VOY EN EL METRO. Cae un aguacero y la ciudad se inunda de nuevo. El tren avanza muy lento. Escucho a una mujer que dice:
—Hay ventanas por donde la lluvia nunca entra.
Quiero saber de dónde viene esa idea, pero mi timidez mi impide acercarme y cuestionarla. Me parece imposible que la naturaleza pueda tener esa simetría. El agua no puede caer siempre del mismo modo y las corrientes de aire nunca recorren las mismas trayectorias. Nada sustenta lo que pienso y decido creerle.
Llego a casa y mi escritorio está mojado. Cierro la ventana aunque ya haya terminado de llover.
Martes
La barraca donde los cónsules estadunidenses aprueban o niegan visas es un horno en estos días de calor y humedad. No se puede tomar agua mientras se espera el turno, no hay baños adentro y afuera nadie quiere perder su lugar en la fila.
Llego a los últimos lugares antes de mi interrogatorio y veo a un hombre que se desespera con la empleada que asigna el número de ventanilla.
—Me tocaba con el de la 19, le dice.
—Es lo mismo, señor.
NO PARECE QUE SEA LO MISMO. Cuando es mi turno también espero que me manden a la ventanilla 19. En menos de cinco minutos escuché al calvo detrás del vidrio aprobar todas las solicitudes.
Me mandan a la 15. Veo a la cónsul que va a interrogarme. La veo y pienso: es una estirada. No quiero estar ahí, pero sería muy tonto irme después de tres horas en la fila, con el trámite pagado. La cónsul me aprueba la visa. Al salir me encuentro con el quejoso. También le aprobaron el documento, pero el insiste a su acompañante:
—Me tocaba la 19.
Martes
Llueve y la ciudad se inunda. Leo en un portal de noticias que ser bajito tiene una ventaja fundamental y es que, según los investigadores Luisa Salaris, Michel Poulain y Thomas T. Samaras, la baja estatura mejora la supervivencia. La nota es del año pasado, pero el tiempo no existe en el mundo digital. Todo caduca muy rápido y todo llega muy tarde. La información lo envuelve todo y la verdad es que ya no nos enteramos de nada. La nota remite a un estudio hecho en 2012 titulado “Estatura y supervivencia a edades avanzadas entre los hombres nacidos en un pueblo del interior de Cerdeña (Italia), 1886-2006”, y dice que los hombres altos mueren en promedio dos años antes que los más bajos. Dos años no sirven de nada y el estudio abarca más de cien años, pero fue hecho hace más de veinte.
Llueve y la ciudad se inunda. Salgo del vagón del metro colándome entre espaldas húmedas. No llevo paraguas y espero a que la lluvia pare. La tormenta acaba. En lafarola que está afuera de la estación alcanzo a ver la llovizna que al paso de la luz deja ver las gotículas que parecen mínimos diamantes. Vuelvo a casa con la esperanza de un par de años más que tengo ahora de regalo.
