DESPEDÍAMOS A OZZY en su trono diabólico y una semana después le llega su Never say die al Príncipe de la Pinche Oscuridad. Ese trono debió ser una taza de baño, su aposento favorito. Entre las historias memorables de su autobiografía, I am Ozzy −la más divertida que he leído, el motivo final que lo empujó a mudarse a los Estados Unidos fueron los inodoros privados americanos. Inicia con su miserable infancia, antes de caer en prisión por robar para comer, cuando usaba una cubeta en un rincón de la estancia donde vivía toda la familia Osbourne, con pedazos de periódico a manera de papel higiénico. Y termina describiendo su baño de millonario, un inodoro con calefacción para evitar el frío al sentarse. ¿Cómo salió de la pobreza para convertirse en millonario? Rockeó en serio, loqueó sin límite e hizo reír a la gente para ser aceptado en la escuela, en la cárcel y en el showbiz.
Al ser un obrero automotriz de Birmingham, el rock se convirtió en su trabajo. Una de las grandes lecciones me la dejó cuando un reportero lo cuestionó sobre la necesidad de su última gira con Black Sabbath, The End: “Cuando eres obrero, nunca dices que no a un trabajo”. Y él trabajó el heavy metal. Black Sabbath fue el creador del género y procreó cien subgéneros, incluidos el jazz metal y el metal sinfónico. Ningún grupo de rock, salvo los Beatles, logró tener ese impacto en la cultura para mover el curso de la música. No lo hizo solo, por supuesto, los de Sabbath fueron visionarios para forjar un sonido. Pero sí supo sacar provecho a su limitada voz, a su locura / carisma, y dotar al rock de una actitud bronca, salvaje y oscura, darle una personalidad entre lo callejero y lo oculto. Lo suyo fue inventar un personaje humorístico, capaz de arrancarle a mordidas la cabeza a un murciélago o a una paloma que simbolizaba la paz con una disquera. Todo era un gran chiste.
EN 1981 ESCUCHABA CON OBSESIÓN MASTER OF REALITY, hasta que el Bola me prestó el vinilo solista de Ozzy, Blizzard of Ozz, una joya que me hechizó desde el primer riff. Con ese disco emprendió una redefinición del heavy metal y el hard rock al lado de un súper grupo, uno de los aciertos profesionales de Ozzy, rodearse de músicos fuera de serie como el extraordinario guitarrista Randy Rhoads. Aquí hay que mencionar el papel de su esposa Sharon, la mujer que lo sacó de la barranca y reconstruyó su carrera en Jet Records. Desde entonces fue uno de los ideólogos de mi vida, el tío contracultural que te enseña a loquear.
El 21 de agosto de 2017 dio un concierto en Illinois, alineó todo para cantar “Bark at the Moon” en el momento exacto del eclipse solar cuando se oscureció la Tierra. Lo que en Blue Öyster Cult fue un mito Gonzo, Ozzy lo hizo en una genialidad de concepto perfectamente ejecutada. Cabe recordar las palabras de Hunter S. Thompson sobre cómo llegar a la tumba: “… derrapando de lado, entre una nube de humo, completamente desgastado y destrozado, y proclamar en voz alta: ¡Uf, qué viajecito!” Ozzy dejó este plano material, pero su legado es inmortal.

