EL TALENTO Y EL GENIO
El hombre de talento corre el riesgo de actuar a la escucha y al dictado de la masa. A falta de algo mejor, la imagen que dejará de esa masa podrá interesar, incluso fascinar a la posteridad. […] Inversamente, el hombre de genio crea sin preocuparse del público. Casi siempre nada a contracorriente. Por lo general, sus obras serán rechazadas, o se impondrán por su autoridad, pero no por su seducción. El futuro le pertenece, pero el presente le repudia, a veces con tanta rudeza que llega a perder la vida. […] Está el genio y el talento. Pero por debajo de estos dos niveles superiores de la creación hay que citar otras facultades que también juegan su papel. Primero el oficio, la habilidad, que no es en absoluto despreciable. Es el abecé del arte, lo que se aprende de joven en el taller, bajo la férula de un maestro.
Y muy lejos, por detrás, imitando a los otros tres, ese recurso más bien miserable, la maña. A veces, el mañoso, a base de astucia, consigue dar el pago y disfrazar su incompetencia, su ignorancia y la indigencia de su invención. Genio, talento, oficio, maña. Hay que admitir que cualquier hombre, sea quien sea, es una mezcla de las cuatro facultades. El todo está en la proporción.
Michel Tournier, El espejo de las ideas, trad. Lluís Maria Todó, Acantilado, 2013.
BELLEZA APARENTE
―Creo ―dije yo― que tú eres el único digno de convertirse en mi amante y me parece que vacilas en mencionármelo. Yo, en cambio, pienso lo siguiente: considero que es insensato no complacerte en esto como en cualquier otra cosa que necesites de mi patrimonio o de mis amigos. Para mí, en efecto, nada es más importante que el que yo llegue a ser lo mejor posible y creo que en esto ninguno puede serme colaborador más eficaz que tú. En consecuencia, yo me avergonzaría mucho más ante los sensatos por no complacer a un hombre tal, que ante la multitud de insensatos por haberlo hecho.
Cuando Sócrates oyó esto, irónicamente, según su estilo característico y usual, dijo:
—Querido Alcibíades, parece que realmente no eres un tonto, si efectivamente es verdad lo que dices de mí y hay en mí un poder por el cual tú podrías llegar a ser mejor. En tal caso, debes estar viendo en mí, supongo, una belleza irresistible y muy diferente a tubuen aspecto físico. Ahora bien, si intentas, al verla, compartirla conmigo y cambiar belleza por belleza, no en poco piensas aventajarme, pues pretendes adquirir lo que es verdaderamente bello a cambio de lo que lo es sólo en apariencia, y de hecho te propones intercambiar “oro por bronce”. Pero, mi feliz amigo, examínalo mejor, no sea que te pase desapercibido que no soy nada. La vista del entendimiento, ten por cierto, empieza a ver agudamente cuando la de los ojos comienza a perder su fuerza, y tú todavía estás lejos de eso.
Platón, “Banquete”, Diálogos, trad. M. Martínez Hernández, tomo III, Gredos, 2008.

CUENTOS DEL CADÁVER
La tradición de los “Cuentos del cadáver” (Vetalapañcavimsati en sánscrito) se remonta a la antigua India y se convirtieron en populares en el seno de la cultura budista tibetana, así como en muchas otras culturas asiáticas. Existen numerosas variantes de estos cuentos, que suelen ser siempre veinticinco. En esencia, el héroe debe llevar de vuelta a su país a un cadáver dotado de poderes mágicos y, para conseguirlo, no puede decirle ni una palabra al muerto. Pero éste es muy listo y, durante el largo viaje, va explicando historias fascinantes al héroe que lo lleva cargando a la espalda. Éste, cautivado por las historias, acaba por soltar algún comentario. ¡Zasca! A la que el héroeabre la boca, el muerto desaparece. Y le toca volver a la India a buscarlo de nuevo. El príncipe no aprende muchas lecciones de sus desventuras, que se repiten viaje tras viaje, cuento a cuento. Pero todo acaba bien, como deben acabar las cosas.
Diversas versiones sánscritas del Vetalapañcavimsati fueron compiladas por escrito en el siglo XI por Somadeva, a partir de versiones orales más antiguas. La introducción de los Cuentos del cadáver en el Tíbet se atribuye al indio Atisha, en el siglo XI. Estos cuentos también fueron traducidos al mogol, kalmuk y otras lenguas asiáticas. Las versiones tibetanas suelen transmitir los valores propios del budismo, particularmente los del karma, o la ley de causa y efecto, relacionada con los mecanismos de la felicidad y el sufrimiento.
Matthieu Ricard, “Prólogo” en Cuentos tibetanos del karma. El príncipe y las historias del cadáver, recopilados por Tenzin Wangmo, trad. Pilar Guerrero, Ediciones Obelisco, 2012.

EL VIEJO VIRUS
El catarro es un estado del alma y no una enfermedad del cuerpo. Es algo así como una supervivencia de la infancia: un juguete. El catarro es vanidad de vanidades, induce a pensar en la fugacidad de la vida: dura tan sólo unos cuantos días. El catarro es jesuítico como la tosferina franciscana. El catarro es enemigo de la poesía y entusiasta de la novela. Si un teórico le pide a la novela cincuenta mil palabras, el catarro le exige medio millón. Más que la novela de síntesis, desea la novela de análisis: la novela arropada más que la novela desnuda. Leo a Proust.(1984)
Emmanuel Carballo, Párrafos para un libro que no publicaré nunca, Conaculta, 2013.
EL SUEÑO: UN ATENTADO
Todo sueño es la inmovilidad de un movimiento. Pues no existe estado alguno, situación ninguna en la vida humana, de completa inmovilidad. La vida en su estrato más elemental, en su límite con la no vida, es tensión, conato de movimiento, predisposición a un movimiento o movimiento reprimido, apresado. Y los sueños nacen de esta imposibilidad, de esta absoluta quietud en el necesario reposo. Vida primitiva por ello, primaria, vida rebelde y en rebelión que reitera el ímpetu primero de atravesar lo que se le opone. Por eso todo sueño tiene carácter, por quieto y apacible que sea su contenido, de atentado. Lo que la vida tiene en su origen primero de oscura lucha, casi de delito, de perturbación del orden establecido.
En el desierto de la duración, todo movimiento, sea físico, sea de la psique o del sujeto, en su recóndita intimidad, produce como una esfera; la esfera temporal sin realidad, donde lo que no puede ser real, es; toma el aspecto de ser.
María Zambrano, “En lo más hondo de la atemporalidad”, Los sueños y el tiempo. Obras completas III, Galaxia Gutenberg, 2022.

DOS FORMAS DE EXILIO
Uno de los problemas más vitales de nuestro país es el de su actitud hacia aquellos de sus hijos que, habiéndolo abandonado en sus horas difíciles, han regresado ahora, la víspera de la tan esperada victoria, tras haber aprendido al fin a amarlo en la soledad y en el exilio. Hemos dicho en el exilio, pero hagamos aquí una distinción. Hay un exilio económico y otro espiritual. Están todos aquellos que lo abandonan en busca del pan que el hombre necesita y están esos otros, sus hijos más distinguidos, que se marchan buscando en otras tierras ese alimento del espíritu que mantiene con vida a una nación de seres humanos. Quienes recuerden el ambiente intelectual de Dublín de hace diez años, conservarán muchos recuerdos de Mr. Rowan. Algo de aquella salvaje indignación que laceraba el corazón.
James Joyce, Exiliados, trad. Javier Fernández de Castro, Barral Editores, 1970.

