En aquel entonces Frida tenía 18 años, recién cumplidos el 7 de julio. Era una joven inquieta y llena de energía, una de las pocas mujeres que estudiaban la preparatoria en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, institución que antes había sido una escuela jesuita. Al terminar la prepa, Frida quería estudiar medicina y convertirse en doctora. Tenía novio, se llamaba Alejandro Gómez Arias, y junto con él y otros amigos formaban un grupo de jóvenes revoltosos llamados “Los Cachuchas”, por eso ella a veces parecía un poco “marimacha”.
Un día, el 17 de septiembre de 1925, Frida y su novio Alejandro salieron de la prepa rumbo a Coyoacán. La ciudad moderna dejaba de usar los pesados y lentos tranvías para moverse más rápido en unos camiones nuevos que empezaban a circular por las calles y avenidas; iban llenos pues eran la novedad y todos querían usarlos. Cuenta la propia Frida que ella y Gómez Arias primero tomaron uno de esos camiones, pero se bajaron al poco tiempo de subirse porque “a mí se me perdió una sombrillita y nos bajamos a buscarla”. Ese cambio, esa jugarreta del azar fue fatídica, “fue así que subimos a aquel camión que me destrozó”. El accidente ocurrió en una esquina del mercado de San Lucas, en la zona donde hoy está el metro Pino Suárez, pues el camión iba a entrar a la avenida San Antonio Abad para enfilarse en su ruta hacia Tlalpan.
FRIDA RECUERDA QUE “EL TRANVÍA marchaba con lentitud, pero nuestro camionero era un joven muy nervioso. El tranvía, al dar la vuelta, arrastró al camión contra la pared”. En su recuerdo, Gómez Arias abunda un poco más y complementa el de Frida, pues cuenta que el tranvía:
[…] se acercó lentamente al camión y le pegó a la mitad, empujándolo despacio. El camión poseía una extraña elasticidad. Se curvó más y más, pero por el momento no se deshizo […] Cuando el camión alcanzó su punto de máxima flexibilidad reventó en miles de pedazos y el tranvía siguió adelante. Atropelló a mucha gente.
LA MUCHACHA HIPERACTIVA, QUE SE SUBÍA A LOS ÁRBOLES, QUEDÓ POSTRADA EN EL HOSPITAL LOS TRES MESES SIGUIENTES PORQUE EL CHOQUE LE PRODUJO MÚLTIPLES FRACTURAS
Ella no dimensionó el accidente: “en lo primero que pensé fue en un balero de bonitos colores que compré ese día y que llevaba conmigo. Intenté buscarlo, creyendo que todo aquello no tendría mayores consecuencias”. Pero sí las tuvo, quizá la lentitud del tranvía arrastrando el camión no lo hizo tan aparatoso, en cambio, desde la perspectiva de Gómez Arias la escena era trágica y a la vez poética:
Yo me quedé debajo del camión, Frida no. Sin embargo, una de las barras de hierro del camión, el pasamanos, se rompió y atravesó a Frida de un lado a otro a la altura de la pelvis […] Algo extraño pasó. Frida estaba completamente desnuda. El choque desató su ropa. Alguien del camión, probablemente un pintor, llevaba un paquete de oro en polvo que se rompió, cubriendo el cuerpo ensangrentado de Frida.
Antes de que la ambulancia llegara, alguien decidió que debían sacarle el tubo, así que el voluntario anónimo apoyó su rodilla en el torso de la muchacha y agarrando fuerza lo sacó; el grito de Frida fue ensordecedor.
La muchacha hiperactiva, la callejera que se subía a los árboles, quedó postrada en el hospital durante los tres meses siguientes porque el choque le produjo múltiples fracturas: fractura de tercera y cuarta vértebras lumbares, tres fracturas en pelvis, once fracturas en la pierna derecha, luxación del codo izquierdo, herida penetrante de abdomen producida por un tubo de hierro que entró por la cadera izquierda y salió por el sexo, rompiendo el labio izquierdo. Con tantas heridas, la fractura de la columna pasó desapercibida por los médicos de la Cruz Roja que la atendieron en el convento de San Jerónimo, hasta que poco después la convaleciente Frida se quejó de dolores y el doctor Ortiz Tirado le puso un corsé de yeso durante nueve meses. A partir de entonces la invadirá una sensación de cansancio casi permanente. Postrada, su única distracción es leer y escribir cartas a sus amigos.
La niña Frida que quería ser doctora luego pasaría mucho tiempo en consultorios, hospitales, quirófanos… pero como paciente. Según una historia clínica que le hicieron en los años cuarenta, a los 11 años se golpeó el pie derecho con un árbol, “a partir de entonces, atrofia ligera en pierna derecha con ligero acortamiento y pie desviado hacia fuera”; aunque otros doctores diagnosticaron poliomielitis. Luego, esa misma pierna derecha sería la más fracturada por el choque, más tarde se le empiezan a atrofiar los músculos hasta el muslo, lo que le impide caminar con normalidad y, como consecuencia de todo eso, es el que al final le amputan en 1952. No podrá procrear por la fractura en la pelvis, provocándole tres abortos: esa maternidad frustrada la plasmará en varios de sus cuadros.
EL CHOQUE CONVIRTIÓ A FRIDA KAHLO en un mito nacional, el accidente duró segundos, el mito, cien años y contando. En su dolor, en su desesperación, llegará a tomarse una botella de coñac diaria, desobedecerá una y otra vez las recomendaciones de los médicos, tentará peligrosamente la anemia… El 17 de septiembre no sólo la partió en dos, partió el tiempo: antes era Frida la estudiante; después, Frida la inmortal. Tan inmortal que todavía hoy seguimos hablando de ella y de su obra: ahora, Hilda Trujillo, ex directora de la Casa Azul, ha destapado un escándalo del que las autoridades no han dicho nada. Y es que detectó que desaparecieron diez pinturas y dibujos del museo que luego se vendieron a coleccionistas gringos en subastas de Sotheby’s. Y además, arrancaron doce páginas de su diario ilustrado, una de las cuales pudo haber sido quemada por un coleccionista que la convirtió en una pieza digital. Si eso le pasa a la obra de Frida, que está protegida por decretos presidenciales, es por la negligencia de las autoridades encargadas de proteger su legado.


