El Alicia

La canción #6

El Alicia
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En diciembre de 1995 abrió la madriguera musical de Alicia, en el 91-A de Avenida Cuauhtémoc, el espacio de la música independiente más aferrado en la Ciudad de México. Pero el 2021 se fue con la noticia de que el Multiforo Alicia, con A de Anarquía, cerrará en diciembre de este 2022.

El creador del Alicia es Nacho Pineda, un tipo aguerrido que supo adaptarse y resistir durante un cuarto de siglo con un colectivo conocido como Los Alicios: acción, autogestión y autonomía. Veinticuatro clausuras, trece temblores, cinco gobiernos federales, cuatro robos y 32 mil setecientos quince grupos después, la pandemia logró el cierre anunciado del hoyo fonqui de Alicia. Ha sido cuna citadina del ska, el surf, el garage y el rockabilly; hogar del punk, el reggae, el hip hop y los rupestres. Además abrió su cortina para conferencias, ciclos de cine, talleres, presentaciones de libros, exhibiciones gráficas y hospeda la discográfica Grabaxiones Alicia, con más de 150 producciones en CD, vinil y casete.

Inolvidables, las noches que ahí pasé siguiendo a Los Esquizitos, Lost Acapulco, Las Ultrasónicas y Leticia Servín, cuando moría por ella. Una noche le dije: “Tú necesitas un mánager, no un novio”. Y así fue, me cambió por un mánager. Ahí escuché por primera vez al Armando Palomas y fui testigo de los tremendos A-Bones de Miriam Linna, de Zero Child con Bob Uhr y del loco de Albert Plá. Dio salida a expresiones musicales urbanas y cabida a dos generaciones musicales de la Zona Metropolitana.

En 1995 abrió la madriguera musical de Alicia, en el 91-A de Cuauhtémoc 

Con su leyenda tatuada en las paredes y la estupenda imagen gráfica de Andrés Ramírez Cuevas, Alejandro Magallanes y el Dr. Alderete, el Alicia no pudo o no quiso dejar de ser la madriguera claustrofóbica, cochambrosa y peligrosa que, honestamente, nunca ha sonado bien. Mención especial merecen los baños, más batidos que los de Trainspotting, la puertita de las maravillas y sus célebres escaleras asesinas. Subirlas es un reto extremo, pero bajarlas pachipedo y eslameado es un desafío mortal.

Todos esos son los ingredientes del encanto subterráneo y el espíritu anarcopunk que hacen de cada tocada un caldo juvenil, sauna donde solía llover el sudor condensado. Entre más mugroso, más sabroso, afirman los catadores. Y eso es lo que da la leña a sus detractores para quemarlo.

Al Gato de la Cuauhtémoc le quedan 357 sonrisas antes de desaparecer, será cosa de tomarse la pastilla para pasar la puertita y una o dos noches de locura y despedida. “Tienes que estar loca o no habrías venido aquí”, le dijo el Gato a Alicia.