decir que los mitos heroicos sirven como la estructura narrativa favorita de los narradores desde hace muchos siglos y lo fantástico de estás fábulas es que continúan siendo una gran fuente de inspiración. Es casi alquimia. Los mecanismos narrativos de historias enapariencia tan distintas se transforman en travesuras ridículamente diverti-das que logran la combinación exacta de acción y comedia irónica.

La comedia, dispuesta en tres actos, gira en torno a la burla que los enamorados Cinthio y Charmante preparan a Baliardo, padre y tío de Elaria y Bellemante. Viejo rico, estúpido y presuntuoso, además de naturalista aficionado convencido de la existencia de la vida en la Luna, Baliardoquiere a toda costa emparentar a su descendencia con la aristocracia lunar. Cinthio y Charmante, haciéndose pasar por habitantes selenitas con la ayuda de los sirvientes, Mopsophil, Scaramouch y Arlequín, colmarán sus deseos, cortejan a Elaria y Bellemante e intentaran curar la obsesión de Baliardo. El ingenuo patriarcarecibe a estos pretendientes de otro mundo con los brazos abiertos, pero en la estratagema hay algunos puntos débiles. Mientras cumplen a medias con sus encargos, Scaramouch y Arlequín se disputan los favores de Mopsophil y sus constantes y ridículos enfrentamientos llenan de intriga y confusiones la obra y, de paso, ponen en peligro el plan de los enamorados.

Portada del "El emperador de la luna"
Portada del "El emperador de la luna" ı Foto: Especial

A EL EMPERADOR DE LA LUNA se le puede dividir en tres tiempos: el planteamiento de un problema, un camino que conduce a un gran plan para solucionar el dilema y, finalmente, el acto del embuste en sí. Entonces, independientemente de que se trate de Jasón haciendo equipo con Hércules para navegar hasta la Cólquide con el fin de encontrar el vellocino de oro, o de un hombrecillo de talla pequeña cruzando la Tierra Media con la misión de destruir un anillo y asegurar la aniquilación del Señor Oscuro; la historia de un ex convicto que quiere robar tres casinos de Las Vegas ¡simultáneamente! o los problemas domésticos de un par de coscolinos tramando enamorar a sus amadas; todas las historias contienen los mismos tres ingredientes esenciales en sus mecanismos narrativos: un camino —en algunos casos metafórico—, un equipo y un premio.

Sin embargo, la originalidad de El emperador de la Luna, su grandeza, reside en la autenticidad del mundo ético humano que en ella se expresa, pero ¿qué pretendía Behn con esta obra? ¿Decir verdades divirtiendo? ¿Moralizar cómo se cree es el deber de la comedia? ¿Polemizar? ¿Atacar? Divertir es uno de los elementos vitales de la obra, sí. Pero, más allá de lo anterior, El emperador de la luna es como un útero en cuyo interior crece un monstruo que ha atormentado la política durante siglos: la conciencia moderna de que los asuntos humanos no son transparentes, sino tortuosos, complejos e impredecibles. En el volumen comentado es un modelo de cooperación y colaboración basados en los agentes y la palma de oro se la llevan los sirvientes Scaramouch y Arlequín. El modelo estratégico presentado en este libro depende de las alianzas que tejen sus participantes: para que la estafa funcione cada miembro del equipo debe cumplir con la tarea que le corresponde.

Se atribuye a Adam Smith la frase: “en la competencia, la ambición individual sirve al bien común”, si eso fuera cierto las divertidas diferencias entre Scaramouch y Arlequín —por ganar el cariño de Mopsophil— no hubieran afectado el plan tejido por Cinthio y Charmante, pero, como el lector podrá descubrir, la empresa se pone en peligro constantemente justo por la distracción de los sirvientes.

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