Tres bajistas que ya no están/ll

LA CANCIÓN #6

Ian Fraser “Lemmy” Kilmister
Ian Fraser “Lemmy” Kilmister Foto: Cortesía del autor

Ian Fraser “Lemmy” Kilmister aprendió guitarra encendido por Eddie Cochran y Buddy Holly, se fogueó con los Rockin’ Vickers y fue roadie de Jimi Hendrix durante un año en Inglaterra. Por eso la manera en que se convirtió en bajista parece un designio del destino. Lo narra en su autobiografía White Line Fever, cuando el guitarrista de Hawkwind se perdió tras un viaje con varias pastillas de LSD, Lemmy aplicó para ocupar su lugar. Pero en su primer concierto con ellos en 1971, en Notting Hill, el bajista tampoco llegó. Entonces Nik Turner, líder y cantante, le pasó el bajo a Lemmy: “toca lo que sea en clave de mi”. Y tocó magia durante cuatro años en sus mejores discos de spacerock, incluido el doble en vivo Space Ritual. Hasta que lo corrieron por exceso de excesos. Además de dejarles su voz en “Silver Machine”, el mayor éxito de la banda, el 49 % Motherfucker / 51 % Son of a bitch, les dio baje con sus mujeres y con el equipo para su grupo: Motörhead—el consumidor de speed—, un trío que trajo el sonido de la novedad, la rapidez y el estruendo.

Así surgió el speed metal en 1975, un estilo extremo y descarrilado hecho con el rock & roll de Little Richards, MC5, The Damned y un toque de Hawkwind. Blues a mil por hora y al rojo vivo, el eslabón entre Black Sabbath y la Nueva Ola de Metal Británico. Nadie —salvo los Ramones— manejaba el rock a esa velocidad. Ni a ese volumen, Motörhead tiene un récord de 130 decibeles en el teatro Variety de Cleveland, Ohio, cuando el yeso del techo se desprendió sobre el respetable. Abrió el camino para el surgimiento de otras vertientes, como el Thrash y el Black Metal y, sin embargo, Lemmy no se consideraba metalero ni bajista, era un guitarrista profundo de rock & roll, por eso tocaba con plumilla su Rickenbacker 4001 LK y amplificación Marshall LEM, el Murder One, disparando sus ráfagas de notas y acordes como un rotomartillo sin más efectos que las perillas del volumen y la distorsión.

MOTÖRHEAD CAMBIÓ EN ALGUNAS ocasiones, sin duda la mejor formación eran el guitarrista Fast Eddie Clarke y el baterista Philthy Animal Taylor —maestro del doble bombo de piso—, eran tres obreros que tocaban como una locomotora sobre las obsesiones lujuriosas, bélicas, motorizadas, antipolíticas, antirreligiosas y antisociales de Lemmy en Overkill, Bomber, On Parole, Ace of Spades, Iron Fist y el clásico en vivo No Sleep‘til Hammersmith de 1981. La otra marca personal innovadora era su voz gutural, grave y rasposa, entre gruñido y quejido, cantaba con la cabeza hacia arriba y la garganta tallada por el combustible que impulsó a la máquina de sonido durante más de 40 años, una dieta diaria de metanfetamina para vivir sin cansancio, una botella de whisky para despejar la mente y dos cajetillas de cigarros.

Ninguno de los tres quedó vivo. Lemmy implosionó en 2015, a los 70 años, por cáncer, diabetes, arritmia y un fallo cardiaco. Era lo más cercano a un vikingo eléctrico, sus cenizas viajan en balas repartidas entre sus amigos, acompañadas de su filosofía: “Si piensas que eres demasiado viejo para el rock, es que lo eres”.