Virginia Woolf. La fragilidad de la mente

Virginia Woolf revolucionó la literatura al explorar la mente como constructora de la realidad, una ficción donde la subjetividad y el mundo interior moldean el sentido de los acontecimientos. Sus novelas invitan al lector a contemplar la conciencia a través del monólogo interior. En este ensayo, Elena Enríquez Fuentes nos recuerda las reflexiones que Woolf hacía sobre la fragilidad humana, la identidad cambiante y la necesidad de sensibilidad ante el caos

Woolf desafió las restricciones sociales victorianas convirtiéndose en un ícono de la emancipación femenina.
Woolf desafió las restricciones sociales victorianas convirtiéndose en un ícono de la emancipación femenina. Foto: Secretaría de Cultura de Argentina

La realidad es una ficción, la mente la construye. Virginia Woolf lo sabía cuándo aún no era una certeza. Sus personajes brindan la experiencia de contemplar los intersticios de la mente, su deambular inestable, inquieto, también su carácter poderoso y frágil. Gracias a la Sra. Dalloway, Orlando, El Faro, Las olas, Los años y tantas novelas más, merodeamos en el misterio desde donde emergen decisiones, sentimientos, memoria, el razonamiento. Woolf nos conduce a presenciar, muy de cerca, cómo adquiere factura la contradicción y, en un sutil devaneo, el mundo interior, la subjetividad, moldean el sentido de los acontecimientos.

La escritora inglesa logra hacer sencillo lo complejo, exige al lector atención. No hace concesiones, conduce con suavidad, si nos distraemos sentimos incoherencia. Virginia Woolf pide a quien la lee, entrega total, sólo así pierde dificultad la lectura y podemos fluir con la conciencia de Clarissa Dalloway, Lily Briscoe o le hermana imaginaria de Shakespeare: Judith. Una de las múltiples aportaciones de Woolf a la literatura es un monólogo interior verosímil, desde él comprendemos: la percepción del mundo, cómo nos relacionamos y la conciencia. Una experiencia íntima, distinta para cada quien.

La identidad para Woolf fluye, cambiamos y, a la vez, persiste una sensibilidad particular. De un modo muy suyo hace evidente que el tiempo, las vivencias, dependen de un estado interno. La mente es fragmentaria, no lineal. Por eso es difícil hablar de una historia; nos enseñó a considerar multiplicidad de narrativas y reconocer: la realidad e imaginación se entrelazan.

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Virginia Woolf nació en 1882 y murió en 1941. Su familia fue acomodada, aunque sin grandes recursos, con sumo interés en el arte y la cultura. Sus padres Leslie Stephen y Julia Princep tuvieron matrimonios previos, después de enviudar se conocieron y formaron una nueva familia. Leslie tenía una hija de su primer matrimonio: Laura, y Julia a: George, Stella y Gerald. Leslie y Julia tuvieron cuatro hijos más: Virginia, Vanessa, Thoby y Adrian.

Todos vivieron juntos. Virginia y Vanessa sufrieron abuso de sus medios hermanos. Así lo cuenta Virginia Woolf en “Bocetos del pasado”:

En una ocasión, cuando yo era muy pequeña, Gerald Duckworth me puso encima de esta repisa, y cuando yo estaba ahí sentada él empezó a explorar mi cuerpo. Recuerdo la sensación de su mano moviéndose bajo mi ropa; yendo cada vez más abajo, con firmeza, entre mi ropa. Recuerdo cómo deseaba que se detuviera; cómo me endurecí y me retorcí cuando su mano llegaba a mis partes privadas. Pero no se detuvo. Su mano también exploró mis partes privadas.


Sabemos de la fragilidad mental de Woolf, quien padeció depresiones recurrentes y graves crisis nerviosas. La primera a la muerte de su madre y la segunda al morir su padre. Esta última implicó un internamiento psiquiátrico. También marcaron su vida el fallecimiento de amigos, hermanos y el asedio a Londres durante las dos guerras mundiales. Vivió en un medio hostil, no se le permitió tener formación universitaria. Después de la muerte de su padre, los hermanos de padre y madre se mudaron a una casa en el barrio de Bloomsbury. Ahí Adrián y Thoby invitaron con frecuencia a departir, con ellos y sus hermanas, a compañeros universitarios. Así se creó el famoso grupo Bloomsbury, del que formaron parte, entre otros: Virginia Woolf, su hermana Vanessa, pintora; Clive Bell, esposo de Vanessa y crítico de arte; E. M. Forster, escritor; John Maynard Keynes, economista; Leonard Woolf escritor, editor y esposo de Virginia; el filósofo Bertrand Russell y la pintora Dora Carrington. Causó escándalo la libertad sexual del grupo.

SABEMOS DE LA FRAGILIDAD MENTAL DE WOOLF, QUIEN PADECIÓ DEPRESIONES RECURRENTES Y GRAVES CRISIS NERVIOSAS. LA PRIMERA A LA MUERTE DE SU MADRE Y LA SEGUNDA AL MORIR SU PADRE

LA CONVIVENCIA DE WOOLF con ese círculo intelectual le permitió compartir intereses, pero desde la desigualdad. Su ensayo icónico, Una habitación propia, da cuenta de sus batallas para ser escritora. En Tres guineas abunda en la disparidad entre hombres y mujeres, argumenta sobre cómo la violencia, la tiranía de la guerra, son consecuencia de la masculinidad hegemónica. Considera al fascismo una manifestación extrema de las estructuras de poder masculinas.

La obra literaria de Woolf capta con delicadeza los detalles de la vida diaria, desmenuza su simbolismo con un lenguaje poético. Ilustra cuán vulnerables somos al daño por impactos emocionales, sus efectos en el inconsciente, y cómo esas lesiones afectan nuestras vidas.

Su estilo, al romper el tiempo y narrativa lineales, es provocador, nos fuerza a reconocer que un hecho tiene diversas perspectivas, todas relevantes y que ninguna es la verdad. Al sumergirnos en su universo literario ganamos sensibilidad, atención, apertura, tan necesarios en estos tiempos de caos y dudas.

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