Actualidad política de la mitología clásica

Ricardo Becerra recomienda Mitos clásicos y sueños públicos (Cal y Arena, 2024), un libro de gran originalidad porque relaciona los mitos más antiguos con acontecimientos políticos de los últimos tiempos. Y comenta que el trabajo de Martínez Leyva muestra la exploración fantástica que los griegos hicieron en su mitología, ya no del orden natural, sino del conflicto social, de la disputa por el poder y más allá, de la aturdida y convulsa condición humana

Actualidad política de la mitología clásica
Actualidad política de la mitología clásica Foto: Especial

Mitos clásicos y sueños públicos es un libro de Juan Eduardo Martínez Leyva que vale la pena leer, tener en nuestros estantes y a la mano por estas razones:

1. Porque brinda un panorama sencillo y al mismo tiempo amplio, de una de las grandes creaciones de la cultura humana: la mitología griega.

2. Porque al mismo tiempo sabe seleccionar y ofrecer a un lector distraído —como yo— muchos de los mitos fundamentales que vertebran a su vez las grandes historias de esa gran creación: La veleidad lujurienta de París, que por sí misma desataría después la guerra y toda epopeya en Troya; la caja que abre el incontinente Epimeteo, hermano de Prometeo, para conocer a “la mujer” y liberar así, como ardid de Zeus, todas las calamidades de la tierra; la inteligencia de Odiseo (el Ulises romano), o pensándolo mejor, su sensatez para reconocer que la razón tiene límites y que hay que saber atarse al mástil de la propia embarcación, para evitar que lavoluntad nos conduzca hacia la fatal fascinación de las sirenas.

3. Porque esas historias fantásticas, increíblemente imaginativas, originadas en el inicio de los tiempos, son el pretexto de Martínez Leyva paraentender y explicarnos problemas públicos —políticos— que están ante nuestras narices, presentísimos, con-temporáneos.

4. Porque esa brillante atadura entre lo muy antiguo y —digamos— el sexenio de López Obrador, el gobierno de Trump, los demagogos o los populistas de hoy es, en sí misma, un fuerte estimulante para la imaginación y el pensamiento crítico de cualquier lector.

5. Y último, porque el libro vale por sus reflexiones, por el debate político que propone y desarrolla con convicción y buenos argumentos.

Mitos clásicos y sueños públicos lograalgo poco común: rescatar a la mitología griega, que para mí es una de muchas ausencias culturales que nos dejan un vacío intelectual, espiritual y moral. Ese breve y hábil rescate hace especialmente relevante el libro. La mitología helénica es una de las creaciones más geniales que la humanidad ha producido. Los griegos (y las griegas) con su fantasía y su imaginación, poblaron el cielo y la tierra, los mares y el mundo subterráneo de divinidades primordiales y secundarias. Amantes del orden, instauraron una categoría intermedia para los semidioses y para los héroes. Todos en el mundo tenían un papel arquetípico en un drama cósmico. De esa suerte, a partir de esos valores ordenados, el mundo y la sociedad humana se hacían intelectual y moralmente comprensibles. Van aquí algunos ejemplos:

La incontrolable pasión carnal de hombres que se desquician por su instinto sexual, capaces de come-ter crímenes horribles, incluyendo lo que hoy llamaríamos feminicidio y que tan bien simboliza el mito del chiflado Príapo (pp. 26 y 27).

Los griegos (y las griegas) con su fantasía y su imaginación, poblaron el cielo y la tierra, los mares y el mundo subterráneo de divinidades primordiales y secundarias.

La fidelidad indestructible entre hermanos, a costa de la dignidad y del destino propios que encarna como nadie, la valerosa Antígona (p. 33).

El escarmiento al zalamero, al adulador, al lisonjero, que acaba recibiendo el castigo del poder al que tanto alabó, ante el cual se arrodilló, poniéndolo en un trono con una espada que caería en su vientre, al menor movimiento: el tal Damocles (p. 39).

La metáfora de graves problemas simultáneos a los que sólo es posible enfrentar usando la inteligencia y con absoluta determinación, tal y como lo hizo Hércules con la Hidra, monstruo que parecía insuperable y que merodeaba el Lago Lerna (pp. 46 y 47).

La política de dirigentes o líderes electos que optan por encerrar a sus países, a sus sociedades, a sí mismos arguyendo graníticas soberanías en la caverna del aislamiento, como lo hacían los cíclopes (p. 51).

La fatídica e inevitable disputa por el poder entre personajes o corrientes hermanadas, nacidas de una misma raíz como los Alóadas, Efialtes y Oto, o como los más célebres hijos amamantados por la loba, Rómulo y Remo (pp. 57 y 59).

Las escenas tan comunes por la disputa de lo más importante, por la candidatura a la presidencia de la República, del Legislativo, de la Suprema Corte, al gobierno de un estado o de una capital, que demuestran una y otra vez la odiosa estratagema de Éride o Eris, la diosa de la discordia y su dorada y reluciente manzana envenenada (pp. 62 y 63).

La sucesión en el poder, la incesante búsqueda del trono que de manera cósmica escenifican las divinidades primordiales y los titanes y luego, éstos contra los olímpicos (pp. 69 y 70).

Los mitos sobre la traición de los hombres a las mujeres, como la de Jasón a Medea, o la de Perseo a la inteligentísima Ariadna (pp. 77 y 135).

Y por supuesto, el lugar de las mujeres como protagonistas de fondo en la muy machista mitología griega y romana: Artemisa, Hestia, Deméter, Medea o Dido, aquella hermosa muchacha que se prendió fuego y lo dio todo por Eneas, fundador de Roma (pp. 118 y 119).

De eso trata el hábil rescate de Martínez Leyva: de tomar la mano del lector y explicar éste o el otro mito, éste o el otro personaje y proponer una moraleja reflexiva para comprender al presente.

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