La rabia de David Olguín

En el marco de la Feria Internacional del Libro, edición 39, se presentó el pasado jueves 4 una antología que incluye textos hasta ahora inéditos del dramaturgo David Olguín: Amor y rabia, título de una de sus obras teatrales más exitosas. García Belmonte, autor de este ensayo que sirve de prólogo al libro, afirma que el dramaturgo ejerce “una escritura tan particular que ha alcanzado la cima en cuanto a temas, estilos y poética dramatúrgica que algunos han llamado: ‘olguiniana’.”

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Arte digital > A partir de una fotografía de Blenda, de una escena de La Belleza > Belén García > La Razón Foto: Especial

Nunca alcanzarás la gracia del consuelo,

mientras no te la dé tu propio corazón.

—GOETHE, Fausto

Prolífico en su teatro, David Olguín es uno de los dramaturgos contemporáneos más destacados de México y Latinoamérica. Amor y rabia reúne veinticuatro de sus textos no publicados y es una muestra poderosa de una escritura tan particular que ha alcanzado la cima en cuanto a temas, estilos y poética dramatúrgica que algunos han llamado: “olguiniana”.

Reacio a las clasificaciones, David Olguín ha construido en cuatro décadas de trabajo uno de los corpus dramáticos más fértiles, que hurga en las preocupaciones profundas del alma de los hombres para calar muy hondo.

Los textos reunidos van de 1990 a 2024, lo que traza un universo de geografías, temáticas, estilos, ocupaciones y preocupaciones que pone la mirada en la exploración de las heridas psíquicas, la muerte, el hálito del mal o de sus motivaciones, los desencuentros, las razones oscuras de los seres, eso inefable de nuestro comportamiento.

Traducido a varios idiomas y con una andanada de premios, Olguín obtuvo en el 2022 el Premio Jorge Ibargüengoitia de Literatura de la Universidad de Guanajuato, galardón que, de manera unánime, celebró sus aportes a la dramaturgia mexicana, campo donde el autor es acaso el único que ha trazado un camino de coherencia y congruencia en su escritura para el teatro de finales del siglo XX y el primer cuarto de este siglo XXI.

JUAN MANUEL GARCÍA BELMONTE
JUAN MANUEL GARCÍA BELMONTE ı Foto: Especial

Compleja en su estructura, vivísima en sus recursos, la producción de este escritor ha cincelado textos imprescindibles para la memoria teatral de México, la mayoría de los cuales ha dirigido él mismo.

Desde el estreno de su primera obra, La representación, en febrero de 1985, dirigida por Rodrigo Johnson, Olguín ha seguido una carrera ascendente en prácticamente todas las aristas del mundo teatral, la de dramaturgo, director, tutor, maestro, investigador, editor, traductor, gestor y férreo promotor del teatro nacional en cada una de sus trincheras. Así, en Olguín, nada del teatro le es ajeno.

CON MÁS DE CINCUENTA OBRAS ESCRITAS, si se suman las que tiene este libro, quien ha sido tutor de la Fundación para las Letras Mexicanas durante 20 años, es una de las plumas dramáticas más vastas del país.

La brillante escritura del dramaturgo se ha publicado en una decena de editoriales, tanto oficiales como universitarias e independientes, que casi siempre incluyen en un libro de una a tres de sus obras de teatro.

Acaso una de las preguntas clave que ha orientado su entramado literario es ésta, profunda e insondable: ¿De qué sirve un corazón que no ha sufrido?, dicha por El Viajero, personaje de Belice, montaje estrenado en 2002 y que constituye una obra paradigmática en la carrera del autor.

De esa pregunta puede desprenderse tanto la anterior como posterior producción del dramaturgo, quien ha explorado cual Chejov, las múltiples capas de la condición humana, siempre en esa búsqueda de aquellos pozos profundos de los corazones dubitativos, en zozobra.

Al mirar la piel de los hombres como cartografía, agudo observador de las conductas y pasiones humanas, Olguín también ha adaptado múltiples textos para llevarlos a escena (donde se encuentran varios clásicos) y es en las tablas donde el laboratorio de sus ideas se verifica.

OLGUÍN TAMBIÉN HA ADAPTADO MÚLTIPLES TEXTOS PARA LLEVARLOS A ESCENA Y ES EN LAS TABLAS DONDE EL LABORATORIO DE SUS IDEAS SE VERIFICA

El también académico de número en la Academia Mexicana de las Artes (cargo que ocupa desde 2017) pertenece a la generación de quienes comenzaron a publicar a inicios y durante la década de los noventa (aunque la primera obra de Olguín, La representación, es de 1985).

A esta generación de autores dramáticos también pertenecen Luis Mario Moncada, Jaime Chabaud, Silvia Peláez, Maribel Carrasco, Estela Leñero y tardíamente, Flavio González Mello.

Son pocos los textos publicados que estudian la obra dramática de Olguín. Uno de los más contundentes es el que incluye el volumen Análisis de la dramaturgia mexicana actual, coordinado por el investigador español José Luis García Barrientos y que se publicó en España en 2019, donde se analiza particularmente Belice.

CONOCEDOR COMO POCOS de la dramaturgia mexicana y sus avatares, Olguín se formó a la par en Lengua y Literatura Hispánicas y el Centro Universitario de Teatro, el CUT, donde cursó la carrera de actuación, y en diversos talleres de dirección escénica con el señero Ludwik Margules, además de la maestría en Estudios Teatrales, con especialidad en Dirección Escénica, que estudió en Londres.

Olguín ha reconocido como sus maestros a Elena Garro, Óscar Liera, Hugo Hiriart y Juan Tovar —con quien tomó su primer taller de dramaturgia—, todos nombres imprescindibles de nuestras letras.

Elvira Popova, estudiosa de la obra de David Olguín, afirma que se sirve de la metáfora, de los juegos entre realidad y ficción para hablar de momentos críticos de la realidad mexicana, además de que la representación teatral y la metateatralidad como medio importante para la creación de realidades simbólicas son un recurso estilístico que caracteriza la dramaturgia del autor.

Así pues, la publicación de esta antología resulta un acontecimiento de altos vuelos en la historia de la escritura dramática nacional.

De las obras aquí publicadas, excepto seis de ellas, todas se han estrenado profesionalmente o han sido parte de exámenes de grado de las escuelas profesionales de actuación.

Escena de La nostalgia, de David Olguín.
Escena de La nostalgia, de David Olguín. ı Foto: Archivo personal de David Olguín

Olguín, quien prácticamente monta todos sus textos, seleccionó las obras en orden cronológico. El volumen abre con La nostalgia, que en el 2025 cumplió su tercera temporada y es, como lo han escrito las varias reseñas de prensa, una deliciosa misiva de amor al teatro.

Le sigue Amor y rabia, que presenta el retrato del malestar de una generación.

[…] Nos sitúa en estado de guerra del país, la oquedad en la que se hunden las tres generaciones representadas en la obra (con cinco actores que se alternan los roles), mismas que se corresponden con distintas izquierdas. Del 68 a los nuevos movimientos sociales, de la guerra sucia a la narcoguerra, de la Liga Comunista 23 de Septiembre al Bloque Negro, los personajes contienden contra una realidad que los apabulla y malcomprenden, la cual intentan transformar mediante la acción, escribe Carlos Illades.

Perspicaz e interesado en la historia nacional, cuyos textos a propósito (Clipperton, Los asesinos, Los insensatos, La lengua de los muertos, Malpaís, entre otros) escribe y reelabora luego de largas investigaciones, David Olguín ha revisado brillantemente algunos capítulos nodales de la patria.

México 68 constituye una relectura agudísima de esos hechos y ni hablar de 1521, un fresco monumental en cuatro partes y 22 monólogos para horadar los 500 años de la caída de Tenochtitlán.

David Olguín, Amor y rabia
David Olguín, Amor y rabia ı Foto: Especial

EN SUS OBRAS, OLGUÍN saca a relucir todas las herramientas de su oficio dramatúrgico en piezas (valga el sustantivo) como La dulzura, Polichinela o divertimento para infantes, Venus Calipigia, El reencuentro, Noche de perros (un guión radiofónico), Cáncer, Amar amor, donde el autor demuestra con creces el conocimiento de los entresijos de la escritura para el teatro.

David Olguín sabe, y bien, construir un drama con toda la orfebrería aristotélica de pe a pa, con anécdotas y personajes sumamente complejos, sólidos, un teatro (que si bien algunos han calificado de culterano) donde se apela a la inteligencia, una riqueza del lenguaje sin traiciones, la impronta del sentido del hombre, el devenir de las conciencias con historias fuertes en su andamiaje, así se trate de textos de largo aliento u obras más breves.

Pero, además, sin recurrir a modas, el escritor estira los ejes de la dramaturgia (posdramaticidad o dramaturgia expandida si se quiere llamar) para dotar a sus obras de una deslumbrante exploración de lenguajes, formas y estilos donde somete al idioma —parafraseando a Elfriede Jelinek— hasta sus consecuencias últimas para revelarnos todo su poder en esos cuerpos dicientes.

CADA UNA DE LAS OBRAS publicadas es un viaje bellísimo a los intersticios de nuestra humanidad con todas sus tonalidades y, sin demérito de ninguna de las que aquí pueden disfrutar los lectores, apunto brevemente a La exageración y La belleza, textos y puestas en escena donde el autor alcanza mucho de su artillería mayor, al indagar con agudeza dilemas morales y éticos.

En la primera —y una de las últimas en las que actuara el fallecido Mauricio Davison—, Olguín hace una oda al teatro y al arte de la actuación, marca con estrépito una obra de gran madurez cuyo libreto está plagado de referencias a textos como El hacedor de teatro de Thomas Bernhard (la última obra que hiciera Davison con Gurrola) y Miscast de Salvador Elizondo, así como La gaviota y El jardín de los cerezos de Chejov, guiños a Shakespeare, Goethe y Müller, que van urdiendo una puesta en escena entrañable, llena de humanidad y verdad escénica, que no sólo atañe a los enterados del teatro, sino a cualquiera que tenga la escucha y el corazón atentos.

Con La belleza, la historia de Julia Pastrana adquiere un fulgor fuera de serie, de hecho, es una de las puestas en escena a las que el dramaturgo le puso un énfasis particular, de proporciones áureas donde todo parece encajar a la perfección, con una dirección exquisita. (Deben enterarse, quienes leen esto, que una de las dudas era poner como título a este libro La belleza).

Extensas en sus alcances, las obras del director, como se ha dicho, tienen su culmen en el montaje, que es su contundencia escénica y donde resplandece el alma de la escritura al sucederse en el presente, el aquí y el ahora.

Muy sobresalientes también y que fueron sumamente celebradas en sus representaciones son: El viaje interminable, La inocencia y El paraíso, todas montadas con alumnos de la Escuela Nacional de Arte Teatral del INBAL. Las tres son extensas, la primera de ellas tal vez alcance las tres horas de representación.

Con El paraíso, inspirada en el Decamerón de Giovanni Boccaccio, se repasa, como ocurre en varias piezas del dramaturgo, la inseguridad cotidiana y la violencia en el país, sin olvidar los sueños o anhelos juveniles.

Escena de Amor y rabia, de David Olguín.
Escena de Amor y rabia, de David Olguín. ı Foto: Archivo personal de David Olguín

El propio director ha descartado en diversas ocasiones que siga un método único de trabajo en su escritura, aunque al paso de los años ha cocinado un sistema muy suyo, “olguiniano”, donde se concatenan las imágenes, los sabores, los olores, las texturas, los colores de una atmósfera que devendrá luego en un texto para la escena.

La suya, parafraseándolo, es una escritura y concepción de la puesta en escena donde se pone al arte en el centro de las preocupaciones, una dramaturgia, un tipo de teatro que marcan un sentido que ha guiado su quehacer escénico.

EL LIBRO CIERRA con cinco obras breves que pertenecen a periodos experimentales de suma importancia en el posterior desarrollo de este autor.

PERTURBADOR Y NECESARIO EN SU DECIR, ES EL TEATRO DE DAVID OLGUÍN, CUYOS MONTAJES HAN VISTO UN SINNÚMERO DE TEMPORADAS SOBRE TODO EN EL FORO EL MILAGRO, DE LA MANO DE SU ESCENÓGRAFO E ILUMINADOR DE CABECERA, GABRIEL PASCAL

Sin duda, Olguín es uno de los hombres de teatro más sólidos de México y además de su trabajo dramático, destaca su generosa labor como formador de actores, directores, dramaturgas y dramaturgos a lo largo y ancho del país.

El trabajo como hombre de teatro total en Olguín se refuerza con su intachable oficio como director escénico y al frente del Teatro El Milagro, que sostiene principalmente junto con Gabriel Pascal. La editorial del mismo nombre, proyecto que encabezó hasta 2015 y que sigue vigente desde 1991, y el propio teatro desde 2008, son una muestra del amor por el convivio teatral en todas sus aristas.

Escena de Exageración, de David Olguín.
Escena de Exageración, de David Olguín. ı Foto: Archivo personal de David Olguín

Teatro El Milagro ha cobijado a lo mejor de la escena independiente del país y al teatro contemporáneo de un perfil netamente artístico; se le ha manejado, con sobrada transparencia, calidad moral y artística, como un ejemplo de coraje, gestión, curaduría y operación de un foro independiente en México.

Como editor, sin hablar de la cuidada selección que tuvo en Ediciones El Milagro, Olguín coordinó, editó y participó en uno de los libros que son pieza clave para entender los devenires de la escena mexicana desde el teatro

de revista hasta las primeras manifestaciones de las teatralidades de los primeros diez años del siglo XXI: Un siglo de teatro en México, publicado por el Fondo de Cultura Económica en 2011.

El dramaturgo ha hecho antologías y traducido a autores como Jan Kott, George Steiner, Harold Bloom, David Mamet, María Irene Fornés, Barry Gifford y un largo etcétera.

A David Olguín, el teatro mexicano le debe no sólo obras que son parte de la memoria teatral del país, sino el impulso de escuelas profesionales, la formación de un sinnúmero de teatristas, un acervo maravilloso de puestas en escena, la apuesta por primera vez en la traducción de autores y teóricos de la dramaturgia antes inalcanzables en nuestro idioma.

La publicación de este teatro inédito es un reconocimiento apenas justo a toda una vida de generosa y amorosa entregada al arte del teatro, oficio azaroso, ingrato y precario muchas veces, pero al que Olguín le ha puesto su alma entera sin remilgos.

Amor y rabia es, sin temor a equivocarme, una de las mayores aportaciones a la dramaturgia nacional de los últimos veinte años.

No menos importante es la invaluable contribución que Ediciones La Rana de Guanajuato hace por la escritura dramática contemporánea, con su colección Pierna Rota, una apuesta también inédita en el campo editorial actual.