Una de las cosas que hay que agradecerle a esa inusitada temporada que fue la pandemia es el libro Memoria emotiva. Montserrat Pecanins (Instituto Mora) que escribieron Eulalia Ribera Carbó y Anna Ribera Carbó. Si no hubiera sido por tal encierro colectivo, que Anna y Eulalia rompieron todos los viernes para ir a hablar con Montse Pecanins, esta fascinante historia oral que tan bien hilvanan ellas no se habría escrito. Y entonces no nos habríamos enterado de la riquísima vida de una de las protagonistas principales de la cultura en México durante la segunda mitad del siglo XX, creadora junto a sus hermanas Teresa y Ana María, de la Galería Pecanins, un espacio icónico del México moderno, y de suextensión, la Galería Pecanins deBarcelona. La familia Pecanins —se cuenta en el libro— eran padre, madre, tres hijas y un perro, además de otros enseres, que llegó a México en el vapor Magallanes a finales de 1949, durante el gobierno de Miguel Alemán.
CON SU SALIDA DE ESPAÑA franquista, que resultó para ellos intentar suprimir un lenguaje y una cultura, al llegar a México las hermanas Pecanins no se vieron envueltas en el ambiente inevitablemente endogámico del exilio republicano, que llegó todo junto y a un mismo tiempo a México. Su salida no obligada y esa llegada con retraso les dio a las tres hermanas una plasticidad que les permitió, por un lado, adaptarse con absoluta naturalidad a esa comunidad republicana en proceso de integración, pero también ser parte de un reducido grupo de catalanes escoltándose unos a otros en el Orfeó Català de Mèxic, y acceder sin picaporte lo mismo a la pacata y generalmente inculta colonia española, que a la incipiente clase media ilustrada que se empezaba a consolidar a fines del alemanismo. Con esos tejemanejes urdieron una red de amistades, complicidad, entusiasmo y esfuerzos con aquellos que marcaron la realidad cultural de la Ciudad de México desde los años sesenta... y tantos. Esa flexibilidad, añadida a sus orígenes ilustrados (pertenecían a una familia formada en los mejores valores de la sociedad catalana: el esfuerzo en comu que abraza a todos, el arraigo a una tradición a la vez ancestral y viva, la creación de acciones culturales que incorporaban esos valores a la modernidad) les permitió descubrir cosas que estaban frente a las narices de todos en la Ciudad de México, pero que ni los refugiados, esforzándose en hallar un nuevo medio, ni los mexicanos, empeñados en incorporarse al presente, podían hilvanar.
En este libro, Pecanins cuenta queen las canastas navideñas había sólo ultramarinos (que era lo que se acostumbraba colocar), y que luego aparecieron toda clase de productos mexicanos, muy a la vista pero por eso mismo —como la carta robada de Poe— ocultos a todos.
La curiosidad de la familia, su libertad y su gran amplitud de miras hicieron que recorrieran nuestro país en busca de productos, de cosas que poca gente conocía fuera de su terruño, que luego convirtieron en experiencia de vida. Esa plasticidad también les permitió idear y crear ese proyecto que sería la Galería Pecanins, con jóvenes nacidos en España pero ya establecidos en México junto a otros, nacidos en este país con las mismas inquietudes, y algunos más del ultramundo, integrados a ese fuerte ímpetu del que las hermanas Pecanins fueron cáliz y corola. Menciono rápidamente a Vicente Rojo y Jorge Ibargüengoitia,Lilia Carrillo y Alba Cama y, muy gustosa y señaladamente, a Brian Nissen y también a Joy Laville, a Ludwig Margules, y a muchos otros artistas que formaron el origen de este México cultural.
La curiosidad de la familia, su libertad y su gran amplitud de miras les permitió idear y crear ese proyecto que sería la Galería Pecanins.
LAS HERMANAS RIBERA CARBÓ, que vienen también desde las orillas del Atlántico, logran con este libro divulgar el testimonio de Montserrat Pecanins que ellas registraron no sólo de su vida sentimental o familiar, sino de toda una época de la Ciudad de México en que la cultura empezaba a incidir en distintos estratos de la realidad social que la conformaban, y a apuntar a esa democratización que se vio truncada en el año de 1968. La Montse, que murió de más de noventa años, pasada la pandemia pero antes de que el libro se imprimiera, soltó esto:
Creo que nadie es más ni menos, lo único que te hace ser más o menos es tener educación. Lo más importante del mundo es tener salud y educación. Esas dos cosas nos harían vivir y querernos más los unos a los otros. Que los laboratorios no abusaran de las pastillitas. Es una putada que los ricos se puedan salvar y los pobres no. No hay derecho a eso.
Con esa original voz que da vida a este libro, y que nos hace recuperar el habla de Montse, sus dos tejedoras dan constancia de la manera en la que deberíamos reconstruir y resanar, como en un gran edificio, esas capas de la cultura agrietadas en la Ciudad de México y en todo el país. Un proyecto en común de todas y todos.


