Para leer a Han Kang. Notas a pie de página

Margarito Cuéllar es un escritor potosino radicado en Monterrey. Es autor de José Alvarado, antología (Cal y Arena, 2019) y de una importante obra poética. Sus libros más recientes son: Un cálido reflejo en la ecuación del agua (UANL, 2023), El silencio y el sonido de las cosas (Shanghái, 2023) y Espejos giratorios (Nautilios, 2025). El Cultural ofrece este ensayo en el que Cuéllar hace un repaso inteligente y sensible de la literatura de la Nobel surcoreana Han Kang

Margarito Cuéllar
Margarito Cuéllar Foto: Especial

Es complicado para un lector perezoso como yo seguir los pasos vertiginosos de un premio Nobel de Literatura. A excepción de Heinrich Böll, García Márquez, Neruda, Gabriela Mistral y Vargas Llosa, no paso de un libro o dos. En el fondo, el mundo editorial y la mercadotecnia ejercen cierta presión social por estar al día con las novedades y el bombardeo informativo en torno al galardonado en turno es abrumador; capaz de devastar el ánimo de espíritus erráticos y renuentes como yo. Tengo la sensación de que a partir de buena parte del siglo XX y lo que va del nuevo milenio, el impacto de los premios Nobel en los lectores se volvió más especulación comercial y/o política que expectativa literaria.

Para leer a Han Kang │ La clase de griego
Para leer a Han Kang │ La clase de griego ı Foto: Imagen: Especial

Como sea, es un acontecimiento que no pasa en blanco ya sea porque lo reciba alguien como Winston Churchill por sus memorias o un gigante de la música como Bob Dylan. Tampoco le veo mucho caso a especular respecto a quienes lo merecieron y fueron bateados olímpicamente por la academia sueca, llámense Jorge Luis Borges, Haruki Murakami, Juan Rulfo o James Joyce.

Para leer a Han Kang │ La vegetariana
Para leer a Han Kang │ La vegetariana ı Foto: Imagen: Especial

De tal manera que me dispuse a leer a Han Kang, autora surcoreana que recibiera el Nobel el año pasado, no por la distinción del premio, sino porque ya había abrevado de manera breve y consistente en su obra. Lo primero que me llamó la atención fue su tendencia a la fragmentación, seguida de una temática que sentí desde el principio cercana al testimonio y con un fuerte sentido de lo polifónico. La leí en forma desordenada y a medida que daba vuelta a las páginas fui haciendo numerosas notas en los espacios en blanco de cada libro, relacionadas con mis hallazgos de la lectura, atmósferas, personajes, paisajes, rupturas, paralelismos y la forma de tejer y bordar con el lenguaje. A veces sólo trazaba signos de interrogación, palabras clave o dibujos, hasta que me propuse, a partir de esos apuntes al vuelo, pensar en una especie de guía de lectura para acercarse a esta singular autora nacida en Gwangju, Corea del Sur, en 1970. Mi punto de partida son las traducciones al español de Blanco, La clase de griego, Actos humanos, La vegetariana, Imposible decir adiós y Guardé el anochecer en el cajón.

Para leer a Han Kang │ Actos humanos
Para leer a Han Kang │ Actos humanos ı Foto: Imagen: Especial

SER UN LECTOR PEREZOSO no me quita lo obsesivo. Sobre todo, con ciertos autores, atmósferas o estilos literarios. El paisaje descubierto en una lectura literaria depende en cierta medida de la dimensión de la ventana a través de la cual se mira. Y esto tiene que ver muchas veces más con la mirada y estados de ánimo que con un verdadero sentido crítico de lectura. Antes de recibir el reconocimiento literario en 2024, Han Kang tenía ya un sitio privilegiado, por lo menos en la literatura coreana y en lengua inglesa, ganado a pulso con obras como La vegetariana, publicada en 2007 y traducida al inglés en 2015; aunque como suele suceder, seguía siendo una desconocida para la mayoría de los lectores de otras lenguas. Desde 2014 empezó a circular Actos humanos, obra que sugiero leer haciendo breves pausas, en la medida que estamos ante un testimonio conmovedor en que lo fragmentario y lo testimonial al mezclarse dan pie a un paisaje desolado, hermético y profundamente doloroso. El fondo, como en obras posteriores, es la masacre, el presagio de la derrota, la búsqueda colectiva del ser que va a morir o que quizá ya trascendió.

Para leer a Han Kang │ Blanco
Para leer a Han Kang │ Blanco ı Foto: Imagen: Especial

Considero, adelantándome un poco, que las propuestas más arriesgadas de Han Kang son La Vegetariana, Actos humanos e Imposible decir adiós. Por supuesto también La clase de griego, aunque esta última más bien por su atmósfera intimista y no tanto como testimonio de una colectividad.

Para leer a Han Kang │ Guardé el anochecer en el cajón
Para leer a Han Kang │ Guardé el anochecer en el cajón ı Foto: Imagen: Especial

EL ITINERARIO QUE PROPONGO a continuación fue mi ruta de navegación, mi viaje fue más escabroso, por lo tanto, cuesta arriba, dado que no tenía pistas. No fueron pocas las veces que me sentí aplastado por los acontecimientos; justo por ello me animé a trazar una guía de lectura. Estoy empezando a sospechar que a mis 69 años cumplidos aparte de perezoso y obstinado, soy también un lector masoquista.

Insisto: para la lectura no hay fórmulas, menos para la escritura. Aunque hechos de materiales distintos, autor y lector están a veces cortados por la misma tijera. Las palabras en ambos casos son olfato. O intuición, como quieran llamarle.

Para leer a Han Kang │ Imposible decir adiós
Para leer a Han Kang │ Imposible decir adiós ı Foto: Imagen: Especial

1. La clase de griego. Las palabras clave que nos deja una novela como ésta, sin trampas, sin malabarismos verbales ni cátedras de erudición,

y que anoté a pie de página fueron: lenguaje del silencio y de las emociones, muchas veces contenidas, hilos conductores de una historia en la que un maestro de griego con discapacidad visual y una alumna que estudia el idioma con la intención de recuperar el habla, se involucran de manera paulatina uno en la vida del otro hasta compartir momentos en que silencio y oscuridad construyen su propio lenguaje. Si bien cada personaje tiene una historia aparte, los acontecimientos se acentúan entre el tiempo como el fuego consumido de Borges, la poesía y el Avatamsaka Sutra. La salvación aquí, si la hay, es la conexión humana ante el deterioro de los sentidos. Una narrativa plena de rupturas y de fuerza poética hace que la fragilidad humana se haga visible en la belleza, aunque lo que se rompe y el dolor sean parte de un destino paralelo.

Leo:

Los fragmentos de la memoria se mueven y crean formas. Lo hacen sin un patrón, sin plan ni sentido alguno. Se dispersan, y de pronto, se unen con determinación. Parecen incontables mariposas dejando de aletear al mismo tiempo; parecen bailarinas impasibles con los rostros cubiertos.

Releo:

Ella entreabre la boca, se moja el labio inferior con la punta de la lengua, retuerce las manos en silencio y con rapidez. Abre los labios y los cierra. Contiene la respiración y luego inhala una bocanada de aire. Con aire paciente, el profesor retrocede un paso hacia la pizarra y repite: —Lea. Los párpados le tiemblan como los rápidos aleteos de un insecto. Cierra con fuerza los ojos y los abre, como si deseara ser transportada a otro sitio en ese breve instante. Él se cala los lentes con los dedos manchados de tiza y la anima: —Vamos, hable.

UNA NARRATIVA PLENA DE RUPTURAS Y DE FUERZA POÉTICA HACE QUE LA FRAGILIDAD HUMANA SE HAGA VISIBLE EN LA BELLEZA, AUNQUE LO QUE SE ROMPE Y EL DOLOR SEAN PARTE DE UN DESTINO PARALELO

2. La vegetariana. En esta obra los sueños, al mutar en pesadillas, arrastran a la protagonista hacia una ruta devastadora en la que la razón se ve extraviada entre lo que el personaje cree que es (un árbol) y el choque de frente con una sociedad en la que no hay sitio para la rebelión. Al nublarse la razón el argumento se debilita y Yeonghye, un ama de casa que toma la decisión de dejar de consumir carne, traza los desatinos de su propio abismo. Tres voces (la protagonista, su marido y la hermana de la protagonista) son la clave para narrar, de una manera pausada, entrañable y certeramente cruel, hasta llegar a la autodestrucción. La metáfora de fondo es bastante cruda: Si dejas de comer carne serás devorada por el mundo, incluida tu familia. El pasaje en el que la familia se reúne para tomar cartas en el asunto es de una crueldad extrema, al grado de la humillación.

Oigo la voz femenina:

Mi muñeca está bien. No me duele. Lo que me duele es el pecho. Tengo algo atascado en la boca del estómago. No sé qué es. Siempre está ahí. Ahora siento esa pesada masa a todas horas, aunque no lleve el sujetador. Por más que respiro profundamente, no se me aligera el pecho. Son gritos, alaridos apretujados, que se han atascado allí. Es por la carne. He comido demasiada carne. Todas esas vidas se han encallado en ese sitio. No me cabe la menor duda. La sangre y la carne fueron digeridas y diseminadas por todos los rincones del cuerpo y los residuos fueron excretados, pero las vidas se obstinan en obstruirme el plexo solar.

Leo la voz masculina:

Si me casé con ella fue porque, así como no parecía tener ningún atractivo especial, tampoco parecía tener ningún defecto en particular. Su manera de ser, sobria y sin ninguna traza de frescura, ingenio o elegancia, me hacía sentir a mis anchas… Ni mi barriga, que había comenzado a abultar a partir de los veintitantos, ni mis delgados brazos y piernas, que no ganaban músculo a pesar de los esfuerzos que hacía —ni siquiera mi pequeño pene, que era la causa de un secreto complejo de inferioridad—, me preocupaban lo más mínimo cuando estaba con ella.

Habla de nuevo la protagonista:

Sólo confío en mis pechos. Me gustan mis pechos, pues con ellos no puedo matar a nadie. ¿Acaso las manos, los pies y los dientes, e incluso la lengua y la mirada, no son armas con las que se puede matar y herir a cualquiera? Pero los pechos no. Mientras posea estos pechos redondos, estoy segura. Todavía estoy a salvo. ¿Pero por qué se me están adelgazando de este modo? Ya no son redondos. ¿Por qué será? ¿Por qué me estoy quedando tan flaca? ¿Qué es lo que cortaré con mi cuerpo que me estoy poniendo tan afilada?

Para mí la joya de la corona en la narrativa de Han Kang es Actos humanos, mi tercera propuesta de lectura en esta guía. Curiosamente los espacios en blanco de esta obra no tienen subrayados ni notas al pie de página. Simplemente enmudecí a medida que daba vuelta a sus páginas. Nunca pensé en interrumpir su lectura de manera definitiva, pero sí fue un viaje prolongado y lento, en tres largos tiempos. Agrego otro adjetivo a mi perfil de lector; además de perezoso, obsesivo y masoquista, soy un lector que llora con el dolor y los muertos ajenos. Las almas cariñosas que me rodean dirán que soy un lector sensible, pero esa es otra historia. Me apego en todo caso a las categorías de lectura trazadas por Alfonso Reyes y me asumo no como un lector de medio pelo sino como alguien que se involucra en lo que lee.

Me quedo corto si digo que Actos humanos es una novela testimonial. También si la reduzco a la crónica de una masacre de estudiantes universitarios en los años ochenta. O si es un testimonio de voces silenciadas y masacradas por la dictadura. Siendo honesto pienso que es eso y más. No es la primera vez en que buscar un cadáver entre columnas de muertos se convierte en un acto de fe. Más si a quien se busca es a un amigo. Más si el idealismo de estudiantes casi niños y civiles forman una fraternidad que al colectivizarse y alcanzar la forma de masa suscribe su terrorífico final.

Por momentos las voces se confunden. Actos humanos es un relato brutal en el que esa suma de idearios se convierte en sangre, cicatriz y memoria histórica. No recomiendo iniciarse en la lectura de Han Kang con esta obra. Hay demasiados jóvenes masacrados por el ejército. Demasiada gente buscando a sus hijos. Demasiada crueldad humana en todo esto.

Leamos:

“Sentí la sangre de cien mil corazones fluyendo juntos en una enorme arteria, fresca y limpia... la sublime enormidad de un solo corazón, bombeando sangre a través de ese vaso y hacia el mío.”

HAN KANG REÚNE VOCES, HILA, BORDA, COLOREA, DEJA EN BLANCO Y NEGRO LO QUE AMERITE ESTOS TONOS. NO VEO MEDIAS TINTAS EN SUS OBRAS
"Las novelas permiten que me demore en ellas el tiempo necesario para formularme preguntas lo suficientemente importantes y urgentes como para que no me importe entregar a cambio esos años de mi vida."
"Las novelas permiten que me demore en ellas el tiempo necesario para formularme preguntas lo suficientemente importantes y urgentes como para que no me importe entregar a cambio esos años de mi vida." ı Foto: Fuente > Kashmir Life

“Nos encontraremos en el próximo mundo, solían decir las personas. Esas palabras ya no tenían sentido.”

“Ninguno de nosotros disparó nuestras armas. Incluso cuando los soldados asaltaron las escaleras y salieron hacia nosotros de la oscuridad, nadie de nuestro grupo disparó sus armas. Era imposible para ellos apretar el gatillo sabiendo que una persona moriría si lo hacían.”

“Algunos recuerdos nunca sanan. En lugar de desvanecerse con el paso del tiempo, esos recuerdos se convierten en lo único que queda cuando todo lo demás se desgasta.”

Dejo para el final Blanco y Guardaré el anochecer en el cajón. No porque las considere obras menores, sino porque después de salir de caminos tan farragosos se ocupa una tregua para respirar. Aunque no lo parezca, los lectores también respiramos. Leo Blanco como un libro de poemas en prosa y Guardaré el anochecer… como fragmentos de Actos humanos. Ninguno de los dos volúmenes tiene la intensidad de las obras citadas, pero conforman un todo dentro de la obra de Han Kang. Ahí están de nuevo sus cortes, entre el aforismo y el poema en prosa, los versos cortos, ecos de voces que se apagan. Nada más. Una intensa búsqueda de singular belleza, sin duda, pero al fin obras de transición destinadas a un lector masivo presa de la euforia editorial.

No está mal concluir el viaje a Han Kang con Imposible decir adiós, que sigue una ruta paralela al testimonio de una masacre, en este caso no de estudiantes sino de un pueblo entero. El mundo onírico, los detalles inusitados, el rastreo en periódicos amarillentos, antiguas fotos y en la propia genealogía de las protagonistas, van armando una trama demoledora en que dos amigas descubren su propio pasado y se cuestionan el presente. Como en los pasajes de otras historias de la autora surcoreana, la nieve cae todo el tiempo, creando historias sombrías y sublimes a la vez; momentos cinematográficos, especie de performance en los que el realismo se va ajustando a la historia de un tiempo que al borrarse se reinventa.

Que una amiga te envíe un mensaje para que la visites en un hospital de Seúl —a donde ha sido trasladada desde su pueblo natal debido a un accidente sufrido en su taller de carpintería— no tiene nada de extraordinario. Pero los acontecimientos suben de tono cuando esa misma noche tienes que tomar un vuelo hacia una ciudad en las montañas porque un pajarillo está a punto de morir. A partir de ahí comienzan una serie de sucesos en los que lo onírico y la historia van moldeando los hechos.

Comparto lectura:

Ahí donde volverán a pincharte las heridas con agujas, donde la sangre y la electricidad fluirán de nuevo juntas. Inspiré profundamente y froté otra cerilla contra la caja, pero no se encendió. La raspé con más fuerza y se quebró. Cogí la varita de madera astillada entre los dedos y volví a raspar la cabeza del fósforo contra la cajita. Entonces surgió un fogonazo como un corazón palpitante, como un capullo de flor vibrante de vida, como el aleteo del pajarillo más pequeño del mundo.

Leer a Han Kang es, a fin de cuentas, una experiencia dolorosa y disruptiva. Todo el tiempo está poniendo a prueba los vínculos familiares y de amistad. Reúne voces, hila, borda, colorea, deja en blanco y negro lo que amerite estos tonos. No veo medias tintas en sus obras. Acaso una poética de la transgresión y una conexión íntima con la belleza desde una polifonía que tiene como notas de fondo la nieve, el viento, la búsqueda, la historia y el dolor. Un realismo a la altura de un tiempo feroz, desafiante, vertiginoso y oscuro.

Y sí, reconozco también que soy un lector pesimista.