Alucinación y vida religiosa

Redes neurales

William Blake, El ángel se aparece a Zacarías (1799-1800).
William Blake, El ángel se aparece a Zacarías (1799-1800).Fuente: it.m.wikipedia.org
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En el trabajo diario de la clínica neuropsiquiátrica, las alucinaciones son un fenómeno de gran importancia, por muchas razones: en primer lugar, capturan la atención de quien las vive, le provocan inquietud, fascinación o terror. Las reacciones intelectuales y emotivas a la alucinación son muy variadas, pero las personas suelen transitar hacia estados de extrañamiento y divergencia: cuando la experiencia es intensa y continua, genera cambios en el pensamiento, el estado de ánimo, las interacciones con el mundo. Algunos sujetos se retraen o aíslan, otros despliegan un repertorio problemático de comportamientos alucinatorios.

A la manera de una pequeña imagen en movimiento, comparto el relato de un paciente, a quien llamaré Z. Se encontraba en la universidad, resolviendo un examen de licenciatura. Vio entrar al salón de clases, de súbito, a un hombre con chamarra blanca, pantalón de mezclilla y zapatos deportivos, quien saltó y subió en la mesa donde mi paciente hacía su examen. Z miró al extraño desde abajo, sin alcanzar a distinguir rasgos de su cara o características de su cabello. Esta persona comenzó a propinarle puntapiés en la cara, que provocaron dolor y sorpresa; Z acomodó sus brazos en un gesto de defensa, cubriendo su rostro. La maestra le gritó, pues nadie más veía al hombre agresivo, y entonces Z comprendió que se trataba de una alucinación. Decidió no hacerle caso y continuó con su examen, aunque el extraño parado en la mesa, silencioso, no desapareció. Cuando entregó su examen, el hombre había desaparecido. Aunque estudió intensamente (era un buen alumno), Z reprobó el examen y tiempo después abandonó la universidad.

Por deformación profesional, mi punto de partida en este texto ha sido el problema clínico de las alucinaciones como un problema que requiere atención médica o psicológica. El fascinante libro del neurocientífico Anil Seth (Being You, 2021) invierte la fórmula del sentido común al estudiar la arquitectura funcional de la conciencia. El doctor Seth propone que la construcción cotidiana de nuestra experiencia subjetiva puede entenderse como una alucinación controlada: lo que tipificamos en la práctica clínica como alucinación es meramente una “alucinación descontrolada”.

Mi mirada está sesgada por mi contacto diario con personas que padecen la experiencia alucinatoria o la escenifican mediante actos de alto riesgo para sí mismos y los otros. Pero algunos no acuden necesariamente al médico o al psicólogo, y de hecho gozan las experiencias alucinatorias, por su dimensión estética, porque les provocan sentimientos plácidos o extáticos, y porque enriquecen su sentido de vida: algunos aseguran que tales experiencias significan un contacto pleno, efectivo, con las realidades espirituales que están ausentes en la racionalidad (científica) moderna. También hay casos fascinantes que atraviesan ambas dimensiones: la dura realidad clínica y las vivencias fundadoras del pensamiento mítico y religioso. A Philosophy of Madness (MIT Press, 2020), de Wouter Kusters, se desarrolla en esa encrucijada.

El pensamiento mágico de las comunidades se enfrenta aún a la medicalización instrumentada por la racionalidad moderna .

DESDE ESTA PLATAFORMA comienzo la lectura de un nuevo libro de Zenia Yébenes Escardó: Indicios visionarios. Para una prehistoria de la alucinación (UAM-Universidad del Rosario, 2021). Quienes no la han leído deben saber que Yébenes es una de las pensadoras más lúcidas de México. Su trabajo filosófico aborda las transformaciones de lo religioso, los procesos de secularización y postsecularización… el campo de batalla epistemológico y hermenéutico donde se dan las tensas relaciones entre religión, medicina psiquiátrica y psicoanálisis. En su libro Figuras de lo imposible, la autora explora los entrecruzamientos de mística, arte y pensamiento contemporáneo; en Los espíritus y sus mundos estudia la subjetividad y las concepciones sobre la locura en el México moderno.  Indicios visionarios... toma como punto de partida el lugar de la ausencia, en la fundación de la modernidad, de una convicción plena de la presencia de lo divino, “de realidades religiosas ontológicas independientes de los sujetos”. Los académicos, dice Zenia, se acercan a las visiones místicas bajo el supuesto de que son recursos simbólicos que expresan necesidades sociales. Los psiquiatras, agrego yo, suelen concebir las alucinaciones místicas y religiosas como expresiones de la psicopatología (esquizofrénica o bipolar). En ambos casos, las lecturas sociológicas y las psico(pato)lógicas se fundan en una ontología explícita o implícita: las deidades son símbolos de la necesidad social, experiencias alucinatorias o ideas delirantes. No se concibe su presencia, su realidad ontológica.

Zenia Yébenes se aproxima al cristianismo de los siglos XVI y XVII, al discurso de personas que describen la aparición de espíritus y el contacto directo con la presencia (o con las voces) de Dios y el diablo. Cita a Germán Berrios, erudito de Cambridge, quien recuerda —en La historia de los síntomas de los trastornos mentales— que estas experiencias se perdieron a raíz de su progresiva medicalización durante el siglo XVIII. Algunos fenómenos psicosomáticos de la mística fueron reducidos a síntomas histéricos en la neurología fundacional de Charcot, quien argumentó que Francisco de Asís y Teresa de Ávila eran “histéricos innegables” capaces de curar la histeria de otros. Si la Santa Inquisición clasificó como brujería algunos comportamientos divergentes que podrían concebirse hoy dentro del espectro psicopatológico, Charcot y Paul Richer —en Les Démoniaques dans l’art— reinterpretaron la posesión demoniaca como histeria. Hoy se usa poco esa venerable categoría de la mitología médica, pero es común que los estados de malestar y alienación atribuidos popularmente a la brujería y a las causas sobrenaturales sean diagnosticados en los rubros de la psicosis o los trastornos disociativos. En este sentido, los territorios reclamados por Charcot siguen en disputa: el pensamiento mágico de las comunidades se enfrenta aún a la medicalización instrumentada por la racionalidad moderna.

FRENTE A LA PATOLOGIZACIÓN, Zenia Yébenes sostiene una mirada crítica: dialoga con la tradición de los maestros de la sospecha que han cuestionado las tradiciones religiosas de la cultura occidental y las certezas del discurso médico (Freud, Foucault, Lacan). En El porvenir de una ilusión, Freud discute el horizonte de una era postreligiosa de la cultura. Algunos pensadores han ofrecido, a contracorriente del racionalismo materialista, una hermenéutica de la fe ante los símbolos de lo sagrado: Carl Jung, Mircea Eliade, Karl Kerényi y los miembros del círculo de Eranos. Me habría gustado conocer el posicionamiento de Yébenes frente a esos pensadores que reivindicaron las fuentes arquetípicas de lo numinoso mientras deambulaban por los escenarios académicos del siglo XX.

Una pregunta audaz a lo largo de su libro es la siguiente: ¿qué significaría, para los estándares metodológicos modernos, considerar “la fuerza ontológica de las presencias visionarias de las que hablan los sujetos de nuestras indagaciones académicas”? Yébenes desarrolla una indagación meticulosa entre los senderos escarpados de la alucinación y la vida religiosa, una investigación pertinente para quienes ejercemos la práctica clínica y debemos estar atentos para reconocer los límites de la patologización.