¿Qué vengo hacer aquí? Vengo a ser terrible. Soy un monstruo, decís. No, soy todo el mundo.
La excepción sois vosotros. Vosotros sois la quimera y yo soy la realidad.
El hombre que ríe.
—Víctor Hugo,
Nos quejamos cuando hay deshonestidad, pero ¿cuánta sinceridad podemos soportar? Nos molesta lo inclasificable, estamos incómodos ante lo diferente, incluso podemos ser violentos cuando recibimos cuestionamientos profundos. Pedimos respeto si alguien, con argumentos contundentes o pruebas científicas, hace tambalear creencias firmes. “Yo soy el monstruo que os habla”, dijo con contundencia Paul Beatriz Preciado a un auditorio de 3 mil 500 psicoanalistas, al hablar de su postura ante la vida y proceso de transformación. Presentó su experiencia personal como evidencia de cuán urgente y necesario es reinventar las categorías para leer el mundo.
Nadie podía simplemente diagnosticarle un padecimiento mental. La mitad del docto auditorio le abucheó, hubo quien le llamó Hitler y quiso callarle. Su cordura fue provocadora, dislocó a quienes distinguen la salud de la enfermedad mental, los obligó a cuestionamientos profundos. Fragmentos de su discurso de ese día de 2019, conferencias, y comentarios suyos circulan con miles de vistas en redes sociales y generan polémica.
Para Michel Foucault la libertad no es una meta a alcanzar es práctica, acción, no un concepto abstracto. Cada uno construye su libertad al reaccionar ante los acontecimientos de la vida. Desde la subjetividad, cada cual despliega procesos para asimilar y adaptarse al entorno. Inventamos nuestro contexto, del mismo modo en que las palabras, las frases y los hechos adquieren significado por la interpretación, leemos nuestra historia de vida desde la subjetividad, somos nuestra invención, resultado de la creatividad de que somos capaces.
PAUL BEATRIZ PRECIADO convirtió a su cuerpo en su campo de experimentación, transformarlo fue ejercer su libertad, para elle transmutar es “subjetivar” en grado superlativo, imaginación plena, romper esquemas, estereotipos, arquetipos, cualquier forma de clasificación. Por eso se nombra como un hombre trans de cuerpo no binario.
Paul B. Preciado quiere alcanzar el caos, ese estado amorfo, donde reina lo indefinido, hace evidentes las herramientas del poder desde donde se ordena, encasilla y somete, con el pretexto de organizar. Quiere ir al origen para construir de nuevo. Su proceso de transición de Beatriz a Paul ofrece respuestas para entender el trasfondo de la revolución transgénero y lo no binario, pero va más allá, presiona al mundo a replantearse la normalidad, el supuesto orden natural, la identidad y el ser mismo. En Dysphoria mundi afirma: “No vemos ni entendemos el mundo, lo percibimos destrozándolo a través de las estrechas categorías que nos habitan.”
Beatriz Preciado nació en 1970 en Burgos, España, desde su infancia no se identificó con su sexo biológico y con ningún género. Es una reconocida filósofa, artista y curadora de arte. En 2014 hizo pública su decisión de hacer la transición de mujer a hombre y compartió su experiencia en el libro Testo yonki. Ahí advierte: “No tomo testosterona para convertirme en un hombre, ni siquiera para transexualizar mi cuerpo, simplemente para traicionar lo que la sociedad ha querido hacer de mí […] para vengar tu muerte”.
Su proceso de transición de Beatriz a Paul ofrece respuestas para entender el trasfondo de la revolución transgénero y lo no binario, pero va más allá, presiona al mundo a replantearse la normalidad
SU OBRA SACUDE, la autorreferencia es su leitmotiv. Desde ella hace filosofía, pero ante todo crea una escritura seductora, inquietante. La transmutación de su cuerpo da pie para articular un uso muy personal del lenguaje, con la fuerza suficiente para trastocar cualquier referente. No hay forma de quedar inerme, nos increpa con ideas como ésta: “… cuando no percibes la violencia es porque la ejerces”. Su escritura es fluida, incluso al abordar conceptos intrincados, provoca, irrita, cuestiona y alienta al mismo tiempo.
Ha escrito autoficción, ensayo, tratados filosóficos, crónica, poesía, novela, todo al mismo tiempo sin encasillarse en ningún género. Entre sus libros están: Manifiesto contrasexual, Un apartamento en Urano, Crónicas del cruce, Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en “Playboy” durante la Guerra Fría, y Yo soy el monstruo que os habla. Infor-me para una academia de psicoanalistas, dondeplantea preguntas para convertir a la subjetividad en un verbo: subjetivar es un modo de vivir en libertad: “Lo que soy qué más da, lo importante es cómo puedo ser libre”. Para elle la subjetividad no genera desacuerdos o desencuentros, hace posible confluir, lejos de los intereses de la economía o la política.
Sus aportes a la teoría queer nacen de su experiencia personal y abrevan en la filosofía de Judith Butler, Donna Haraway, Teresa de Lauretis y Michel Foucault. Estudió con Ágnes Heller y Jaques Derrida. Su intención es clara: “No hay conclusión definitiva acerca de la verdad de mi sexo, ni profecía sobre el mundo por venir.” Somos indeterminados, como la incertidumbre, desde ese estado llano podemos volver a nombrar, construir nuevas relaciones y elegir qué vida tener.


