Como biógrafa de la escritora Elena Garro (Puebla de Zaragoza, 1916-Cuernavaca, 1998), la investigadora y profesora Patricia Rosas Lopátegui (Tuxpan, Veracruz, 1954) ha luchado por sacarla de la oscuridad para que nuevos lectores y lectoras conozcan la sensibilidad, la rebeldía y la nobleza que la artista retrató en su literatura.
Su esfuerzo por librar del olvido el talento de la escritora, específicamente en la poesía, se convirtió en el título Cristales de tiempo. Poemas de Elena Garro (Universidad Autónoma de Nuevo León, 2016), que tuvo una segunda impresión en el 2018 bajo el sello español La Moderna. A raíz de los ejemplares fuera de stock, Lopátegui lanzó al cierre del 2024 una nueva edición de A mi sustituta en el tiempo. Poesía de Elena Garro (Gedisa), actualmente en circulación, anotada, y con un estudio preliminar a su cargo. Dramaturga, narradora, guionista, periodista, bailarina y actriz, Garro no creía en los límites y en charla con Rosas Lopátegui, dio rienda suelta a experiencias donde la nostalgia, el amor y la soledad abrazaban a la enigmática autora.
Durante la compilación de esta nueva edición, ¿qué descubriste o redescubriste de Elena Garro?

Podrías hacer de esto algo bonito
Cada vez que retomas un texto después de cierto tiempo descubres nuevas cosas. Eso definitivamente me sucedió con la poesía de Elena Garro, en todos los aspectos, en todos los sentidos, no solamente es sorprenderme cada vez que la leo por el manejo extraordinario que tiene de las metáforas, de las imágenes, ese lirismo tan a flor de piel, y al mismo tiempo, una poesía muy aguerrida, muy fuerte, muy crítica en diferentes temas, sobre todo en la cuestión de la desigualdad de género; la opresión que padeció no solamente al lado de Octavio Paz en sí, sino de toda la sociedad patriarcal. Su poesía sorprende por ese lirismo y porque es muy intimista; es una poesía autobiográfica, pero también muy vanguardista, muchos de sus poemas son oníricos: pienso que algunos fueron sueños que convirtió en poemas.
A través de su poesía Elena Garro protestó y expresó soledad, sin embargo, en su vida personal, ¿hablaba abiertamente de ese sentimiento?
Sí, claro. En la poesía obviamente está esa soledad. El poemario está dividido en cinco apartados, porque cuando lo armé por primera vez en 2015 me di cuenta que no sería posible ordenarlo cronológicamente, ya que Elena no registraba la fecha de escritura de cada poema, entonces decidí presentarlo por temas. En el segundo apartado, el de “Horror y angustia en la celda del matrimonio”, se observa una profunda soledad, hay poemas desgarradores y reencontramos el mismo tema en los poemas del exilio, después del 68, cuando escribe algunos de ellos en Madrid y otros en París. También hablaba directamente de lo que significaba para ella la soledad en sus diarios, en cartas a su hermana Deva, a sus familiares, sobre todo a sus amigos más cercanos, como a Emilio Carballido. En algunas de sus misivas comentaba que si estaba sola era por decisión propia. Garro decidió apartarse del mundanal ruido porque como exiliada, sobre todo en París, con más estabilidad emocional y también económica, simplemente no aceptaba ver a nadie, se recluyó, pero decía que le gustaba la soledad. Sin embargo, obviamente resentía el descrédito, las acusaciones, las humillaciones que la obligaron a recluirse.
Elena Garro no tenía límites creativos. ¿Era consciente del impacto que generaba a través de su arte?
Yo creo que sí porque era muy culta. Se creó una especie de leyenda en torno a ella y ella misma estimuló la idea de que no quería ser escritora, de que en realidad lo que quería ser era bailarina y actriz. En las entrevistas que le hacían comentaba que nunca se había propuesto ser escritora, que prefería leer que escribir. Con toda esta serie de afirmaciones fue difundiendo la idea de que no le interesaba darse a conocer como escritora, pero sus cartas revelan otra cosa. Es muy probable que la opresión y el descrédito constante de Octavio Paz le haya afectado. El escritor le pedía que rompiera lo que escribía y ella lo rompía o lo quemaba y eso, obviamente, afectaba su estado anímico. En las cartas de Garro a José Bianco hay unas muy reveladoras donde está patente la obsesión por publicar Los recuerdos del porvenir. Elena revisa ese libro, lo reescribe, se lo manda a Pepe Bianco para que la ayude a editarlo y le pide a sus amigos argentinos que la ayuden a sacarlo a la luz. Ahí está su interés por darse a conocer, por ser escritora. Claro que estaba consciente de la calidad de su obra porque era una gran lectora.
Ella misma estimuló la idea de que no quería ser escritora, de que en realidad lo que quería ser era bailarina y actriz.
Elena Garro vivía sin etiquetas, pero, ¿cómo le gustaba presentarse ante el mundo?
No le gustaba que la etiquetaran como madre o pionera del realismo mágico porque para ella el realismo mágico era parte de la cosmovisión indígena, era la manera de entender el mundo de los pueblos originarios. Decía que no era nada novedoso, que no era ninguna invención suya y que lo único que hacía era —por decirlo de alguna manera— transcribir esa manera de entender el mundo a la literatura. Elena era muy humilde, muy sencilla, era todo lo contrario a sus colegas contemporáneos que se autonombraban los grandes innovadores en las técnicas narrativas, en las estructuras novedosas. Para ella los verdaderos creadores del realismo mágico habían sido los románticos alemanes, por su manejo del inconsciente, del mundo onírico, de la presencia de la imaginación como fusión con la realidad.
¿Cómo influían las otras artes en la creatividad de Elena? ¿Tenía rituales creativos?
Tenía un ritual muy importante que menciona en una entrevista de los años 60, en donde habla precisamente de su proceso creativo. Decía que se inspiraba —cuando estaba escribiendo un cuento, una obra de teatro o una novela— bordando. Decía que le encantaba bordar y que conforme hilaba la margarita o la rosa o la espiga, en su cabeza iba construyendo un personaje. Elena era impresionante, además de dramaturga, narradora, cuentista, novelista, memorialista —sus diarios también van a ser un registro muy importante, que es para mí un proyecto pendiente—, ejerció el género epistolar porquefue una gran escritora de cartas. Fue también una artesana de la vida cotidiana. Andrea Cataño Michelena, hija de Margarita Michelena, cuenta que cuando ella
tenía doce años las dos Elenas vivieron una temporada en su casa, y que una vez las encontraron tapizando las sillas del comedor y encargándose de la alfombra y de las cortinas.
