AL MARGEN

El mundo de Miguel Covarrubias

El mundo de Miguel Covarrubias Foto: Cortesía de la autora

Desde abril y hasta septiembre, Banamex rinde un merecido homenaje a un artista que debería gozar de mayor conocimiento y aprecio entre el público: Miguel Covarrubias. A través de más de 400 obras de este polifacético creador, el Palacio de Iturbide ofrece una revisión exhaustiva de la vida y obra de lo que verdaderamente fue Una mirada sin fronteras.

La exposición tiene una disposición cronológica, que toma la forma de una suerte de itinerario de viaje que permite al público seguir los pasos del artista por el mundo. Al iniciar el recorrido, nos encontramos con la producción que corresponde a lo que podríamos llamar una estancia fundacional en Nueva York, donde nuestro artista se gana su lugar en la historia de la caricatura. De ahí brincamos a los confines del Océano Pacífico para atestiguar cómo su mirada se expande, de una primera observación con tintes sociales en los bares de Harlem, a una exploración etnográfica de aquellos pueblos lejanos. Finalmente, regresamos a México, no sin antes pasar por Oriente, donde lo vemos coronarse como un artista y pensador de enormes alcances antropológicos, quien no sólo sabe entender su tiempo, sino también su pasado. Como eje articulador de esta expedición, al centro del patio se yerguen sus imponentes murales sobre el Pacífico, donde se aprecia el enorme horizonte que abarcaba su mirada.

EN ESTE VIAJE POR LOS CONTINENTES y las disciplinas artísticas, lo único que eché de menos fue la compañía de Rosa Rolanda, esposa y cómplice de Covarrubias, cuya presencia quedó casi como mera nota al pie. Si bien se incluyen sus fotografías en el núcleo dedicado a su aventura conjunta en Bali y posterior publicación sobre su experiencia en el Pacífico, hizo falta ahondar en lo que ella significó para encaminar los intereses del artista. Finalmente, fue ella quien le incitó a viajar a las islas del Pacífico, y también quien, desde su propia formación de bailarina, lo guió en el proceso de volverse un experto en danza. Sobre su relación con Rolanda, quizá hizo falta también profundizar en el momento en el que se cruzan sus caminos en Nueva York, cuando la presencia de mexicanos como José Juan Tablada, Adolfo Best Maugard, El tata Nacho y Marius de Zayas, dio forma a un grupo de vanguardia paralelo al que se cimentaba en México en la misma década de 1920; hoy que la migración al norte es tan estigmatizada, hacer eco del legado de estos migrantes al fortalecimiento de los lazos culturales entre ambos pueblos de América hubiera sido un gesto importante.

Si algo queda claro en esta exposición es que Covarrubias fue un creador global, no sólo por sus intereses sino sobre todo por sus alcances. Caricaturista, pintor, escenógrafo y antropólogo, entre otras cosas, El chamaco —como le llamaban— fue una fuente inagotable de creación artística e intelectual desde trincheras diversas, pero, sobre todo, una mente que supo mirar al mundo en un momento en el que México parecía sólo tener ojos para su propio ombligo.