ESGRIMA

Entrevista con Javier Peña. “Mi padre me ha heredado todo lo que soy”

Javier Peña creó el podcast Grandes infelices, como "un puente entre libros" para comentar la vida, la obra y la infelicidad de grandes escritores. Foto: Cortesía del autor

Javier Peña ha logrado crear un séquito de fans de la lectura. Con su podcast “Grandes Infelices”, que aborda las vicisitudes de figuras importantes de la literatura. Sin embargo, más que un gran narrador oral, es un contador de historias. La última y más importante que ha contado es la de la muerte de su padre. Lo ha hecho en Tinta invisible (Blackie Books), un bello y conmovedor relato de los últimos momentos de vida de quien, en sus palabras, le ha heredado todo lo que es.

El libro tiene un equilibrio entre las historias de los escritores y el vínculo con tu historia y la de tu padre. ¿Cómo lograste el punto preciso para conectar ambas partes?

Considero que mi gran virtud como escritor, ya sea de libros o de guiones de podcast, es la capacidad de relacionar ideas muy dispares y construir relatos con esas conexiones. En este caso tenía mucho material para elegir, porque realmente la mayoría de los autores clásicos que conozco me los dio a conocer mi padre. Digamos que tenía ahí una biblioteca enorme de recuerdos, pero es cierto que la memoria es frágil, cada vez más, y muchos se han quedado en el camino. Ese fue otro de los motivos que me impulsó a incluir la historia de mi padre en el libro. De algún modo, al ponerlos negro sobre blanco, esos recuerdos ya han quedado fijados para siempre.

Más allá de este equilibrio entre la conexión autor-padre, y que el despliegue de anécdotas literarias es vasto, ¿cómo fue el proceso de elegir a los escritores?

Hubo muchos autores que me hubiese gustado que aparecieran, por lo que significan para mí y la relación con mi padre, y que no fui capaz de incluir. Te pongo un ejemplo: Conrad, el autor preferido de mi padre, no está en el libro. Leí una biografía de él y no hubo nada que me emocionara lo suficiente. Por eso intento no usar la palabra anécdota y suelo referirme a los subcapítulos del libro como “historias”, porque, no sé, en mi cabeza “anécdota” tiene algo de aleatorio, de circunstancial y, sin embargo, yo quería que todas las historias respondiesen a una estructura y a las tesis básicas que defiende el libro. Por ejemplo, si yo digo que el ego es necesario para ser escritor, pero que normalmente es excesivo, y ese exceso surge de la inseguridad, y esa inseguridad también genera envidias… pues busco historias de escritores que respondan a esa tesis. Ese fue el método que usé para construir el libro.

Escribes que por mucho tiempo pensaste que el legado de tus padres se limitaba a cosas tangibles, pero la enfermedad de tu padre te hizo reflexionar y pensar que, en realidad, lo que te dio fueron historias.

Supongo que heredamos muchas cosas intangibles de las que no somos conscientes, o no queremos serlo. Ahora me doy cuenta de que en muchas ocasiones hablo como mis padres o me comporto como ellos, incluso en situaciones en las que detestaba cómo actuaban. Existe un grado de imitación inconsciente, o quizá genética, contra el que es difícil luchar. Y si lo haces, tiene que ser voluntario. Por fortuna, las cosas intangibles que me dejó mi padre fueron eminentemente positivas y, entre ellas, por supuesto, el amor por los libros y las historias.

En tu juventud creías que las historias aportaban sólo entretenimiento. Hay quienes lo ven así, pero que la literatura nos salve o nos llene de vida, creo que es una especie de milagro.

A mí me parecería excelente si las historias nos aportaran “sólo” entretenimiento, pero creo que quien piense eso se equivoca o no es capaz de valorar en su justa medida la importancia que tienen las historias en su vida. Considero sinceramente que una sola vida es insuficiente y que la vida ordinaria suele ser bastante anodina, por eso los seres humanos siempre hemos necesitado historias para completar nuestra experiencia, para echarle algo de azúcar a la sosa existencia. Por ejemplo, estoy convencido de que cuando nos enamoramos locamente lo hacemos como en las grandes historias de amor que hemos leído. No creo que las historias de amor de los libros estén basadas en la realidad, sino que las historias de amor de la realidad se basan en los libros. Con ese poder, ¿cómo podríamos dejar de pensar que la literatura es poderosa y transformadora?

CONSIDERO QUE UN CREADOR ES ALGUIEN INSATISFECHO POR DEFINICIÓN

Compartes momentos de alegría en la vida de los escritores, pero pareciera que en su mayoría estuvieron conformadas por infelicidad, frustraciones y fracasos. ¿Hoy en día hay lugar para esas historias de bohemia y locura, precariedad y fallo?

Creo que los escritores seguimos siendo seres frustrados e infelices, igual que en el pasado, pero es cierto que las condiciones han cambiado. Primero, ahora somos decenas de miles, con lo cual nuestros lamentos y frustraciones tienen menos eco, como todo lo que hacemos. Segundo, como vivimos en una dictadura de la felicidad y el triunfo, tenemos que fingir siempre que nos va mucho mejor de lo que es; por eso generalmente escondemos nuestros fracasos. Considero que un creador es alguien insatisfecho por definición, alguien que piensa que su obra puede mejorar el mundo o cambiarlo, o al menos ayudar a evadirse de la miseria. Creo que ser escritor, o cualquier tipo de creador, es una forma de estar en el mundo. Y sí, estoy convencido de que está unida a una insatisfacción perenne.

¿Qué piensas de los nuevos formatos de lectura, de las nuevas tecnologías? ¿Hay un antes y un después cuando citas a Nabokov diciendo que la literatura nació cuando un chico llegó gritando que un lobo lo perseguía sin que fuera cierto?

Yo amo los libros, crecí entre libros y me dedico a escribir libros. Pero amo mucho más las historias. Creo que los escritores tendemos a pensar que las historias sólo pueden tomar forma de novela, o que la novela es la forma más excelsa de una historia. Y en realidad las novelas, tal como las entendemos ahora, llevan muy poco tiempo entre los seres humanos, sin embargo, las historias se cuentan desde los tiempos de las cavernas. El ser humano es, en esencia, un ser contador y receptor de historias y, mientras seamos humanos, seguiremos siéndolo en el formato que sea.

En todos los formatos pueden contarse buenas historias y estoy seguro de que continuaremos esta práctica.

El día que eso deje de suceder será el día en que la inteligencia artificial nos habrá derrotado. Las historias son la última barrera y nuestra defensa contra la IA. Sigamos gritando lobo sin que nos persiga un lobo, por favor.