Fascinación por la barbarie, escritos alemanes del joven Emil Cioran

El filósofo rumano Emil Cioran ha pasado a la posteridad como uno de los representantes más sofisticados del nihilismo de fines del siglo XX. Sin embargo, su desilusión de los ideales religiosos o ideológicos no sucede en abstracto, sino como una resaca terrible de sus veleidades juveniles. Los siguientes textos publicados por la revista Vremea en noviembre y diciembre de 1933, reflejan a un joven exaltado (de 22 años) que oscila entre la fascinación y el absurdo al observar de primera mano el ascenso del nazismo

Fascinación por la barbarie, escritos alemanes del joven Emil Cioran
Fascinación por la barbarie, escritos alemanes del joven Emil Cioran Foto: Especial

ASPECTOS ALEMANES

Para comprender el espíritu de la Alemania actual, es indispensable desarrollar un gusto por todo aquello que es exagerado, por aquello que proviene de una pasión excesiva de un impulso irracional y de una monumentalidad desconcertante. Siempre he simpatizado con Alemania por su Formlosigkeit (amorfia) a la que, a pesar de que en ocasiones raya con lo grotesco, se le debe una parte de los valores y realizaciones sublimes que nos eximen por momentos

de la vulgaridad de lo cotidiano. En este mundo, las únicas personas que merecen nuestra simpatía son aquellas que poseen un carácter desmesurado. El resto, si no son inteligentes, son mediocres, calculadoras, dotadas de un espíritu crítico e irónico. Les pregunto esto: ¿No ha llegado acaso el momento de liquidar de fondo al espíritu crítico, el cálculo, la mesura y la forma? En vedad, nos hace falta todavía negar muchas cosas para que esta negación nos conduzca a certezas, al éxtasis y a lo sublime.

Si la Alemania de hoy ha realizado alguna cosa, si los alemanes viven en un entusiasmo enloquecido y en una total efervescencia, es porque han tenido en determinado momento el valor de encarnar una pasión

de una barbarie fecunda y creativa, la capacidad de arriesgar infinitamente. Un mesianismo que a los extranjeros les cuesta entender. No hablo aquí de la posición de los países menores ante el fenómeno hitleriano, ni de mi postura personal; lo que me interesa es saber si este mesianismo participa o no en el sentido inmanente de la historia alemana.

Cualquiera que pueda comprender un poco la historia debe reconocer un hecho indiscutible: el hitlerismo fue un destino para Alemania. Se necesita dar un sentido agudo de la fatalidad para poder ser objetivo. Ningún fenómeno histórico de grandes proporciones es inteligible si no lo consideramos bajo el signo de la fatalidad, de un destino inmanente, resultado de la estructura y de la substancia de una forma de vida histórica. Dentro de las formas de vida histórica reducidas, que no poseen un impulso vital propio e interior, ni una necesidad secreta, sino solamente obediencia, imitación y compromiso, no encontramos ninguna fatalidad que indique una dirección, encontramos a un arbitrario estúpido e insignificante. Las pequeñas culturas no tienen ningún sentido ni valor en el mundo histórico. Por lo tanto, en vez de destruirlas, hay que ignorarlas.

CONVERSACIÓN CON UN HITLERIANO

Lo que más impresiona a un extranjero cuando conversa con un alemán, cualquiera que sea su nivel cultural o social, es su mesianismo llevado al extremo. Desafío a cualquiera a mostrarme, en cualquier parte de Alemania, a un ciudadano que no se encuentre convencido que Alemania es el primer país del mundo y que todos los demás no son más que aproximaciones empobrecidas. En Rumanía, todos coinciden en decir que viven en el país más infeliz del mundo, un país que no merece siquiera existir. Por lo tanto, ¿cómo es posible no sentirse impresionado por el orgullo de esa nación?, ¿por la conciencia que tiene de una misión en el mundo?, ¿por la cumbre histórica que ha alcanzado? Si los mesianismos ruso y judío tienen un tinte religioso, el mesianismo alemán es de esencia histórica. Mientras que los mesianismos rusos y judíos evocan una liberación y una redención gracias a un pueblo investido de una misión divina mediante la cual se conducirá a la solución del proceso histórico, el mesianismo alemán parte de la excelencia de un tipo étnico […]. Los otros dos poseen un innegable carácter apocalíptico, una intención evidente de trascender la historia, de terminar por vencerla. El origen del antisemitismo germano reside en la reacción instintiva del mesianismo nórdico, de esencia alemana, contra el mesianismo meridional, de esencia judaica.

¿Dios no ha sufrido lo suficiente desde que envió a su hijo a la cruz, para crucificar también en varias ocasiones a su pueblo elegido?

No olvidaré nunca una reciente conversación que tuve con un alemán, entablada, de forma simbólica digamos, frente al Reichstag. Él creía tanto en un pangermanismo espiritual y político que me dejó atónito. Sobre todo porque sus declaraciones no eran fruto de sus lecturas, sino de discusiones, reuniones y viajes. Poseedor de un exclusivismo impresionante y feroz a la vez, reducía todos los valores humanos a aquellos de esencia germánica. Todo lo grandioso, monumental, genial y creador es germánico. Todas las demás culturas no son sino simples caricaturas.

¿Y Francia? La cultura francesa no es más que una mentira, un juego superficial y mezquino en todos los planos del espíritu. Cuando le argumenté que algunas culturas no cultivaron lo monumental, como la cultura japonesa, francesa, griega y china, me respondía que no reconocía valores humanos que no fueran los del gótico… El arte del Renacimiento italiano es, en sus mejores manifestaciones, germánico. Miguel Ángel lo caracteriza.

—¡Pero el dinamismo de Miguel Ángel se explica mediante la transición que encamina hacia el barroco!

—El único barroco auténtico es de origen germánico, puesto que es un resurgimiento gótico en la modernidad.

Esta es la opinión de Worringer, Wölfflin y Spengler.

—¿?

—A su vez, piense usted, ¿cómo es posible que los italianos pudieran haber engendrado a un Leonardo? Sólo un espíritu gótico puede explorar tantos campos. La música es una creación típicamente alemana, como la poesía, la metafísica, etc. […]

—Todos los inventos y descubrimientos científicos alemanes han sido realizados en el interés de la comunidad. La ciencia francesa no ha descubierto ni inventado más que una gran cantidad de cosas inútiles que no involucran en nada a las comunidades humanas.

Si yo soporté todo esto, se debe a mi vieja pasión por lo absurdo. —Alemania no es un país de segundo orden. Mostrará a Europa entera que es la realidad suprema en cuestiones políticas. ¿La sociedad de las naciones? La mayor de las mentiras francesas.

—De acuerdo.

Emil Cioran (1911-1995), el "esteta de la desesperación".
Emil Cioran (1911-1995), el "esteta de la desesperación". ı Foto: Fuente > Especial

LOS HITLERIANOS Y RUMANÍA

—Francia no ha aportado nada a Rumanía. Por consiguiente, ¿Rumanía es la obra de Francia o de Alemania?

Esta pregunta estúpida me dejó boquiabierto.

—A pesar de lo que digan ustedes los rumanos, Rumanía es el producto de Alemania. ¡Esta es el fruto de la tenacidad y la educación alemana de Carol I ! 1

¿Qué habría sido de ustedes sin este rey de origen y educación alemana? Rumanía tiene todavía mucho que aprender, sobre todo en lo que concierne al orden y la educación. Bulgaria es muy superior en varios aspectos.

Las opiniones de este individuo son demasiado comunes en la población alemana para no reproducirlas aquí. No las habría reproducido aquí si las hubiera escuchado de la boca de un intelectual, puesto que habría pensado que eran el fruto de una información y reflexión personales, y por este hecho, menos reveladores de la orientación general de un pueblo. Nos separamos después de algunas horas de conversación. Recuerdo todavía el acento apasionado con el cual él pronunciaba con mucha frecuencia los siguientes sintagmas: deutsches Volk (pueblo alemán), deutsches Wesen (esencia alemana), deutsche Erziehung (educación alemana), etc.

LA AUSENCIA DEL SENTIDO DE REALIDAD EN LA MAYORÍA DE LAS PERSONAS DEL NORTE PROVIENE DE SU SERIEDAD PERMANENTE, MIENTRAS QUE TRES CUARTAS PARTES DE LA VIDA NO MERECEN SER TOMADAS EN SERIO

Georg Simmel dijo de Nietzsche que a éste lo caracteriza el sentimiento de la solemnidad de la existencia (Das Gefül der Feierlichkeit des Daseins). Este sentimiento es, en diversos grados, esencial en todos los alemanes. Poseer en todo momento conciencia del carácter simbólico de sus formas, como si la existencia fuera una sucesión de elecciones decisivas, mientras que una elaboración íntima eleva sin cesar al individuo hacia su tipo ideal. He allí un sentimiento existencial de un dinamismo absoluto. Nadie puede experimentar este sentimiento solemne si no lo adopta mediante su existencia individual como una misión que puede cumplirse a cada instante, aunque ésta nunca llegue a materializarse. Se vive simbólicamente para los valores que se cultivan, sobre todo si se piensa que son irreductibles, absolutos. Nadie puede experimentar este sentimiento si no cree que su existencia puede convertirse en un absoluto. Existe un sentimiento trágico bastante perceptible en esta solemnidad que podría ser una máscara que oculta incógnitas tragedias.

El alemán no es un hombre que viva con cargos de conciencia, ni que cultive psicologismo alguno, vive con su conciencia en función de sus valores y normas, de lo que de éstos se derive. De allí sus excesos en la pedagogía y la moral, su normativismo escandaloso, su concepción del deber. De allí también su tendencia a tomar la vida en serio. La ausencia del sentido de realidad en la mayoría de las personas del norte proviene de su seriedad permanente, mientras que tres cuartas partes de la vida no merecen ser tomadas en serio. Tomar la vida en serio te convierte en un lunático, un ridículo, un superfluo o en un santo.

EN LA UNIVERSIDAD DE BERLÍN

Seguramente usted (lector) ha vivido esta interesante experiencia: recorrer en dos o tres horas un inmenso museo en el que se encuentran objetos que datan desde las culturas orientales hasta nuestros días. Esta visita superficial es tan admirable y sugestiva que se experimenta la necesidad de repetirla lo más a menudo posible. Lograr, en algunos minutos, agotar una cultura entera, un estilo, una visión y una forma de vida. Intentar, en poco tiempo, adaptarse a una multiplicidad de formas extranjeras, replegarse para después borrar un mundo en pocos pasos para adentrarse en otro, he allí lo que me ha parecido tan curioso, tan irónico, que no puedo evitar una sonrisa sardónica. En los museos, se tiene la noción de poseer una libertad sobre la historia. ¿Y qué es esta libertad sino la expresión de un júbilo irónico que otorga una sensación en relación a todo lo que ha sido creado hasta ese momento? Uno se adapta a diferentes estilos históricos, pero solamente para medir después la distancia abismal que nos separa. Se evoluciona ante una pluralidad de estilos, aturdido, confundido y desorientado, incapaz de encontrar una convergencia o una jerarquía, se admira y deprecia la historia humana, ante la cual sólo nos encontramos ligados por impulso fatal hacia un mundo de valores bajo los cuales se trabaja sin admitirlo. Hasta este momento solamente, la formulación de Spengler “El gran sinsentido”(erhabene Zwecklosigkeit) me pareció verdaderamente significativa sobre la explosión inútil de estilos culturales en el curso de la historia, de la aparición irracional de nuevos contenidos y de nuevas cristalizaciones, del devenir de formas específicas fuera de toda finalidad y sentido.

Se experimenta un sentimiento análogo cuando, en la universidad, se pasa de un curso al otro sin seguir una especialidad bien definida. La irreductibilidad y la irracionalidad de estilos y de planes culturales se manifiestan tan poderosamente como en un museo. Se pasa de la filosofía moderna al arte chino, de la economía a la metafísica, del arte medieval a la historia de Rusia. Todos aquellos alemanes, que son tan instruidos como faltos de talento, me revelan, como en una visita de museo, la misma futilidad de la historia y la misma insuficiencia de aquello que se consume en la temporalidad. En un cierto momento de la vida, uno se da cuenta que casi ningún evento del pasado nos interesa; y si acaso hay alguno, no se impone ante la distancia temporal, sino como un fenómeno de integración subjetiva. No es su objetivo histórico lo que ahora cuenta, sino solamente aquello que podemos extraer para sí, para enriquecerse interiormente. Pienso que es inútil y sin sentido el abordar los fenómenos para agotarlos mediante el conocimiento, mientras que aquellos no revelen nada de uno mismo, del destino o misión personal. La historia, en la acepción más general de la palabra, no puede realizarse más que por aquellos para quienes su existencia personal y trágica unicidad no existe como una cuestión total.

El joven Cioran junto a sus colegas universitarios.
El joven Cioran junto a sus colegas universitarios. ı Foto: Fuente >Especial

Por esta razón hay personas sobre las cuales nos preguntamos si todavía son capaces de aprender algo. No porque sepan demasiado, sino porque, en un momento dado, la información de índole objetiva es inútil. E incluso si se buscara, recolectar información es bastante difícil ante personas quienes su vida interior es más pobre que la propia. ¿No han juzgado alguna vez imposible el recibir cualquier cosa de parte de un hombre objetivo? ¿No se han negado a ser enseñado por hombres que son el producto exclusivo de los libros? En cuanto se trata de subjetividad existencial, ¿de quién podemos todavía aprender? ¿De quién podemos todavía recibir?

¿NO HAN JUZGADO ALGUNA VEZ IMPOSIBLE EL RECIBIR CUALQUIER COSA DE PARTE DE UN HOMBRE OBJETIVO?

No es solamente en la universidad de Berlín, en cualquier universidad del mundo experimentaría esta sensación extraña e indecisa. Poseo mucho menos conocimiento que los profesores y sin embargo tengo la sensación de que no pueden enseñarme nada. Todos aquellos hombres que han arruinado su vida entre los libros y que son cada uno de ellos una biblioteca ambulante de una probidad científica excesiva, son al final de cuenta solamente profesores. Cada vez que escucho a uno, me invade un humor melancólico: la vida me parece demasiado breve para desperdiciarla estudiando. Me gustaría que las personas aprendieran a descubrirse a sí mismas y que la historia no fuera para ellas mas que un simple pretexto. Además, que hicieran del estudio una aventura, un riesgo y una locura. Uno me decía haberse descubierto en la filología, otro en la psiquiatría, un tercero en la geometría. Sin embargo, pensar por la pura voluptuosidad de pensar, pensar en sí mismo, puede ser notable, pero para nada impresionante. De esta forma, Nicolai Hartmann, considerado por algunos como el más importante filósofo alemán de nuestros días, es un hombre que piensa solamente en el significado de las ideas en tanto que ellas mimas, pero no posee nada de un pensador existencial. Por mi parte, no podría hacer omisión de Heidegger y Klages. Desde que asisto a los cursos de Hartmann, me confronté con la convicción de que la filosofía debe ser superada, pues es lejana para quienes se atormentan hasta el absurdo. Casi todas las filosofías son aproximativas, de la misma forma que los hombres. Como todos los filósofos que nos son profetas, Hartmann teoriza, habla de la bondad de los valores, de todos los problemas éticos, pero no propone ninguna solución concreta e inmediata, válida para un destino individual. Una filosofía que no crea un estilo de vida, o que no conduce a alguno, carece de valor. La filosofía debe fecundar, contener una decisión, un combate del hombre en el tiempo y con el tiempo. Mientras que teorizar con un exceso de espíritu analítico, construir por construir, se complace en sutilezas que no enriquecen interiormente, que no comprometen y que no hacen sufrir, lo encuentro fácil e inútil. Por su forma de pensar, si Hartmann viviera cien vidas, la filosofía no lo destruiría, pero tampoco lo volvería loco de alegría. Llegará un día en el que los hombres no tendrán nada que hacer con lo que llamamos ideas. Cuando ya no se cuente con el refugio y la cobardía de las ideas, en ese momento la filosofía cesará de ser la expresión de los hombres impersonales.

La universidad puede ser interesante sólo en un sentido: si se le considera como una ocasión de autodefinirse. Quien carece de la experiencia de las universidades alemanas sufre forzosamente de una falta de autoconocimiento. Valen la pena, aunque sea por el contraste entre sus orientaciones y el camino propio. Pero si todavía existen personas que quieren estudiar y que hacen del estudio el único fin de su vida, entonces para ellos Alemania es sin duda un paraíso.

No quisiera concluir sin evocar a Ludwig Klages, que no es profesor, pero imparte conferencias en la universidad de Berlín, donde expone su sistema filosófico y aporta un gozo incomunicable.

Klages —aspecto de pastor protestante y temperamento de aventurero, desbordante, explosivo, voluble y profético, a la vez misterioso y erudito— es el hombre más realizado de todos los que he visto aquí. Parece un mago y posee un carisma irresistible. Su visión filosófica, a la cual le daré un espacio posteriormente, le debe su fuerza a su tumulto temperamental, que no se encuentra lejos de la visión de un alquimista o profeta moderno. Cada vez que pienso en Klages, veo a un Nae Ionescu 2 formado por la cultura alemana, habiendo devorado muchas bibliotecas y habiendo encarnado muchas soledades.

NOTAS DEL TRADUCTOR

  1. Carlos I de Rumanía (1839-1914), príncipe alemán convertido luego rey de Rumanía desde 1881 hasta su muerte en 1914.
  2. Nae Ionescu (1890-1940), profesor universitario asociado a movimientos de extrema derecha y mentor del joven Cioran.