Aunque parezca increíble, hubo un momento en la historia del cómic mundial en que la industria mexicana dominaba el mercado en español. En que los títulos propios o traducidos llegaban a toda Latinoamérica y España, al grado que en Argentina y otros países de Sudamérica, las revistas de superhéroes eran llamadas “las mexicanas”, por su procedencia de impresión. En aquellos años de esplendor, de 1930 a 1950, se imprimían inverosímiles tirajes de más de 700 mil ejemplares para una población mayoritariamente analfabeta, que se bebía las historias de los artistas mexicanos y estadunidenses que le presentaban en revistas como Pepín, Paquito o Chamaco.
Pero sería Pepín, la revista de la que era dueño el poblano José García Valseca, la que se convertiría en sinónimo de historieta, al grado que durante generaciones a las historietas se les conoció como “pepines”. Esta publicación estaba hecha por una gran variedad de plumas que lo mismo incluía material nacional, que extranjero. Ahí coincidían Superman y Batman con un variopinto grupo de personajes mexicanos, charros, niños urbanos o señores que vivían la “modernidad” en México.
Sin embargo, presa de la ambición, con un grupo de artistas atomizados que jamás logró armar un sindicato para defender su obra, pronto el éxito se volvió contraproducente y acabó consumiéndose a sí misma. Y es que ningún negocio, por más rentable que sea, sobrevive a la ambición. Por citar un título, Santo, el enmascarado de plata comenzó su camino con ejemplares cada quince días. Debido a su éxito, pronto fue semanal, para posteriormente aparecer cada tercer día. Esta forma de producción impedía planear, escribir buenos guiones y, por supuesto, dosificar el deseo del lector, quien pronto quedaba saturado del producto y buscaba algo nuevo.
NUEVOS BRÍOS
Pese a que aquella época de esplendor nunca jamás volvería, la historieta mexicana siguió su curso en trabajos de autor como los de Rius, y clásicos como Kaliman, La familia Burrón, Lágrimas y risas, La Bestia, entre muchos otros, que acabarían llegando a un nuevo boom cuando la editorial Vid publicara La Muerte de Superman, aunado a la aparición de la Editorial Ejea y de El Gallito Comics.
Fundada en 1972, EJEA, acrónimo de Enrique, Jaime, Everardo y Alberto, los cuatro hijos de Everardo Flores, fue una empresa editorial dedicada a los cómics en formato pequeño, de poco más de cincuenta páginas. Editaban títulos como Sensacional de Luchas, Sensacional de Mercados, Así soy ¿y qué?, a los que se sumarían los que publicaban los nietos de la dinastía, los dueños de las editoriales Toukan y Mango. Los títulos comenzaron a reproducirse como conejos cuando el mercado comenzó a pedir más y más. Según un estudio publicado en la extinta Revista mexicana de comunicación, llegaron a vender 450 mil ejemplares semanales entre todos. Aunque según sus propios números, duplicaban esa cifra. Sus temáticas, pese a lo que podía parecer, en un principio eran transgresoras y rompían con la moralina propia de la sociedad mexicana. Pronto los grupos de derecha comenzaron a presionar para censurarlos. Lo que produjo algo contraproducente, ya que sus argumentos y dibujos se volverían abiertamente pornográficos. Hasta que desaparecieron a fines de los años noventa.
Sin embargo, un grupo de historietistas nacidos en aquel momento, algunos procedentes de la revista El Gallito Comics, dejarían su huella en el cómic mexicano: Edgar Clement, quien comenzaría con su saga El cazador, que finalmente acabaría llamándose Operación Bolívar. También pondría pie Ricardo Peláez con su adaptación de El complot Mongol y su libro de historias cortas, A Fuego lento, considerado por muchos como su obra maestra. Nutriendo esta escena, como especie de artistas solitarios, estaban Jis y Trino, con El Santos, y BEF con diferentes ilustraciones y novelas gráficas como Uncle Bill, centrada en William Burroughs. También estaría Bachán y su superhéroe, El Bulbo. Y finalmente, El Cerdotado, escrito y dibujado por Polo Jasso, entre otros.

UNA INDUSTRIA ATOMIZADA
Actualmente ya no hay propuesta nacional que llegue por igual a todas partes, es decir, ya no hay una editorial que pueda hacer tirajes enormes para distribuirlos en cada puesto de revistas del país. El trabajo de las y los artistas ahora está localizado por regiones, obviamente, la Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey (especie de dormitorio para dibujantes que trabajan para Estados Unidos), Ciudad Juárez y Tijuana. De tal manera que seguir el ritmo actual es bastante difícil, más cuando los tirajes son realmente pequeños y pensados principalmente para los lectores más fieles.
Los temas que tratan son variados, desde dramas intimistas, tiras cómicas, ilustraciones educativas al estilo Pictoline, gente que sigue apostando por los superhéroes, otros que hacen híbridos genéricos con la lucha libre, es decir, contando historias de terror, algunas superheroicas, relatos del barrio o simplemente recordando grandes batallas, todo bajo la sombrilla del arte del catch.

Sin duda, el proyecto editorial más consistente desde hace años es el de Pura Pinche Fortaleza Cómics, quienes además de editar sus propios trabajos, presentan nuevos talentos, reeditan obras señeras y desde hace siete años realizan un premio de novela gráfica con el respaldo de la FIL de Guadalajara, que ha dado conocer diversas obras y autores.
“ LA HISTORIETA EN MÉXICO NO SÓLO SIGUE LAS FORMAS TRADICIONALES, SINO QUE SE HA MOVIDO A LAS REDES SOCIALES, ALIMENTANDO LO QUE HOY HA TERMINADO POR LLAMARSE WEBCOMIC.
EL CÓMIC Y LAS REDES SOCIALES
La historieta en México no sólo sigue las formas tradicionales, sino que se ha movido a las redes sociales, alimentando lo que hoy ha terminado por llamarse webcomic. Uno de los más famosos fue Jours de Papier, creado e ideado por Tania Camacho y Esteban Martínez. Ella es dibujante e ilustradora, y él es programador, nutriólogo y chef.
La tira contaba pequeñas desavenencias, bromas y cosas graciosas del día en pareja, ya que sus autores lo eran. Comenzó como una especie de diario interno, hecho en cuaderno, que era conocido por sus amigos, pero el humor era tan contagioso y lleno de esperanza, que vieron la posibilidad de publicarlo en redes sociales, comenzando en Facebook. El éxito fue inmediato, llegando a editar de manera independiente recopilaciones de sus tiras, con tirajes de tres mil ejemplares, llegando, finalmente a firmar con Penguin Random House una serie de exitosos libros. El éxito de su primer título con una editorial grande fue tal, que cuando lo presentaron en la Feria del Libro de Minería, tuvieron que poner una mesa en la Plaza Tolsá para poder seguir firmando ejemplares. Desgraciadamente la pareja terminó y con ella las tiras.

Por su parte, Ricardo Cucamonga, sonorense, fue creador de un personaje que vino a describir de manera perfecta y con cierta ternura, a buena parte de la derecha mexicana, Cindy, la regia. Sin ser propiamente una obra política, sí representa con humor cómo ve el mundo a cierta parte de la sociedad conservadora.
Cindy es una chica bien de Monterrey, como lo indica su apodo, que vive una serie de aventuras para encontrar novio, acabar la escuela y pasarla súper. Es una chica frívola, un pelín clasista, a veces un poco boba, pero siempre bienintencionada; lo que la hace un personaje adorable. Sin mucha intención, Cucamonga (apodo que toma de una capítulo de los Looney Toons), comienza a publicar las aventuras de esta regia orgullosa en sus redes sociales para posteriormente crear libros, parodiando los géneros más variados, como la superación personal o la autobiografía. Cindy logra un gran éxito, llegando incluso a ser adaptada al cine. Sin embargo, en el trasvase perdió mucho de su encanto.

Actualmente, Cucamonga sigue publicando cartones en su cuenta de Instagram con tres temáticas muy marcadas: las redes sociales, su uso y abuso; lo gay, burlándose de su propia comunidad y de los detractores de la misma; y finalmente, retomando al personaje de Cindy, pero transformándola en tía, porque en el mundo de Cucamonga, ella ya envejeció.
El monero Bobadilla es el único artista de esta selección que no publica su obra en redes sociales. Caricaturista de la vieja guardia, trabaja para el diario sinaloense El debate, el semanario Riodoce y en la revista de política y humor, El Chamuco. Sus tiras diarias son subidas por sus lectores a las redes sociales. De esta manera se dieron a conocer dos de sus personajes más conocidos, El Ñacas y El Tacuachi, un par de sicarios de la vieja guardia que nos van contando su vida en los grupos delictivos, en la venta de drogas y el día a día de la violencia que se ha vuelto cotidiana en Sinaloa y en el país. Hay mucho humor negro, algunos chistes, ya sea de ejecuciones o torturas, podrían aparecer muy crueles para el resto del país, pero no para una sociedad como la sinaloense, que convive a diario con la delincuencia.

Los Cochipolicías, son otros personajes de cómic famosos. Una panda de policías todos personificados por cerdos, que hacen triquiñuelas, robos y juegan a que combaten el crimen organizado.
El humor de Bobadilla es filoso, ácido y da siempre en el justo medio entre la denuncia y el gag que arranca la sonrisa y a veces la carcajada. Situaciones que van desde el enfrentamiento entre un policía estadunidense y un narcotraficante, que de las amenazas pasan a una sociedad fraternal, hasta el cochipolicía que es delatado, junto con esposa, por su perro de apoyo, por romper la dieta.

EN BUSCA DE LO INTERIOR
El trabajo rutinario y desde casa, el confinamiento y la tendencia a mirarnos únicamente en redes sociales ha producido un tipo de tiras que apuestan por la melancolía y las narraciones intimistas. Por ejemplo, en Guadalajara el trabajo de la ilustradora e historietista Lizeis, brilla por sí mismo. Casi todas sus tiras son autobiográficas, contando su vida cotidiana con su familia, sus mascotas y sus amigos. Sus dibujos tienen una fuerza que parece provenir de las historietas underground de los años noventa, lo cual da fuerza a la narración. Son, hasta cierto punto feístas, discordantes, de una estética especial, lo que le sirve para contar cosas humanas y reflexivas produciendo en el lector una sensación de verdadera intimidad.
Una de las historietas más poderosas es cuando relata el proceso de una cirugía para retirarle una especie de cáncer, antes de que progrese. Nos cuenta todo el proceso, desde la lista para hacerse los exámenes, la rudeza de la gente en el hospital público, la poca prudencia de la gente que sabe de su situación y le cuenta historias truculentas de muertes, pero también toda la comprensión de sus amigas e hija. Hay momentos de verdadera poesía gráfica en la que el dolor es representado por un gran fuego y una pregunta inocente: ¿será normal? Lizeis, además de subir sus trabajos a redes sociales, en especial a Instagram, hace pequeños fanzines que vende en presentaciones, ferias y otros sitios. No es una forma de hacer dinero, sino más bien una manera de volver real lo virtual, de volver humano y material lo industrial e impersonal de las redes sociales.

Otro caricaturista que se hunde en la vida diaria es el tabasqueño Carlos Dzul, quien se dio a conocer en redes sociales como Changosperros. Su obra es muy reconocible gracias a sus dibujos también cercanos al feísmo, con cierta falta de perspectiva, pero que debido a eso resultan funcionales.
Dzul tiene una gran habilidad para narrar historias cotidianas que muestran un humor autoparódico muy directo.
Dzul no tiene un personaje recurrente, pero si hay una constante, la propia burla de quien cuenta la historia. Se ríe de su torpeza, de su mala suerte, de su autoconmiseración y de las circunstancias. Esto curiosamente produce una empatía inmediata en el lector. El historietista, buscando hacerse de algún dinero, comenzó a promover su trabajo invitando a la gente a que le encargaran una historieta narrando la historia del amor de su vida o como él les dice, una “lovestori”. De esta manera, con unas pocas viñetas, cuenta los encuentros, amores y desamores de perfectos desconocidos, todos entrañables y verdaderos.

Los indispensables, por su parte, son gags cortos que nacen a manera de publicidad, es decir, con la intención de promover la venta de un producto, pero que con el paso del tiempo fue tomando carácter autobiográfico. El dibujo es muy colorido, lleno de influencias del cómic estadunidense, pero excelentemente bien tropicalizado para crear un arte muy mexicano, muy chilango.
Arturo Trejo, el creador de Los indispensables, ha logrado conectar con su público mexicano haciendo chistes recurrentes que aluden a la tramitología (por ejemplo, Lunes, la Ballenita) y a la sexualidad. Los viernes dibuja un cartón que hace referencias sexuales siempre inteligentes y con cierta jiribilla que pueden ser poco comprensibles para muchas personas. Sin embargo, Trejo tiene seguidores en gran parte de Latinoamérica, lo cual es interesante ya que el humor es complicado de traducir a otra cultura.

“ EL TRABAJO RUTINARIO Y DESDE CASA, EL CONFINAMIENTO Y LA TENDENCIA A MIRARNOS ÚNICAMENTE EN REDES SOCIALES HA PRODUCIDO UN TIPO DE TIRAS QUE APUESTAN POR LA MELANCOLÍA.
LO HÍBRIDO Y EL BARROCO NACIONAL
Sin duda uno de los artistas más complejos y propositivos es el tapatío El Manchón. Su trabajo va más allá del chiste o de la melancolía diaria de las grandes ciudades. En cada una de sus obras, que a veces parecen extenderse sin un fin o propósito claro, aparecen reflejados los miedos y las constantes de un México en ebullición. En ella se nota lo mismo la influencia de Robert Crumb, de la historieta underground europea, los trabajos de Alejandro Jodorowsky y otros autores nacionales, de su coterráneo, Jis, pasando por Carlos Castañeda e infinidad de cultura popular que va entremezclando en un pastiche barroco que crea y refleja un México violento y complejo.
En la obra de El Manchón lo mismo aparece AMLO, pasando por Porfirio Díaz, Akuma de Street Fighter, que el Demonio y su hijo no reconocido quien, contrario a lo que podría parecer, es un pusilánime llorón, un buen vástago de Pedro Páramo. También hay eloteros con superpoderes, sociedades secretas que parecen provenir de sueños con peyote, referencias a memes (¡cómete el pan!), pero asimismo un Pennywise precarizado y cobarde.

Nada le es extraño al mundo onírico y desértico del artista. Cada personaje de la cultura popular, del cine, de la literatura, de la política, encuentra acomodo y muchas veces el intento por entender todas las referencias, acaba por convertir sus páginas en un plato que siempre se disfruta en la relectura. El lector
se deja llevar por la relatoría, por el dibujo, mitad caricaturizado, mitad realista y por ese desfile de personajes absurdos (jirafas que se vuelven guerrilleras, ballenas asesinas que son agentes secretos) para, posteriormente, comprender que habla de cosas políticas, pero no siempre puntuales.

Es decir, sus referencias y críticas ácidas a la violencia que vive el país no son a un político en específico, sino a todos y a ninguno. Incluso cuando aparece AMLO, la figura no es del que fuera presidente, sino del personaje en el que acabó convirtiéndose.
Ya hemos visto cómo estas oleadas de creadores tienen un discurso propio para hablar directamente y a los ojos a los creadores de otras partes del mundo, como Estados Unidos, Francia, Argentina o España, sitios con una larga tradición en el mundo del cómic. Esperemos ver cómo evolucionan todos ellos y crean una siguiente generación.



