EL NOMBRE STONEWALL resuena alrededor del mundo como sinónimo de la lucha de la comunidad LGBT+, se trata de algo más que sólo un espacio histórico; es un lugar de memoria. Los hechos ahí ocurridos en 1969 se conmemoran el 28 de junio cada año en las principales ciudades del orbe como celebración de la diversidad y de los derechos adquiridos desde entonces —también para recordarnos los que quedan pendientes.
En 2016, fue declarado Monumento Nacional en Estados Unidos, y, a pesar de ello, ha sido blanco de las alarmantes regresiones en materia de diversidad que se viven en los tiempos actuales, con modificaciones a su descripción en sitios web oficiales que borran a grupos vulnerables del movimiento LGBT+. De alguna manera, esto reactualiza la idea de Stonewall como referente de esta lucha; es un faro que nos recuerda que la memoria no se asienta solamente en los hechos ocurridos, sino en el lugar donde sucedieron; y que lo político está también en el espacio.
México tiene de cierta forma su propio Stonewall, la Zona Rosa, que a pesar de tener un lugar central en la historia LGBT+ del país, carecía de un reconocimiento cabal de la memoria que resguarda a pie de calle —hasta ahora. Un nuevo proyecto encabezado por Archivos y Memorias Diversas busca dejar testimonio de los sitios que marcaron el devenir de la comunidad en la capital, a través de placas conmemorativas, desde la ubicación del emblemático bar El Nueve, hasta los espacios habitados por los personajes que dejaron huella en la lucha por la inclusión.
LA INICIATIVA PODRÍA LEERSE como una declaración de que no sólo deben pintarse las calles de arcoíris en junio, sino que la visibilidad es una exigencia diaria. Pero, ante todo, resalta la importancia de rememorar como acto de resistencia y protesta; el derecho a la memoria como camino a sociedades más justas para todos y todas.
Como me explicó Alonso Hernández, director de Archivos y Memorias Diversas, el movimiento LGBT+ mexicano ha acompañado las luchas de las izquierdas, más allá de la diversidad. No se puede entender el 68, el halconazo, ni muchos otros hitos de los levantamientos sociales sin ellos y ellas. Eso también es historia LGBT+, y es indisoluble de la gran historia nacional.
La propuesta ha sido ya cobijada por el Gobierno de la Ciudad de México y las placas serán colocadas en el marco de la Copa del Mundo. No puedo disimular el gusto que me da que sea en un evento con connotaciones tan machas que la capital se posicione contundentemente en favor de la diversidad. No es cosa menor a la luz de los recientes posicionamientos de prominentes futbolistas. Cuando la diferencia es vista como amenaza y las poblaciones más vulnerables son silenciadas no hay cabida para medias tintas.


