Anora de Sean Baker

FILO LUMINOSO

Frame de la película "Anora" de Sean Baker
Frame de la película "Anora" de Sean Baker Foto: Especial

Pasó ya el huracán sintético e histérico que provocan las nominaciones a los Óscares. Quedarán pronto en el olvido las polémicas, los prejuicios absurdos y las injusticias. Las películas nominadas e ignoradas ya han vuelto a ser simplemente cine y no motivo de militancia colérica ni reivindicación fanática. Quizá también se olvidará que la película que ganó más estatuillas fue el octavo largometraje de Sean Baker, Anora, una vivaz y virtuosa comedia sobre servicios sexuales. Esta versión tragicómica de la Cenicienta escrita, dirigida, editada y producida de manera independiente (con un presupuesto de seis millones de dólares) ganó la Palma de Oro de Cannes y los Óscares a la mejor película, mejor director, mejor edición y mejor guion original (para Baker) y mejor actriz principal. Aquí Baker continua con su exploración de personajes marginales: inmigrantes pobres (Take Out, 2004, Prince of Broadway, 2008), actrices y actores porno (Starlet, 2012 y Red Rocket, 2021), prostitutas trans (Tangerine, 2015) y desempleados sin hogar (The Florida Project, 2017). Su trabajo nunca explota la miseria ni la victimización, sino que ofrece visiones de la búsqueda de espacios de igualdad y oportunidades, así como de relaciones laborales y humanas al margen de la lucha de clases.

ANI (MIKEY MADISON) ES UNA STRIPPER en un club neoyorquino de Midtown, en donde cuenta con su carisma, atractivo, sensualidad y personalidad para sobresalir entre sus colegas y dominar las interacciones con sus clientes, a quienes ofrece lap dances y servicios completos fuera del club. La suerte de Ani (quien es uzbeka- americana y vive en el barrio ruso de Brighton Beach del sur de Brooklyn) cambia cuando el administrador del club le pide que se encargue de un cliente ruso debido a que ella tiene un manejo básico de su idioma (lo aprendió con su abuela que no hablaba inglés). El cliente es Iván “Vanya” Zakharov (Mark Eydelshteyn), el muy joven, caótico y excesivo hijo de un oligarca que sucumbe a la belleza y talento sexual de Ani, quien rechaza que la llamen por el nombre que da título a la película, quizá por sonar demasiado extranjero. Iván contrata a Ani en un girlfriend experience, la lleva a visitar su mansión frente al océano en el sur de Brooklyn, a su esplendorosa fiesta de fin de año y a acompañarlo a Las Vegas con un grupo de amigos locales. La intensidad, imprudencia y precocidad de la vertiginosa relación entre Ani e Iván se resume en una frase en su primer encuentro: “Pagaste por una hora y aún te quedan 45 minutos”. Baker recicla la fábula de Pretty Woman (Mujer Bonita, Garry Marshall, 1990) en una era de despilfarro obsceno, videojuegos y drogas de diseñador. Ani no es realmente una prostituta con corazón de oro, sino una veinteañera que hace a un lado su cinismo y coraza por la ambición material y el cariño que le despierta Vanya.

La primera parte de la cinta es un torrente frenético de alcohol, enervantes y sexo desenfrenado que Iván paga con desenfado. La eufórica bacanal y el romance extático termina con Iván pidiéndole matrimonio a Ani y ella aceptando a cambio de un anillo de compromiso de cuatro quilates. Iván tiene un encanto juvenil, una energía hormonal, una disposición dócil y generosa que ella confunde con pasión. La ilusión festiva y la brevísima monotonía marital termina colapsándose cuando los guardias y cuidadores que paga el padre de Iván para que lo cuiden se enteran de su escapada matrimonial. El sacerdote armenio Toros (el actor fetiche de Baker, Karren Karagulian) y los golpeadores Garnick (Vache Tovmasyan) e Igor (el estupendo Yura Borisov) tratan de remediar la situación anulando el matrimonio.

Ani ha sobrevivido sola y al margen de la ley por lo que al depositar su fe en un extraño y en un contrato legal como el matrimonio ya ha perdido

LA SEGUNDA PARTE DE LA CINTA marca el primer cambio de tono al convertirse en una enfebrecida comedia esperpéntica con humor físico y un recorrido frustrante del Brooklyn ruso que se torna casi en una road movie que los lleva de ida y vuelta a Las Vegas. Aquí Madison muestra otro aspecto brillante de su talento, su capacidad para la comedia y para defenderse a golpes y con ingeniosos insultos. Sin embargo, Baker no se desliza a la brutalidad que podría esperarse sino que convierte la escena de violencia en una farsa grotesca e hilarante.

Ani cree que puede rescatar la situación y enmendar la humillación de que ha sido objeto si tan sólo puede hablar con Iván para convencerlo u obligarlo a confrontar a sus padres. Ani ha sobrevivido sola y al margen de la ley por lo que al depositar su fe en un extraño y en un contrato legal como el matrimonio ya ha perdido. Pero si la batalla de Ani contra los guardias de Vanya parece una caricatura, el enfrentamiento con la madre de su marido, interpretada por Darya Ekamasova, es más tajante que la disolución del matrimonio ya que es un golpe devastador a su amor propio. No es sólo una madre que protege a su hijo de una prostituta arribista, sino que representa una feroz defensa de la maquinaria del orden social, en el cual Ani no tiene un lugar.

LA TERCERA PARTE O MÁS BIEN EL EPÍLOGO de la película marca otro cambio de tono. Baker apuntala las transiciones con un manejo diestro de los ritmos narrativos enfatizados por su espléndida y delicada edición que lleva el flujo de la cinta sin sobresaltos ni tropiezos. Lo mismo pasa con la fotografía de Drew Daniels, que va de la estética de videoclip con luces de neón y tomas en colores intensos a la melancolía sórdida de la gélidas calles y el mar de Long Island bajo la nieve. La muy afortunada pista sonora de John Warrin y Andy Hay, que consiste en 53 canciones y sonidos ambientales, completa la creación de atmósferas. Un excelente ejemplo es la inclusión de Greatest Day de Take That, con que abre la cinta y que establece el aura onírica y lúdica de esa parte.

El paso del lujo decadente de la suite del hotel, el exceso kitsch de la mansión familiar y el jet privado a las calles heladas de Coney Island es contundente. Sabemos poco de Ani pero queda claro que se ha protegido de la explotación con una armadura de condescendencia, deprecio amable e instinto transaccional. Al sucumbir a la tentación sentimental de creer en la posibilidad redentora del amor o por lo menos de la docilidad manipulable de Vanya, Ani relaja su actitud profesional y es objeto de una predecible debacle que confronta con la mayor dignidad posible. Para una mujer como ella proteger su vulnerabilidad es una prioridad absoluta. Ani se reconoce en Igor y eso la asusta y disgusta. La cinta concluye con un par de secuencias amargas entre Ani e Igor, con varios virajes emocionales (ambos absolutamente excepcionales) que no se deben confundir con un romance de consolación o el descubrimiento del amor verdadero, sino que son apenas un gesto de conexión humana, una revaloración por parte de Ani de lo transaccional de sus vínculos (al tratar de ofrecer algo a cambio del anillo) y una despedida de una vida que pudo ser.

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